Jennifer López demostró que es una mujer de armas tomar.
En respuesta al código de vestimenta que la cadena CBS había impuesto para la
retransmisión de los premios Grammy, la actriz y cantante se presentó en el
evento con un vestido provocador: era imposible enseñar más pierna. La verdad
es que el dichoso código era bastante impertinente. “Por favor, asegúrese de
que las nalgas y los pechos femeninos estén adecuadamente tapados”, decía con
un lenguaje a medio camino entre la frialdad anatómica y la sordidez rijosa del
censor de toda la vida. Las más feministas no se han puesto de acuerdo. Algunas
critican que todas las advertencias de recato se dirigían a las mujeres y no a
los hombres, mientras que otras se preguntan por qué muchas cantantes han hecho
de la exhibición de sus cuerpos algo inevitable. No es de extrañar la
discrepancia, porque el asunto tiene su miga. Creo que es innegable que la
mujer tiende a enseñar, insinuar o marcar las líneas de su anatomía mucho más
que el hombre, y que la razón va mucho más allá de lo puramente sexual o
instintivo. La apariencia de la mujer está directamente relacionada con el
poder, o mejor, con el reparto del poder con el otro sexo. No es casualidad que
aquellas organizaciones políticas o religiosas que exigen recato a las féminas,
están siempre dominadas tiránicamente por los hombres. Tapar el cuerpo de la
mujer es siempre la antesala de su marginación a todos los niveles, político,
social y económico. Los impulsores de los códigos de vestimenta, en occidente,
se defienden diciendo que no es esa la cuestión; alegan que no se puede enseñar
todo, y que a la carnalidad alguien debe ponerle un límite. A lo mejor es
verdad pero... ¿quién me asegura que J.L. no lee La Comarca? Que lo haga otro.
Sinceramente, yo no me atrevo.
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Josema, dices que «Tapar el cuerpo de la mujer es siempre la antesala de su marginación a todos los niveles, político, social y económico.» Yo te sigo, me gusta tu filosofía. Señoras, para que no me acusen de discriminación de sexo, en adelante, no es necesario que cubran sus carnes en mi presencia. Bueno, si son muy mórbidas, sí. Un abrazo
ResponderEliminarTe contesto, Agustín, con unos cuantos años de retraso, ja, ja, ja. Es que lo acabo de leer por cortesía de los algoritmos recordatorios del Facebook... Chico, no sé si me habría atrevido a escribir esto hoy, que las cosas del feminismo se han puesto muy serias. Corría el 2013, la crisis sacudía de lo lindo pero en estas cuestiones se respiraba algo más de libertad. ¡Abrazos!
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