viernes, 28 de enero de 2011

HÉROES (28/01/2011)

Siento debilidad por las profesiones heroicas. Con frecuencia, el trabajo de bomberos, policías o médicos conlleva un sacrificio, una entrega a los demás, que no me deja indiferente; me anima a tratar de ser una persona mejor. Entre ellos, los bomberos son los profesionales mejor considerados. Acuden a solucionar todos los marrones imaginables que se puedan presentar: si tu gato se ha subido a un árbol y no quiere bajar, si te has quedado colgado en el ascensor, o si tu casa arde por las cuatro esquinas y alguien se tiene que jugar la vida para sacarte. La policía tiene algo menos de suerte. Como en el caso de los bomberos, muchas de sus actuaciones profesionales llenas de sacrificio generoso, tienen reflejo en los medios de comunicación. Sin embargo, mientras a los bomberos rara vez se les baja del pedestal, a los policías se les afean los errores y se les juzga severísimamente cuando los cometen. O cuando parece que los han cometido. En este sentido, aún hay otra profesión más maltratada: los médicos. ¿Son héroes los médicos? - preguntarán algunos, suspicaces. Yo no tengo dudas. Rajar la carne para extirpar tumores, sacar niños, componer huesos o, simplemente, atreverse a diagnosticar sobre el funcionamiento de una maquinaria tan compleja e impredecible como la humana – permítanme la grosería – requiere tenerlos bien puestos. Su caso es el más dramático de todos: por regla general, sólo aparecen en los medios cuando se equivocan. Cada día, miles de intervenciones complejísimas practicadas con nervios de acero, diagnósticos salvavidas, pasan completamente desapercibidos. Sin embargo, un error, o a veces, la apariencia de un error, merece gruesos titulares. Todos ellos son verdaderos héroes. Personalmente, los necesito. Más que a Belén Esteban o a Karim Benzema. Estos, por desgracia, no me hacen el papel.

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