Hace algunos años, en una librería de segunda mano del
norte de Inglaterra, alguien encontró un viejo póster cuidadosamente plegado
entre las páginas de un libro. Sobre un fondo rojo y bajo el símbolo de la
corona real, se leía en grandes caracteres: “Keep calm and carry on”, mantenga
la calma y siga adelante. El cartel pertenecía a una serie de tres modelos,
impresa por el ministerio de información británico en 1939 para infundir coraje
a la población ante la inminente amenaza de la guerra. Los dos primeros, que
animaban a defender la libertad con “valentía, alegría y determinación”,
empapelaron las calles del Reino Unido; del tercero, el que predicaba mantener
la calma en aquellas sombrías horas, no llegaron a imprimirse más que un puñado
de ejemplares porque estaba pensado para una circunstancia que felizmente no se
produjo: la invasión de las islas por los alemanes. Encantados con su hallazgo,
los dueños de la librería colgaron el póster en una de las paredes de su local
sin sospechar que el asunto iba a convertirse en un fenómeno mundial. Primero
fueron sus clientes, que cada día se ofrecían a comprárselo. Luego el asunto
saltó a la prensa y el cartel se convirtió en un icono que decoró camisetas,
tazas de café y toda clase de merchandising. Inesperadamente, setenta años
después de haber sido concebido, aquel “Keep calm and carry on” hacía sonar una
tecla emocional que conectaba con el individuo del siglo XXI, angustiado por
las zozobras de la crisis económica. En España no estamos en guerra y los
alemanes no quieren invadirnos, al menos de momento, pero el lema parece de lo
más oportuno e inspirador. Intento aplicármelo. Me gusta pensar que mientras
caen las bombas de la incertidumbre, soy capaz de atusarme el bigote y beber
una taza de té. Que puedo mantener la calma y seguir adelante.
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