Cuando escribo estas líneas, suenan tambores de guerra en
Oriente Medio. En realidad, nunca dejaron de sonar. Tras dos años de guerra
civil en Siria con más de 100.000 muertos, las potencias occidentales parecen
decididas a una intervención militar, espoleadas por los informes que alertan
de que el régimen de Bashar al-Asad ha empleado armas químicas contra la
población civil. La complejidad del asunto es formidable. Por un lado, el
régimen baathista de Damasco, teóricamente más laico que religioso, apoyado por
Rusia, Irán y grupos radicales como Hezbolá; por otro, una amalgama de rebeldes
que incluye desde demócratas hasta una nutrida representación de Al-Quaeda,
apoyados por las potencias occidentales y la Liga Arabe. ¿Alguien
se aclara? De lo que no hay duda es que esto es un avispero del tamaño de un
cesto de la ropa sucia. Desde Washington se asegura que el objetivo del ataque
no es defenestrar a Bashar al-Asad sino dar una respuesta contundente al empleo
de armamento químico prohibido. ¿Se trata entonces de una simple reprimenda?
¿Cuántos cachetes – léase misiles – se le administrará al díscolo presidente
sirio? Por favor, que alguien presente pruebas contundentes del ataque químico;
el precedente de las armas de destrucción masiva irakíes que nunca aparecieron
debería servir de advertencia. Si ese ataque se produjo, adelante con los
faroles. Sacudir avisperos no parece sensato, pero tampoco lo es contemplar
cómo se hacen cada vez más grandes y permitir que personajes indeseables se
pasen el Derecho Internacional Humanitario por el arco del triunfo. Espero que
acierten. Por las pobres gentes de Siria, en primer lugar. También por
nosotros, los occidentales. La experiencia nos ha enseñado que entrar en una guerra
es fácil. Lo complicado es encontrar la puerta de salida.
viernes, 30 de agosto de 2013
viernes, 23 de agosto de 2013
ONE DIRECTION (23/08/2013)
Todos sus componentes son descartes de un programa de
talentos de la televisión británica que no los consideró suficientemente
buenos. Un productor avispado los juntó, les dio un nombre fácil de recordar y
los lanzó a las turbulentas aguas del negocio de la música, a competir por la
suculenta tarta del mercado teen. La jugada salió bien. En menos de tres años,
el grupo One Direction se ha convertido en el fenómeno fan más importante del
momento y sus discos se venden por millones. Sus promotores no pierden el
tiempo: esta semana han presentado en Londres su primera película, un
documental cuyo estreno simultáneo en todo el mundo ha llevado a sus fans al
borde de la histeria. El fenómeno no es nuevo. Empezó con Frank Sinatra, pasó
por los Beatles, los Pecos y Miguel Bosé en España, y no ha parado hasta llegar
a Pablo Alborán y los grupos de niños guapos anglosajones con One Direction
como último representante. En ocasiones la música acompaña, y en otras es
completamente prescindible. Lo que no puede faltar son los gritos, los
desmayos, los sujetadores voladores y las promesas de amor eterno. El fenómeno
fan es casi exclusivamente femenino y un misterio profundo para muchos hombres.
Sospecho que las pasiones que despiertan los chicos de One Direction tienen
poco que ver con la música y mucho con una sexualidad incipiente que se desea y
se teme al mismo tiempo; una histeria vivida desde la tranquilidad que da el
saber que se suspira por algo que nunca se llegará a alcanzar. Lejos de todas
estas sutilezas, el adolescente – chico – de ayer, de hoy, de siempre, seguirá
preguntándose: ¿Por qué se vuelven tan locas? ¿Qué tienen ellos que no tenga
yo? Paciencia, compañero. Dentro de poco se fijarán en ti. Mientras tanto...
¿por qué no tratas de imitar el peinado?
viernes, 16 de agosto de 2013
GUARDIA CIVIL (16/08/2013)
Agosto es el mes de la Guardia Civil. Durante el resto del
año su hispánica estampa pasa más desapercibida, pero en verano, cuando nos da
por ir a la playa o a la montaña, allí están ellos. Vaya que si están. Este
puente de agosto, en el que se prevén 7 millones de desplazamientos, serán más
de 10.000 agentes velando por la seguridad en las carreteras y desanimando con
su presencia a todo aquel que quiera pasarse el código de circulación por el
forro. Con la Benemérita no se bromea. Conozco a más de uno que es capaz de
ponerse farruco con un Policía Local, pero que cuando tiene delante un uniforme
verde oliva se achanta más que un gorrión. Es comprensible: los encuentros con
estos agentes de la ley no suelen olvidarse. 13 de agosto, Huesca, en plenas
fiestas de San Lorenzo.oche semi-tuneado y mi camiseta negra de los "Sick
Brains" – el mejor grupo de hard-rock de España -, las posibilidades de
que me den el alto son elevadísimas: llevo el uniforme de alguien que debería
tener el torrente sanguíneo infestado de calimocho. En efecto; un guardia civil
armado con un sopla-sopla me invita a detenerme. “Buenos días. ¿Ha bebido usted
alcohol?” “No, en realidad no vengo de Huesca” – respondo señalando la bolsa de
Confiterías Vilas que descansa en el asiento del copiloto – “He parado un
momento para comprarle estas castañicas de mazapán a mi mujer”. El agente se
detiene unos instantes, como si repasara mentalmente su enciclopédica base de
datos de excusas de automovilistas que pretenden librarse del soplido. Creo que
encuentra un hueco, un vacío. "Esto es nuevo", parece pensar.
Satisfecho, saluda marcialmente y dice con una media sonrisa: “Continúe”. No he
bebido una gota, pero respiro aliviado. Quién quiere problemas con la Guardia
Civil.
viernes, 9 de agosto de 2013
FUTUROS MILLONARIOS (09/08/2013)
Dicen que todos los niños nacen con un pan debajo del
brazo. Ignoro si el refrán sigue vigente o si ha caído en desuso a fuerza de
sonar a broma de mal gusto. Es probable que esta maldita crisis haya ido
recortando ese famoso pan que alegraba el sobaquito de los churumbeles hasta
dejarlo en panecillo. Como esto siga así – si las previsiones de esa
desagradabilísima institución llamada FMI se cumplen – pronto los niños de este
país nacerán con un minúsculo bollo industrial que se parecerá tanto al pan de
verdad como un huevo a una castaña... Pero que nadie desespere. No todo es
apocalípticamente pesimista. Si su vástago ha venido al mundo en estos años de
penuria contagiosa y paro rampante, tiene muchas más posibilidades de llegar a
convertirse en millonario que otro nacido, pongamos por caso, en medio de la
euforia económica que nos llevó a dejar el suelo patrio cosido con ristras de
adosados a medio terminar. Cojamos la lista Forbes en sus cinco primeros
puestos. Warren Buffett, el multimillonario gurú que convierte en oro todo lo
que toca, nació en 1930, en medio de la Gran Depresión.
Carlos Slim, el mexicano, en 1940, durante el conflicto armado más sangriento
de la historia. Larry Ellison, estadounidense, nacido en 1944 mientras sus
compatriotas se afanaban en encontrar la manera de acabar por la vía rápida con
el molesto imperio nipón. Nuestro compatriota, Amancio Ortega, nacido en marzo
de 1936... sobran las aclaraciones. Bill Gates nació en la plácida década de
los 50 con ganas de arruinar mi teoría, pero no puede: simplemente, es la
excepción que confirma la regla. Tiempos duros engendran triunfadores,
millonarios, hombres y mujeres hechos a sí mismos. Cuide usted de su bebé. Con
algo de suerte, le proporcionará una vejez acomodada y sin sobresaltos.
viernes, 2 de agosto de 2013
EL MAQUINISTA (02/08/2013)
Luis Bárcenas habrá maldecido su suerte en la cárcel de
Soto del Real: se decide por fin a tirar de la manta, y un trágico golpe del
destino le saca de los titulares. Ya volverá. A día de hoy, Francisco José
Garzón, el maquinista del tren accidentado en Santiago de Compostela, se ha
convertido, a su pesar, en el protagonista casi absoluto de la actualidad.
Señalado desde el primer momento como responsable del peor accidente
ferroviario ocurrido en España en los últimos 40 años, la imagen de ese hombre
menudo, con el rostro bañado en sangre y mirada abismada, en compañía de un
policía instantes después del fatídico impacto, ha sido contemplada con avidez
por los consumidores de noticias de todo el mundo. A velocidad vertiginosa –
todo es prisa alrededor de una catástrofe – apareció un comprometedor perfil de
Facebook, y quisimos saber si estaba casado, si tenía familia y durante cuántos
años había conducido trenes y de qué clase. A medida que aparecieron, y lo
siguen haciendo, nuevos datos de la catástrofe - el atestado policial, su
declaración ante el juez o las cajas negras –la responsabilidad del maquinista
se ha hecho cada vez más nítida, y la curiosidad pública quiere penetrar hasta
en la mente del infortunado: ¿Por qué no frenó? ¿En qué estaba pensando? En el
fondo, nos reconocemos en él, nos sabemos perfectamente capaces del error
fatal; y nos cuesta apartar la mirada de ese hombre aplastado por su
conciencia. ¿Hasta cuándo? ¿Queremos asistir a su destrucción total?
Personalmente, no. Creo que el morbo, como la venganza, surge de la
contemplación del sufrimiento ajeno cuando falta la compasión. Estoy seguro de
que la compasión hacia los familiares de las víctimas les ha aportado sosiego y
paz. Yo siento lo mismo por ese pobre maquinista. Ojalá, algún día, pueda
encontrar la paz.
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