Parece increíble que nadie advirtiera, con un solo golpe
de vista, que ese hombre estaba loco de atar. Su bigotito ridículo, su
gestualidad de actor barato, su mirada fanática... ¿no eran pistas clarísimas? Setenta
años después de su muerte, Adolf Hitler, una de las figuras más nefastas de la Historia, continúa
despertando una fascinación extraordinaria. Se siguen publicando libros,
artículos y documentales sobre esa locura colectiva llamada Alemania nazi, y se
diría que el apetito del público no decrece con los años. ¿Contemplación de la
desgracia ajena con fines compensatorios, vulgarmente conocida como “morbo”?
Solo en parte. Esa insistencia en asomarse al pozo oscuro también responde a
motivaciones más higiénicas mentalmente hablando, y de una indudable utilidad
social: se trataría de comprender por qué misterioso proceso un pueblo
teóricamente civilizado puede acabar siguiendo a un líder tan malvado y
destructivo. Para no volver a repetirlo, claro. Estos días ha aparecido en
España la última de estas publicaciones, “El oscuro carisma de Hitler”, del
británico Laurence Rees. Durante el acto de presentación, el autor dio una
sencilla y brillante explicación del totalitarismo: una de las cosas más
difíciles del mundo es asumir las culpas y responsabilidades propias, porque
todos estamos predispuestos a proyectar nuestras frustraciones sobre otros en
forma de odio. De perfecta aplicación a los tiempos actuales. Como español en
crisis, cabreado con motivos, siento nítidamente la tentación de no querer
asumir la parte de responsabilidad que me toca por el formidable lío en el que
andamos metidos. Infinitamente más pequeña que la de muchos políticos y
banqueros, pero responsabilidad a fin de cuentas. De momento no veo ningún loco
con bigote. Creo que la cosa tiene remedio.
viernes, 26 de abril de 2013
viernes, 19 de abril de 2013
II REPÚBLICA (19/04/2013)
Como es tradición, conmemoran la proclamación de la II República y piden
la llegada de la tercera. Este año, por obra y gracia de Urdangarín y otros
azotes recientes de la institución monárquica, la manifestación republicana del
14 de abril fue especialmente concurrida. Confieso que no tengo muy claro qué
parte de la II República
se conmemora. ¿Se refieren a la azañista, a la cedista o a la del Frente
Popular? Creo que hay tanta confusión en torno a este período de nuestra
historia, que sería conveniente aclararse antes de empezar a pedir la tercera a
golpe de bandera tricolor. Los comunistas parecen hoy los campeones de la
democracia republicana. Sin embargo, en contra de lo que Franco se empeñó en hacer
creer, la república no fue un régimen político de extrema izquierda. Hay que
recordar que el jefe del primer gobierno republicano, Niceto Alcalá-Zamora,
pertenecía a un partido llamado Derecha Liberal Republicana y que eso no le
impidió ocupar la jefatura del estado entre 1931 y 1936. Tampoco fue una
arcadia feliz. La II
República fracasó rotundamente en el intento de crear un
marco de convivencia democrática para todos los españoles, y de la
responsabilidad de ese fracaso no se escapa casi nadie. Más obviedades que
necesitan ser repetidas: la disyuntiva entre monarquía y república que se vivió
en España en abril del 31 no tiene absolutamente nada que ver con la que podría
plantearse hoy. Entonces se enfrentaban democracia republicana vs. monarquía
oligárquica, mientras que hoy se trataría de sustituir una forma de jefatura de
estado por otra, dentro de una democracia consolidada. La II República no llegó
a alcanzarla. Sobre el papel fue un proyecto de regeneración apasionante y
bienintencionado. Loable en muchos aspectos. Pero desgraciadamente, en lo
político, modelo de casi nada.
viernes, 12 de abril de 2013
MENTIROSOS (12/04/2013)
¿Se imaginan a todo un ministro de hacienda pillado con
cuentas bancarias en Suiza llenas de dinero negro? Que nadie se alarme porque
no estoy hablando de España, para variar. El escándalo Cahuzac estalló en la
civilizada Francia la semana pasada, poniendo al presidente François Hollande
casi contra las cuerdas. La primera conclusión que uno saca al leer del asunto
es que la pasión por el dinero es la misma a ambos lados de los pirineos. Por
el vil metal las amistades más sólidas se transforman en odios africanos y los
amantes más cariñosos en jurados enemigos. Luego están las particularidades
nacionales. Por ejemplo, los políticos franceses tienen oficios fuera de la
política y al parecer los han ejercido. El exministro de hacienda francés es
cirujano plástico especializado en reimplante capilar. ¿Se imaginan al ministro
Montoro como propietario de la clínica de reimplante de pelo más importante de
Madrid? El grito guasón “no nos tomes el pelo, Montoro”, se oiría hasta en la
carrera de San Jerónimo. Hay otras diferencias, algo más serias. Por ejemplo,
la forma de reaccionar al ser cazados en una mentira. En un comunicado público
de disculpa antes de dimitir, el exministro Cahuzac decía: “me he metido en una
espiral de mentiras y no he sabido salir de ellas. Estoy devastado por los
remordimientos” ¡Un hombre público reconociendo que ha mentido! Hago memoria de
todos los escándalos que en España han sido - y han sido muchos - y no logro
recordar algo parecido. Ni siquiera con la bolsa de deportes al hombro, entrando
en Alcalá Meco. Aquí todo el mundo se considera inocente hasta que se demuestra
lo contrario, y después también. Porque pertenecemos a una subespecie ibérica
de los mentirosos europeos, aún no identificada por los taxónomos. La de los
mentirosos recalcitrantes.
viernes, 5 de abril de 2013
PREFERENTES (05/04/2013)
El engaño comienza con el mismo nombre: las
participaciones preferentes emitidas por bancos y cajas de ahorros no tienen
nada de preferentes. Todo lo contrario. Sus poseedores se encuentran con el
culo al aire si las cosas vienen mal dadas. Más engaños: las preferentes son un
producto de inversión y no de ahorro, circunstancia que se disfrazó a sus
incautos compradores que pensaron que estaban contratando algo similar a un
plazo fijo y que podrían recuperar su dinero en cualquier momento. Se argumenta
ahora que se trata de un producto financiero complejo, poco aconsejable para
inversores poco avezados. ¿Por qué se ofreció entonces al ciudadano de a pie,
con claro abuso de confianza por parte del personal de las oficinas? Esto no se
dice tan a menudo: porque los inversores de verdad no querían saber nada de un
producto sospechoso, conocedores del olor a podrido que despedían muchas cajas
de ahorros, entrampadas en la burbuja inmobiliaria. En algunos casos, las
mismas instituciones –sus directivos, no el personal de oficina- sabían que
estaban vendiendo un producto financiero del que muy pronto no podrían
responder ni pagar rentabilidades de ninguna clase. ¿Por qué lo hicieron?
Porque necesitaban liquidez, y no una liquidez cualquiera. Necesitaban
desesperadamente fondos que pudieran contabilizar en sus balances como recursos
propios, para cumplir así con los famosos tests de resistencia. Sí, esos que
hicieron exclamar a todo un presidente del gobierno que teníamos “el mejor
sistema financiero de la comunidad internacional”. Una gigantesca estafa. Un
tocomocho de guante blanco. Si no se encuentra una solución justa para los
afectados, la mancha de la vergüenza nos alcanzará a todos. Porque está en
juego la credibilidad del sistema, del país entero. Como si no tuviéramos ya
bastantes problemas.
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