Las revelaciones sobre el presunto affaire
sentimental del presidente de Francia con una actriz, han sido primera página
en todo el mundo. Un culebrón a escala planetaria. Para que algo así ocurra, se
tienen que dar dos requisitos. El primero, que el país del presidente en
cuestión tenga músculo en la escena internacional. Si mañana saltase la noticia
de que el presidente de Bulgaria tiene un lío con una bailarina de strip-tease,
no creo que llegáramos a enterarnos. El segundo, que tenga el suficiente
glamour. Cambien a François Hollande por el presidente de Japón, tercera
potencia económica mundial, y en lugar de un jugoso chascarrillo tendríamos
algo tirando a desagradable. Ciertamente, a la Francia de los maletines
nucleares y Christian Dior le sobran poder y razones para argüir que el glamour
es producto de su invención. A la actriz Julie Gayet, protagonista femenina del
escándalo, belleza y sofisticación. ¿Que Hollande parece más un tendero de
ultramarinos que un galán? Es posible, pero Francia no se acaba en los Campos
Elíseos. El país galo ha presumido siempre de una especial permisividad con los
deslices privados de sus dirigentes, y la prensa ha sido consecuente con ello.
¿Francia ha dejado de ser Francia? No del todo. La delicada situación del
presidente peor valorado de los últimos tiempos ha despertado una corriente de
simpatía y comprensión, según las encuestas. Tanto es así, que hay quien dice
que fue el propio Hollande quien filtró la noticia para mejorar su imagen. Y
romper la baraja, desde luego. Su actual pareja, Valérie Trierweiler, está
ingresada en un hospital a causa de un supuesto shock. Años atrás, fue ella
quien tomó el relevo de Ségolène Royal, ex-candidata presidencial, en las preferencias
del irresistible François. Un feuilleton en toda regla. Une spécialité française. Insuperable.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario