La peor pesadilla de un columnista consiste en volver a
escribir la misma columna, sin enterarse, y que un lector le avise cuando la
tragedia se ha consumado y los mismos argumentos y gracietas ya están en negro
sobre blanco, para su eterna vergüenza. ¡Pero si de eso ya escribiste, chaval!
Solo de pensarlo me entran sudores fríos. Hace un año y medio, me escandalizaba
en esta columna de que la troika recomendase para Grecia la bajada del salario
mínimo como medida para reactivar la economía. Ahora es el gobernador del Banco
de España el que aboga por bajar los 645 euros y 30 céntimos del salario mínimo
español, uno de los más bajos de Europa. Me repetiré, pero con la atenuante de
ofuscación profunda: ¿este señor se ha vuelto loco? O es malo o muy torpe, y
las tres posibilidades son aterradoras. ¿Quiere vivir en un país en el que
puedan existir legalmente explotadores y explotados, estos últimos trabajando
de sol a sol a cambio de un sueldo que no les llegue para vivir? Porque eso es
exactamente lo que pasaría. En la coyuntura española actual, de todas las
posibles medidas para atacar el paro – simplificación de contratos,
flexibilización del despido, bajada de cotizaciones sociales, fomento del
crédito para emprendedores – la bajada del salario mínimo es la más inútil y la
más cobarde. Se limita a cambiar parados por esclavos. También la menos
inteligente. Es una invitación formal a tomar el palacio de invierno, a la
revolución pura y dura, y en ese tipo de eventos sociales no suelen ser muy
amables con los directivos bancarios. Tengo que revisar mi ranking de
pesadillas y hacer algunos cambios. Después de todo, repetirse no está tan mal.
La peor de todas es soportar una clase dirigente de privilegiados viviendo a
nuestra costa, pero fuera de la realidad. A ver si despertamos.
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