Esta semana, el gobierno vasco ha recibido el informe que
encargó hace un año a un grupo de historiadores de la Universidad del País
Vasco sobre la memoria de los años del terrorismo etarra (1968-2010). La
conclusión del informe es demoledora: Euskadi no fue víctima de un conflicto
con el Estado sino de un intento de imposición de un proyecto totalitario por
parte de ETA. La noticia ha pasado casi desapercibida, al menos hasta el
momento que escribo estas líneas, pero refleja un acontecimiento de importancia
capital: la derrota moral de la banda terrorista. El problema, desde un punto
de vista periodístico, es que más que un hecho puntual, noticiable por tanto,
se trata a menudo de un proceso casi invisible. Es difícil hacer una fotografía
de algo así. No ocurre lo mismo, sin embargo, con la derrota policial. Irónicamente,
el día en que ETA se declare disuelta o que se entreguen las armas, hechos que
no harán más que confirmar una realidad ya vieja, la anti-noticia por tanto, el
acontecimiento copará los titulares. Somos así, necesitamos momentos simbólicos.
Algunos pensarán que esa derrota moral, el definitivo asentamiento de un
consenso en la sociedad vasca sobre la injusticia absoluta de la obra terrorista,
era ya un hecho consumado y que no hacía falta ningún informe académico para
constatarlo. No puedo estar más en desacuerdo. En primer lugar, por la
trascendencia de que fuera el gobierno vasco del PNV quien lo encargara y un
grupo de historiadores de la Universidad del País Vasco el que lo llevara a
cabo. Y en segundo lugar, por la certera y brillante conclusión a la que han
llegado: no hubo conflicto, sino un intento de imponer un proyecto totalitario.
Claro y cristalino. La peor derrota para los malvados. La victoria definitiva de
la verdad y la justicia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario