El rasgo más acusado del temperamento español es el
apasionamiento. Cuando interioriza una actitud o una idea la sigue hasta sus
últimas consecuencias, aunque estas le acerquen peligrosamente a la destrucción.
En un arrebato de religiosidad inventamos la Inquisición, en un
arranque de orgullo escupimos en la cara de Napoleón, y llevados por el
servilismo nos sometimos durante cuarenta años al gobierno despótico de un
hombre mediocre y sin moral. El español no hace nada a medias. Si hoy el estado
de ánimo que nos domina es el escepticismo, como buenos españoles nos
entregamos a él sin reservas. Un día dejamos de creer en la clase política y
los banqueros, y hoy denostamos a los maestros de primaria y a los médicos.
Mañana serán los panaderos, los bibliotecarios o los guardavías. El rey ha
dejado de ser un tipo campechano, las películas de Almodóvar ya no son
transgresoras sino chabacanas, y el sueño de organizar unos juegos olímpicos
nos parece de una ingenuidad insoportable. ¿De verdad somos todos tan
rematadamente malos? Qué demonios, por supuesto que no. Quizá muchas de las
cosas que juzgamos con benevolencia en el pasado no eran tan estupendas como
creíamos. Quizá nos sobrevaloramos como país. Pero confundir la parte con el
todo – la clase dirigente actual, con el conjunto de la sociedad – es un error
que no deberíamos cometer. Ni siquiera esa clase dirigente es realmente el
problema: analizados individualmente, la mayoría no son peores que usted o que
yo. Lo que España necesita es un impulso democrático para completar el de 1978,
que se nos ha quedado corto. Necesitamos volver a la canción-protesta, que
surjan caras nuevas, nuevos partidos políticos de siglas exóticas. España
necesita volver a creer en algo. Empecemos por nosotros mismos.
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A la canción protesta no, por amor de Dios!!!
ResponderEliminarEs posible que me haya dejado llevar por el entusiasmo, que no por la nostalgia: durante la transición, a lo más que llegué fue a reunir una completísima colección de carteles electorales. De todos modos, el libertad, libertad, sin ira libertad, siempre me llegó mucho...
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