Casi todos los niños están deseando volver al
colegio en el mes de septiembre, después de un largo verano. Los adolescentes
también, aunque les cueste más reconocerlo. En los próximos días, unos y otros
disfrutarán de la agradable sensación de que el curso escolar es una hoja en
blanco, porque todos parten de la línea de salida limpios de toda mancha y con
los mejores propósitos. Apenas se habla de notas o calificaciones, y los dedos
acusadores solo se levantan contra las autoridades educativas por no haber
acabado a tiempo las obras de un colegio o por haber reducido el personal
docente a causa de los recortes presupuestarios. A medida que pasen las semanas
y los meses, las cosas cambiarán. Los profesores avanzarán en la explicación de
sus materias, complicándolas progresivamente, y llegarán los primeros exámenes.
Los libros habrán perdido ya su olor a imprenta y la melancolía del otoño
marcará una vez más la vuelta al inexorable orden de las cosas escolares: los
sobresalientes y los suspensos; los alumnos brillantes y los perezosos. Luego
vendrá el informe PISA con sus implacables ránkings que nos sacarán los
colores, y nos preguntaremos una vez más qué tipo de modelo educativo queremos
para nuestros hijos. Eterno debate. Estos días ha aparecido en los medios que
en algunas regiones de Corea del Sur, las autoridades obligarán a cerrar las
academias privadas a partir de la medianoche para hacer que los alumnos dejen
de estudiar. Su obsesión competitiva les ha llevado a ser los más aplicados del
informe PISA pero con la tasa de suicidios más alta del mundo. Al parecer, no
es oro todo lo que reluce en los ránkings. Por suerte, aquí nadie pierde la
vida por estudiar demasiado. El sol calienta todavía y los cuadernos están en
blanco. Qué bonita es la vuelta al cole.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario