La edición digital de la BBC dedicaba ayer un
artículo a Ada Colau, cabeza visible del movimiento Stop-Desahucios, elogiando
a la activista catalana por haber movilizado a sectores sociales masacrados por
la crisis inmobiliaria, en favor de la reforma de la legislación hipotecaria
española que el mismo medio británico califica de "draconiana".
Sorprende lo poco que se habla y se escribe hoy en España sobre el asunto. En
una sospechosa evolución de las prioridades informativas, se comenzó hablando
de una ola de suicidios motivada por los desahucios, se siguió con la necesidad
urgente de una reforma - a raíz de la bochornosa llamada de atención del
Tribunal de Justicia de la Unión Europea que tachó a la ley española de
"ilegal y abusiva" - para acabar centrando el debate exclusivamente
en la polémica de los escraches. Después, el silencio. Sin embargo, la realidad
sigue ahí, y ninguna improvisación gubernamental en forma de real decreto ha
conseguido acabar con ella. 350.000 desahucios desde 2008. El mayor cataclismo
económico y social desde el final de la guerra civil. El fracaso de la clase
dirigente en predecirlo y gestionarlo ha sido tan clamoroso, que ha
inhabilitado moralmente a sus líderes para continuar al frente del país. Todos
aquellos que tuvieron altas responsabilidades de gobierno u oposición durante
el fatídico período – importa poco de qué partido político - deberían dejar
paso a otros. Lo mismo sería aplicable a la banca, las escuelas de negocios o
los think-thanks. En el artículo citado, el periodista de la BBC no dejaba de
asombrarse de la inexistencia de una política de vivienda en España. O del
exiguo porcentaje de vivienda social (2%) en comparación con Francia, Holanda o
Gran Bretaña (entre el 20 y el 30%) Ya es triste que tenga que venir alguien de
fuera a recordárnoslo.
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