Según el psicólogo inglés Richard Wiseman, si una persona es feliz y está satisfecha con su vida, a menudo, su rostro dibujará esa mueca universal que llamamos sonrisa. Para llegar a esa conclusión no hacía falta ser inglés, llamarse Richard, ni estudiar psicología, pensarán algunos. Pero es que resulta que hay más; este individuo afirma que esa relación causa-efecto, felicidad lleva a sonrisa, también funciona en la otra dirección: si una persona sonríe, será feliz. Una idea sencilla, pero revolucionaria. ¿Quiere esto decir que si me echan del trabajo, mi mujer me abandona, la batería del móvil se acaba en medio de una conversación trascendental, me sacan una muela o pincho una rueda del coche y descubro que no tengo ni idea de cómo cambiarla... y me pongo a sonreír... seré feliz?? Más o menos. Para demostrarlo, el psicólogo inglés propone que cojamos un lápiz y lo sostengamos entre los dientes durante diez minutos. Eso nos obligará a activar los músculos faciales como si estuviéramos sonriendo, y pondrá en marcha ese misterioso mecanismo que describe: de pronto, nos sentiremos un poco más felices. El experimento está bien, el único problema que le veo es que solo puede practicarse en soledad; si en mi barrio me vieran salir de casa con un lápiz entre los dientes sería el fin. Modestamente – mi psicología es más de andar por casa - tengo observado que la gente que sonríe mucho, cae mejor a los otros, es más atractiva y se hace perdonar todos los defectos. La sonrisa es perfecta para dar malas noticias o conseguir algo de los demás. No es extraño que los políticos más profesionales, la practiquen generosamente. ¿Se imaginan a Barack Obama sin su sonrisa? Por cierto, Rajoy debería estar dando cursos acelerados, o hacer a Richard Wiseman ministro de algo. Pronto, en la Moncloa, no quedará un lápiz sano.
viernes, 25 de noviembre de 2011
viernes, 18 de noviembre de 2011
EL EFECTO MARIPOSA (18/11/2011)
viernes, 11 de noviembre de 2011
LA GRAN CHAPUZA (11/11/11)
Decididamente, el candidato Rubalcaba no muestra demasiada convicción. Habla de mejorar la democracia, de desbloquear las listas y de lograr mayor proporcionalidad en los resultados electorales con el mismo entusiasmo de un ateo rezando el quinto misterio. Al otro lado de la mesa, el candidato Rajoy, alias “a la tercera va la vencida”, mientras ordena sus papeles llenos de datos pacientemente recolectados durante legislaturas, alza la cabeza y se pregunta si estará lloviendo en Santiago de Compostela. ¿Qué demonios significará eso de lograr mayor proporcionalidad? Quizá se refiera al hecho increíble de que el millón de votantes de Izquierda Unida en toda España solo consiguiera dos diputados en las elecciones de 2008, mientras que los 300.000 del PNV lograran seis. O a que el único escaño del partido de Rosa Díez le costara el voto de 300.000 fieles, mientras que al PP cada uno de sus diputados le saliera al módico “precio” de 60.000. Creo que por ahí iban los tiros. Ante tamaña injusticia, cabría preguntarse por qué los candidatos de IU y UPyD no se queman a lo bonzo abrazados a los leones del Congreso en señal de protesta. Se aguantan las ganas. Creen que si el ciudadano supiera que votar por ellos en la mitad de las provincias de España equivale a tirar la papeleta a la basura, conseguirían menos apoyos y perderían legitimidad. Por esa razón, en tiempo de elecciones, se limitan a decir que “cada voto cuenta”, cuando la realidad es exactamente la contraria: la mayoría de los votos que reciben no cuenta para nada. Así nos va. Con el sistema electoral más chapucero de Europa, el parlamento se nos volverá a llenar de peperos, socialistas y de nacionalistas separatistas, estos últimos esperando el momento propicio para salir dando un portazo. Parece un sainete pero desgraciadamente no lo es. Es un país y se llama España.
viernes, 4 de noviembre de 2011
AGOREROS (04/11/2011)
El Wall Street Journal afirma que el resultado del “desganado” experimento de austeridad de las autoridades españolas no se conocerá, como en los partidos de baloncesto, hasta el último cuarto. Parece ser que los guardianes de la ortodoxia económica del periódico neoyorquino habían previsto para España un buen tozolón en el tercer trimestre, que nos hubiera metido de lleno en la temida recesión. Ha sido que no. Con el agua al cuello, la economía española se estanca pero no se contrae, al menos de momento. Con aire de decepción, el gacetillero se sorprende del comportamiento del sector exportador, que está salvando los muebles de nuestra economía como no lo había hecho nunca. El simpático periodista despide el artículo endosándonos una apocalíptica predicción de números rojos para el último cuarto del año… ¡y para todo 2012! Pero mira que eres majo y salado, chaval. Te lo voy a poner en inglés para que lo entiendas: I hope you will have to eat your predictions. Tenemos el país hecho unos zorros, por nuestros errores y nuestra torpeza, pero que venga el listo de turno con tono condescendiente a leernos la cartilla hace que se me hinche la vena yugular… Menos mal que acabo de recibir el catálogo de juguetes de unos grandes almacenes para la próxima campaña navideña, y eso me lo cura todo. Me pongo a ojearlo, sentado en el trono, y me olvido de la crisis por un rato. ¿Puede haber algo mejor que descubrir las últimas novedades en compañeros de gateo, muñecas góticas a escala natural o gormitis con distorsionador de voz? Cuatrocientas páginas en papel couché, que pesan más que el Antiguo Testamento. Me dan ganas de meterlo en un sobre y enviarlo a la Sexta Avenida, para que se enteren esos de cómo las gastamos aquí con las crisis. Me dan ganas pero me aguanto. Que se alivien con su bendito periódico.