Cuando a un paisano le van bien las cosas, no solo en su
tierra sino sobre todo lejos de ella, no es demasiado difícil alegrarse por su
éxito. Si, además, el reconocimiento a su trabajo viene de la capital, hasta el
más envidioso de sus vecinos lo celebrará. El triunfo de un compatriota también
es un poco nuestro, como si parte de su sabiduría o su genio fueran la
decantación de los talentos de todos los que crecimos cerca de él. A Luis
Sorando le van bien las cosas en la capital, aunque muy pocos aragoneses lo
sepan. No es de extrañar: Luis es director artístico y asesor histórico para
cine y televisión, un oficio bastante discreto y poco convencional. En su caso,
la fórmula del éxito es sencillísima; hacer de la obligación y la devoción una
misma cosa, echarle más horas que un reloj y, en su libérrima condición de
autónomo, saltarse cualquier frontera temporal de las que se usan comúnmente
para regular las relaciones laborales: día-noche, laborable-festivo. Vamos, que
si a alguien se le ocurre llamarle un domingo a las tres de la mañana, es
probable que lo encuentre puliendo una armadura medieval o construyendo una
réplica exacta de las cámaras que usaba Segundo de Chomón. Faena no le falta.
Actualmente trabaja en una película y asesora a la serie de TVE “Isabel” para
evitar gazapos que empañen su rigor histórico. Alguien estará pensando que su
labor consistirá en evitar que Fernando el Católico luzca un Viceroy en la
muñeca o que el cardenal Carrillo se tome unos huevos rotos para desayunar. No,
en ese telar se hila más fino. Luis corrige el guión para que a los reyes
católicos se les llame altezas reales y no majestades, para que la reina Isabel
luzca “rostrillo” y no vaya con los pelos al aire, o para que el cadáver de
Juana de Avis sea velado sobre un catafalco y no sobre la cama. Como debe ser.
Que sigan los éxitos, Luis.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario