Izarbe ha empezado a ir al colegio este año. Me puedo
imaginar la mezcla de emoción y temor que sentirán todavía sus padres cuando la
vean salir cada mañana con su mochilita, camino de clase. Allí no podrán
protegerla tanto. Allí comenzará a vivir sus primeras experiencias de pequeña
persona, a aprender los códigos de comunicación, las normas, los valores... En
este caso, el tamaño liliputiense del mobiliario escolar no encaja del todo
bien con la suprema importancia de lo que ocurre en las aulas de educación
infantil; produce algo de vértigo pensarlo, pero los primeros tres años de vida
colegial marcarán en alguna medida su futuro. Hace unos días fuimos a su casa,
de visita. Antes de hacer un repaso a los juguetes de Papa Noel, Izarbe quiso
enseñarnos el trabajo que había estado haciendo en clase durante las últimas
semanas. “Kandinsky”, rezaba un gran rótulo de colores sobre el lomo de una
simpática cartera de cartulina. Durante unos instantes me pregunté de quién
sería la insensata idea de utilizar el apellido del insigne pintor ruso Vassily
Kandinsky (1866-1944), precursor del arte abstracto, para ponerle nombre a un
payasito, a una rana o a Dios sabe qué. Pronto comprobé mi error. Con una
sonrisa de satisfacción, Izarbe fue sacando de su cartera reproducciones de
cuadros de Kandinsky, ¡el artista ruso!, nacidas de su paleta colorista e
infantil. Aquí una “Composición IV”, allá unos “Cuadrados y círculos
concéntricos”. Sopla. Yo sí que me quedé a cuadros. Algunos aguafiestas se
preguntarán ahora para qué necesitan unos niños de tres años saber quién era el
tal Kandinsky. A mí me parece un acierto total. Entre otras cosas, porque
sospecho que Kandinsky se inspiró en un niño para crear el arte abstracto. Eso,
o lo inventó mientras hacía garabatos durante una clase aburrida. Feliz
colegio, Izarbe.
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:0). Gracias!!!!
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