Todos sus componentes son descartes de un programa de
talentos de la televisión británica que no los consideró suficientemente
buenos. Un productor avispado los juntó, les dio un nombre fácil de recordar y
los lanzó a las turbulentas aguas del negocio de la música, a competir por la
suculenta tarta del mercado teen. La jugada salió bien. En menos de tres años,
el grupo One Direction se ha convertido en el fenómeno fan más importante del
momento y sus discos se venden por millones. Sus promotores no pierden el
tiempo: esta semana han presentado en Londres su primera película, un
documental cuyo estreno simultáneo en todo el mundo ha llevado a sus fans al
borde de la histeria. El fenómeno no es nuevo. Empezó con Frank Sinatra, pasó
por los Beatles, los Pecos y Miguel Bosé en España, y no ha parado hasta llegar
a Pablo Alborán y los grupos de niños guapos anglosajones con One Direction
como último representante. En ocasiones la música acompaña, y en otras es
completamente prescindible. Lo que no puede faltar son los gritos, los
desmayos, los sujetadores voladores y las promesas de amor eterno. El fenómeno
fan es casi exclusivamente femenino y un misterio profundo para muchos hombres.
Sospecho que las pasiones que despiertan los chicos de One Direction tienen
poco que ver con la música y mucho con una sexualidad incipiente que se desea y
se teme al mismo tiempo; una histeria vivida desde la tranquilidad que da el
saber que se suspira por algo que nunca se llegará a alcanzar. Lejos de todas
estas sutilezas, el adolescente – chico – de ayer, de hoy, de siempre, seguirá
preguntándose: ¿Por qué se vuelven tan locas? ¿Qué tienen ellos que no tenga
yo? Paciencia, compañero. Dentro de poco se fijarán en ti. Mientras tanto...
¿por qué no tratas de imitar el peinado?
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