El mejor antídoto contra la violencia es la cultura. Una de las causas
más probables de la desaparición del espíritu guerrero en las sociedades
europeas fue la generalización de la cultura. El cultivo de las artes dejó de
ser un monopolio de las élites y, casi al tiempo, a los jóvenes europeos se les
enfrió el ardor patriótico y dejaron de considerar a la guerra como una
actividad honorable y propia de caballeros. Desgraciadamente, el conflicto
sirio - por poner un ejemplo de dramática actualidad - no se arregla con
exposiciones de arte contemporáneo o cursos de escritura creativa. La cultura
es una planta de crecimiento lento y solo se desarrolla en un ambiente
propicio, empapado de libertad y tolerancia. Eso es algo que sabe muy bien
alguien como Daniel Barenboim. El afamado director de orquesta lleva años
utilizando la música para acercar a jóvenes israelíes y palestinos, inyectando
una dosis de cultura en el corazón de uno de los conflictos políticos más enconados
de todos los tiempos. Aparentemente, una gota en el océano; en una realidad más
profunda, una apuesta por la paz con repercusiones insospechadas. Esta semana,
el conservatorio de Alcañiz acoge a un grupo de estudiantes suizos en el marco
de un intercambio cultural con el conservatorio de Ginebra. Afortunadamente,
las relaciones entre el Bajo Aragón y el cantón ginebrino no pueden ser más
pacíficas. Sin embargo, eso no resta valor a la iniciativa. A buen seguro, la
experiencia de convivencia entre suizos y alcañizanos será enriquecedora y
dejará una huella imborrable en unos y en otros. Cultura de paz, en definitiva.
El viernes por la tarde, además, un magnífico concierto en el teatro de
Alcañiz. Por una bendita casualidad, mi sobrino Julio, alumno del conservatorio
de Ginebra, formará parte de la orquesta. Comprenderán que no pienso
perdérmelo.
domingo, 29 de noviembre de 2015
jueves, 19 de noviembre de 2015
EUROPA EXISTE (20/11/2015)
Quizá no tengamos la autoestima de los americanos o las ganas de
trabajar de los chinos, pero los europeos somos cada día más fuertes porque
estamos unidos. Alguno arqueará las cejas al leer esta sentencia tan optimista
y no es extraño: en los últimos tiempos, los europeos le hemos cogido gusto a
sacudirnos con el cilicio, como hacía el malo de El código Da Vinci, para
mortificarnos con la flojedad de nuestras instituciones comunitarias y con
todas esas monsergas del gigante económico y el enano político, que son como un
grano supurante que nos gusta pinzar con las uñas de vez en cuando por el gusto
que da. No, señoras y señores, Europa está cambiando. Los millones de euros
gastados en redes transfronterizas – ferrocarriles, carreteras y túneles que
desafían a la todopoderosa naturaleza -, en becas Erasmus que mestizan
culturalmente – y a menudo también biológicamente – a nuestros jóvenes
universitarios, y en subvenciones a aerolíneas low-cost que hacen posible que hasta
el tipo más soso y cerril se haya hecho una foto delante de la torre Eiffel, el
foro romano o el Big Ben, no se han ido por el desagüe sin dejar un poso que
ahora se demuestra más profundo de lo que pensábamos. Los salvajes ataques
terroristas de París de la semana pasada nos han enseñado más sobre nuestra
condición de europeos que todas las campañas institucionales y elecciones
habidas y por haber. Es la amarga lección que dejan las guerras. Todos somos
Francia. Todos estamos junto a los que cayeron acribillados en los bulevares de
París, porque ellos también somos nosotros. El estadio londinense de Wembley se
vistió ayer con la tricolor y 90.000 gargantas entonaron la Marsellesa. Si
Churchill o Monnet levantaran la cabeza, se pincharían hasta convencerse de que
no es un sueño. Europa existe. Vive l´Europe!
LA HAS CAGADO, WILLY (16/10/2015)
Comienzo estas líneas con el decidido propósito de poner la otra
mejilla, como dijo otro famoso provocador hace algunos milenios. La verdad es
que no lo has puesto fácil. Con tus recientes exabruptos has cabreado a tanta
gente, que casi no nos queda mejilla que poner. A diferencia de ti, yo no voy a
recurrir al insulto ni te voy a faltar al respeto; no me apetece sacrificar mis
razones – que lógicamente aprecio mucho, porque para eso son las mías – en
favor de un desahogo fugaz que acabaría dejándome insatisfecho. Tampoco voy a
caer de negar tu pasado diciendo que solo has sido un actorcillo mediocre y
frustrado. Porque no es verdad. Guillermo Toledo ha sido un actor de comedia
notable, y yo lo he visto defendiendo y levantando textos medianos o mediocres
con su gracia y su talento, que eran indiscutibles. Creo que eso no volverá a
ocurrir. Cuando te cagas en los sentimientos de tus conciudadanos, cuando los
insultas al defender tus ideas políticas, estás muriendo poco a poco como
artista. Me parece muy bien que seas ateo, revolucionario, libertario,
castrista o kropotkista; lo respeto. Pero eso no te da ningún derecho a cagarte
en la Virgen del Pilar, ofendiendo innecesariamente a cientos de miles de
personas que nunca te hicieron daño, y para quienes esa “figurita de madera”,
como tú la llamas, significa mucho. Dices que te opones a que el espacio
público sea ocupado por celebraciones y supersticiones. ¿No crees que eso
correspondería a los zaragozanos decidirlo? También reconoces que ignoras el
significado profundo de la Virgen del Pilar en Zaragoza. En eso aciertas de
pleno. Porque la has cagado, Willy. Me temo que para volver a pisar la ciudad tendrás
que venir escoltado o disfrazado. En otro caso, no te olvides el traje de buzo.
Porque acabarás en el Ebro haciendo compañía a los mejillones.
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