Comienza la campaña para las elecciones autonómicas en
Andalucía y comienza un año político de alto voltaje, cargado de citas
electorales como nunca se ha visto en la historia de España. Después de las
andaluzas vendrán las municipales y autonómicas en las comunidades sin pedigrí.
¡En septiembre las autonómicas catalanas! Con la consabida fanfarria
separatista, esteladas al viento y Artur Mas preparándose para entrar en el
glorioso panteón de los estadistas catalanes, en dura pugna con sus
aliados/rivales de ERC. De postre, por si aún nos queda hueco en el estómago,
las elecciones generales. Es la gran Campaña Electoral, así, con mayúsculas y
en singular, porque las campañas se sucederán unas a otras en un infinito
discurrir de mítines, autobuses electorales y apretones de manos, como una interminable
comedia en la que todos se esforzarán en parecer lo que no son. El presidente
del gobierno, prácticamente desaparecido durante toda la legislatura, se calzará
las botas e intentará que se manchen de barro lo más posible. El candidato
socialista tratará de sacudirse el sambenito de ser el nuevo Zapatero y hasta
dirá tacos, felizmente manchado de barro. Pablo Iglesias querrá convencernos de
que solo estuvo en Venezuela haciendo turismo, y de que hace tanto tiempo que
no canta la Internacional que la letra prácticamente se le ha olvidado. Albert
Rivera escribirá un best-seller que llevará por título: “Como crear un partido
político nacional en 15 días (y aspirar a ganar las elecciones)”. Rosa Díez
escribirá otro, pero este será un fracaso en ventas: “Lo que pudo haber sido y
no fue”. Cayo Lara se comprará unas zapatillas de cuadros y optará por
jubilarse tarareando las notas de un réquiem… Agárrense que vamos. Y disfruten,
que la democracia también sirve para eso. En cien años, todos calvos.
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