sábado, 6 de enero de 2018

DOLOR DE PUEBLO (31/12/2017)

La noticia comenzó a circular la misma tarde del suceso. Dos guardias civiles y el dueño de una masía habían sido asesinados a tiros en un pueblo de Teruel. Pensé que el asunto llenaría rápidamente las portadas de los diarios digitales nacionales pero al abrir uno de ellos, para mi sorpresa, no lo encontré. ¿Se trataba de una noticia falsa? Desgraciadamente no. Al descender por la página web de ese prestigioso diario nacional, la información aparecía en quinto o sexto lugar, con una rotulación discreta. La postergación me extrañó, pero en ese momento la atribuí a la premura al elaborar la noticia. 
A las pocas horas se detuvo al asesino y se conoció su identidad. Se trataba de un exmilitar serbio que venía de cometer varios asesinatos en Italia y que vagaba por la zona desde hacía más de diez días tras protagonizar otro tiroteo en el que resultó herida otra persona. Como es lógico por la gravedad del suceso y por la pérdida de vidas humanas – entre ellas dos agentes de la autoridad -  la noticia acabó en la primera página de todos los medios de España. Además, el caso reunía otros elementos que atraían la atención del público: la frialdad del asesino, el inquietante alias de “Igor El Ruso” y las desgraciadas circunstancias de la muerte del joven José Luis Iranzo, vecino de Andorra, y de los guardias civiles Víctor Jesús Caballero y Víctor Romero, que fueron ejecutados por un criminal cuya inesperada crueldad no les dio la menor oportunidad. 
La reacción en las comarcas de Andorra y Alcañiz fue de enorme consternación. Iranzo era un líder que deja un profundo vacío en la comarca y uno de los agentes era natural de Calanda; el otro, gaditano, estaba plenamente integrado en la sociedad alcañizana. Al dolor por la muerte de los jóvenes se unía la incredulidad por todo lo que había pasado. ¿Cómo era posible que un suceso tan infrecuente y que ponía de manifiesto un peligro tan evidente para la población como un tiroteo – el que se produjo diez días antes de los asesinatos - hubiese recibido tan poca atención por parte de las autoridades? El asesino había recorrido la comarca durante diez días, pistola en mano, robando comida en las masías de la zona como una bestia acorralada y sin que la población hubiera sido advertida del peligro. El despliegue de la Guardia Civil para hacer frente a esa amenaza - ocho agentes - demostró ser insuficiente. ¿Cuál hubiera sido la reacción de los poderes públicos si el pistolero hubiera amenazado a una población urbana? La pregunta era lanzada por los amigos de José Luis Iranzo, los primeros en poner voz a ese grito de indignación que compartían muchos habitantes del medio rural. Al escucharles, volvió a mi memoria la tarde de aquel 14 de diciembre y entendí por qué aquella noticia se resistía a aparecer en la portada. 
Vivimos en una sociedad cada vez más capitalina. El urbanita cerril no comprende por qué alguien desearía vivir en un pueblo y cómo es la vida allí, de la misma forma en que no comprende otras culturas lejanas y exóticas. La conexión emocional se rompe y de pronto un tiroteo se convierte en un suceso en un pueblo perdido de nombre pintoresco y del que nadie ha oído hablar. La ciudadanía y los poderes públicos debemos reconectar con lo rural. Porque todo empezó y empieza allí cada día. Lo que respiramos, lo que comemos, lo que somos y lo que fuimos. Porque la más glamurosa de las capitales comenzó siendo una aldea de pastores y campesinos. Nada bueno espera a la sociedad que un día llegue a olvidarlo.

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