No lo ha dicho un
obispo, ni un censor. Lo dice Carolina Herrera. La diseñadora venezolana, que
da nombre a una de las empresas de moda más prestigiosas del mundo, ha puesto
el grito en el cielo al comprobar cómo las celebrities se han lanzado a una
peculiar competición por lucir el vestido más transparente. “¿Cómo puedes ser
un icono de la moda si no llevas ropa?”, se pregunta la elegante septuagenaria en
una reciente entrevista para el Washington Post. No sé si Beyoncé, la
incombustible Jennifer López o Kim Kardashian se habrán dado por aludidas, pero
es seguro que el dardo no habrá pasado desapercibido en los cuarteles
generales de las firmas de moda que han sucumbido a la obsesión por la
transparencia, como la denomina la señora Herrera, algunas tan importantes como
Versace, Roberto Cavalli o Givenchy. ¿Guerra comercial o discrepancias sobre el
concepto de belleza? De todo un poco. En un mundo tan competitivo como la alta
costura, sería ingenuo pensar que las declaraciones de alguien tan influyente
no tienen repercusión sobre las cifras de negocio o las estrategias
empresariales. Pero estoy seguro de que la veterana diseñadora, además, está
convencida de lo que dice. Y yo le doy la razón. Que todo el mundo te mire –
porque eso es algo que las dichosas transparencias consiguen, indiscutiblemente
– no significa que tu vestido, o tu no-vestido en este caso, guste o sea
bonito. Personalmente, creo que esas gasas transparentes, por mucha pedrería
que les acompañe, son vulgares. Y en cuanto a su presunta sensualidad, a este
humilde escribano le sugieren el mismo erotismo que una activista de Femen con
los pechos al aire pintados con Rotring negro, junto al Kremlin en un día de
lluvia. Es decir, poco. Pero, en fin, tápense o descúbranse, que este mundo es
libre. Los demás miraremos.
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