Sorprendo a mi amigo Pablo Marín, excelso
guitarrista, economista y alpinista, enfrascado en sus compras navideñas. No me
lo encuentro por la calle cargado de bolsas, exhalando vaho por la boca y con
un impertinente soniquete de villancicos de fondo tratando de arruinar nuestra
conversación. La charla es telefónica porque Pablo está frente a su ordenador,
navegando pacíficamente por internet. Como buen músico, Pablo conoce bien todas
las tiendas online del sector, pero me aventuro a recomendarle una web alemana
con precios muy interesantes. Su respuesta me deja descolocado: si la
diferencia de precio no es escandalosamente grande, prefiere comprar en tiendas
españolas. “Por un ahorro de 15 euros no me compensa hacer todavía más rico a
un empresario alemán”. Tengo que aclarar, para explicar mi sorpresa, que mi
amigo no vota a partidos de derechas y que no suele sacar la bandera al balcón
cada 12 de octubre. “¡Pero tú eres un patriota!”, exclamo al otro lado del
teléfono. Pablo protesta suavemente y no se lo reprocho: el término “patriota”
no se cotiza demasiado al alza en los últimos tiempos. “No se trata de
patriotismo. Simplemente, si no apoyamos a las empresas españolas, contribuimos
a descapitalizar el país.” Aquí ha salido el Pablo Marín economista, y no le
falta razón. No tiene mucho sentido que nos pasemos la vida hablando de la tasa
de paro y del crecimiento del PIB como cifras que marcan nuestro destino como
sociedad, y que luego, a la hora de consumir, nos convirtamos en apátridas, en
listillos que buscan el ahorro de unos pocos euros sin tener en cuenta nada
más. La situación de nuestra propia economía, por ejemplo; o que el país de
origen del producto sea una dictadura despreciable. A partir de hoy, me
propongo ser un consumidor más responsable. Y de paso, un patriota mejor.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario