Alguna editorial debería sacar un libro de autoayuda para
expresidentes del Gobierno. Se me ocurren un montón de contenidos: cómo
redactar las memorias, cómo evitar declaraciones fuera de tiesto, cómo ejecutar
la perfecta sonrisa institucional, un vademécum de frases políticamente
correctas... Por el amor de Dios, ¿tan difícil es? Al parecer sí. La pasada
semana, José María Aznar provocó un escándalo considerable al criticar
abiertamente al gobierno de Rajoy en una entrevista para televisión, llegando a
insinuar la posibilidad de una vuelta a la política activa. El suyo fue un
ejercicio de deslealtad hacia su propio partido como no se había visto jamás en
un expresidente del gobierno hasta la fecha. Advierto que no practico el odio
político, pasatiempo hispano por antonomasia. Aquí entre los que odian a Felipe
González, los que no tragan a Aznar y los que no pueden ver a Rodríguez
Zapatero sin soltar un juramento, casi completan la nómina de los españoles.
Creo que por el solo hecho de haber ocupado el puesto político más difícil y
sacrificado que existe, todos merecen respeto y agradecimiento. Sí, Aznar
también. Ahora bien, el expresidente popular debería reflexionar sobre su
conducta reciente y comprender que lo que se espera de él es algo muy distinto:
en lugar de declaraciones de alto voltaje, discreción; en lugar de arrogancia,
humildad. Su momento político ha pasado – para siempre – y más vale que lo
entienda. De lo contrario, sufrirá y hará que otros sufran con él. Alguien dirá
que es inútil recomendar humildad a alguien que luce flequillo y un vientre
como una tableta de chocolate a sus 60 años, y que por tres conferencias
ingresa lo mismo que con su sueldo anual de expresidente. Vaya mundo de locos.
A lo mejor es verdad. Pero no por ello dejaremos de intentarlo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario