A principio de mes, el jefe del Servicio Catalán de
Tráfico en Gerona fue “cazado” por un radar móvil circulando a 160 kilómetros por
hora en una autopista. Irónicamente, regresaba de asistir a una comisión de
tráfico encargada de fijar un plan para reducir la siniestralidad en las
carreteras a la mitad. A las pocas horas, con buen criterio, el infractor
presentó la dimisión. Para muchos, conducir a esa velocidad por autopista - y
probablemente con poco tráfico - quizá no suponga una conducta excesivamente
temeraria. Sin embargo, el hecho de que un alto responsable de Tráfico no tenga
programada en su cerebro, casi automatizada, la obligación de respetar el
límite de velocidad, es síntoma de un ambiente social que no acaba de asumir
por completo las normas de circulación. Normas que la propia sociedad se ha
dado a sí misma, lo que no deja de ser paradójico. No es un síntoma aislado;
hay otros. Me pregunto, por ejemplo, si existe algún otro país civilizado donde
se anuncien los detectores de radares “para evitar multas” en los programas de
radio de mayor audiencia. O donde se difunda la localización de los radares
fijos ¡en la mismísima página web de la
DGT! El uso sistemático de la palabra “cazado” al informar de
las infracciones de tráfico es algo más sutil, pero quizá traicione el
sentimiento de ver a la autoridad en esos casos como un cazador que emplea una
trampa... Es evidente que no basta con un código de circulación estricto para
inspirar prudencia en los conductores; hace falta el consenso social que
estimule a las autoridades a hacerlo cumplir. Actualmente disponemos de una
tecnología disuasoria con la que no sería difícil reducir los accidentes a la
mitad, pero no se emplea en todo su potencial. Las autoridades huyen de la
impopularidad como de la peste. Una vez más, tenemos exactamente lo que nos
merecemos.
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La norma en virtud de la cual es no ajustado a Derecho conducir a más de 120 km/h por autopistas rectilíneas en perfectas condiciones ambientales, de vehículo y de conductor es, símplemente, imbécil hasta la náusea. Sólo a un profundo subnormal se le pudo ocurrir bajarla a 110 derrochando fortunas con nueva señalización. Les emplazo a todos Vdes. a que recuerden su nombre. Ahí lo dejo.
ResponderEliminarComo usted sabe, se está estudiando la posibilidad de subir el límite a 130 km/h. En todo caso, la cifra que se establezca deberá tener en cuenta la posibilidad de que las condiciones ambientales no sean perfectas, el tráfico complicado, y el conductor rematadamente torpe. Más lógico sería disponer de una señalización que se adaptara a las condiciones de cada momento -si es de día o de noche, si hay niebla o un cielo despejado- pero de momento la normativa se limita a establecer cifras genéricas, según el tipo de vía.
ResponderEliminarEn todo caso, apreciado Hans, los límites son necesarios, aunque admito que puedan ser irritantes en algunos casos por su falta de lógica (ir a 50 km/h por el tercer cinturón de Zaragoza también roza el ridículo)
Por cierto, qué distinguido estaba usted con ese traje color beige y tocado de bonito sombrero, en aquel acto social que recoge el Heraldo. Ay, ¿cuándo perdimos el estilo y la elegancia en el vestir?