Sin hacer ruido, los dos grandes partidos políticos
alemanes, el democristiano y el socialdemócrata, siguen negociando para
alcanzar un pacto de gobierno. Comprendo que la noticia, dicha así, no vaya a
ser trending topic en las redes sociales. Tampoco se prevén acalorados debates
en las tertulias radiofónicas. En España estamos demasiado ocupados en asuntos
identitarios, separatismos, sectarismos, asesinos que salen de la cárcel y
corruptos que no entran, como para prestar atención a un tema tan... ¿aburrido?
¿O debería decir revolucionario? Volvamos al principio, para tomar conciencia
de su significado. La CDU, el partido de Angela Merkel, y los socialdemócratas
del SPD, son los equivalentes al PP y al PSOE en España. La gran coalición que
están negociando significa, ni más ni menos, que el futuro gobierno alemán
estará compuesto por ministros de los dos grandes partidos. ¿Se imaginan un
gobierno de España con Rubalcaba sentado en la mesa del consejo de ministros
junto a una bronceada Ana Mato? Ni un cataclismo nuclear lograría un prodigio
semejante. Para los alemanes, sin embargo, no será la primera vez: en 1969 y
2005 ya tuvieron gobiernos de coalición entre las dos fuerzas políticas
teóricamente antagónicas. ¿Por qué se habla tan poco en España de un
acontecimiento tan revolucionario? Porque, más o menos conscientemente, no
interesa al establishment ni a los creadores de opinión. ¿En qué ocuparía su
tiempo un político español medio si no pudiera criticar a sus rivales? ¿En
tener ideas? ¿Y qué sería del periodismo patrio si ya no se pudiera identificar
claramente a amigos y enemigos? Sería la ruina de las dos mayores industrias
del país, el alboroto y el sectarismo. Mientras tanto, los alemanes siguen a lo
suyo. Un 66% de la población apoya la gran coalición. Casi sin hacer ruido.
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