Dicen que todos los niños nacen con un pan debajo del
brazo. Ignoro si el refrán sigue vigente o si ha caído en desuso a fuerza de
sonar a broma de mal gusto. Es probable que esta maldita crisis haya ido
recortando ese famoso pan que alegraba el sobaquito de los churumbeles hasta
dejarlo en panecillo. Como esto siga así – si las previsiones de esa
desagradabilísima institución llamada FMI se cumplen – pronto los niños de este
país nacerán con un minúsculo bollo industrial que se parecerá tanto al pan de
verdad como un huevo a una castaña... Pero que nadie desespere. No todo es
apocalípticamente pesimista. Si su vástago ha venido al mundo en estos años de
penuria contagiosa y paro rampante, tiene muchas más posibilidades de llegar a
convertirse en millonario que otro nacido, pongamos por caso, en medio de la
euforia económica que nos llevó a dejar el suelo patrio cosido con ristras de
adosados a medio terminar. Cojamos la lista Forbes en sus cinco primeros
puestos. Warren Buffett, el multimillonario gurú que convierte en oro todo lo
que toca, nació en 1930, en medio de la Gran Depresión.
Carlos Slim, el mexicano, en 1940, durante el conflicto armado más sangriento
de la historia. Larry Ellison, estadounidense, nacido en 1944 mientras sus
compatriotas se afanaban en encontrar la manera de acabar por la vía rápida con
el molesto imperio nipón. Nuestro compatriota, Amancio Ortega, nacido en marzo
de 1936... sobran las aclaraciones. Bill Gates nació en la plácida década de
los 50 con ganas de arruinar mi teoría, pero no puede: simplemente, es la
excepción que confirma la regla. Tiempos duros engendran triunfadores,
millonarios, hombres y mujeres hechos a sí mismos. Cuide usted de su bebé. Con
algo de suerte, le proporcionará una vejez acomodada y sin sobresaltos.
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