martes, 31 de marzo de 2009

EL LINCE (27/03/2009)

Ha sido una campaña publicitaria efectiva. Con la dosis de demagogia necesaria para llamar la atención y con un mensaje de fondo perturbador. Comparar la legislación del aborto con la de protección de una especie amenazada como el lince quizá no sea un alarde de lógica aristotélica, pero hay que reconocer que la Iglesia Católica ha conseguido despertar el debate y cabrear a mucha gente. Hasta el conservador de linces de Doñana se ha sentido en la obligación de opinar del asunto; resulta que el lince no era ibérico sino euroasiático. El aborto es un asunto incómodo. Sus detractores hablan alto y claro de inmoralidad pero no de soluciones jurídicas. ¿Deberían ingresar en prisión las mujeres que aborten? Los partidarios más ardorosos se refieren al aborto como un derecho reproductivo y propugnan el aborto libre. Entre unos y otros se sitúa la gran mayoría, partidaria de la despenalización pero que, habitualmente, opta por comprometerse lo menos posible. A raíz de la campaña de la Conferencia Episcopal todos se han lanzado a hablar del lince, de la Iglesia, del hambre en el mundo, pero muy pocos han entrado en el fondo del asunto. No soy católico. Sin embargo, el aborto me plantea serias dudas morales. Creo que es un grave error. Estoy a favor de la despenalización completa: ninguna mujer que aborte debería ir a la cárcel, de la misma forma en que alguien que se autolesione no será condenado por ello. Estoy en contra del “derecho” al aborto: es algo simbólico, pero de gran importancia. Estoy en contra de que se practiquen abortos pagados con mis impuestos. No se si lo habrán notado, pero no encajo en ninguna parte. De esta columna renegarían por igual Bibiana Aído y Benedicto XVI. Porque las opiniones son siempre ricas y variadas. Mucho más de lo que les gustaría a unos y a otros.

domingo, 29 de marzo de 2009

TAXI (Marzo 2009)

Estoy en el Mercadona y tengo una llamada de París. No suelo recibir llamadas desde París cada día. Ni cada mes. Ni cada año. Vale, de acuerdo: es la primera llamada de París en toda mi vida. Una voz femenina sufre por hacerse entender en un castellano más que rudimentario. La superioridad lingüística me permite seguir haciendo la compra mientras la parisina suda la gota gorda buscando palabras en el departamento cerebral de la lengua cervantina que, en su caso, parece ser más pequeño que un kiosko de pipas. “¿Dónde demonios está el Licor del Polo?” Recuerdo al presidente de Mercadona anunciando el comienzo de la 3ª guerra mundial y dejo de buscar. O me conformo con la marca blanca o me limpio los dientes con Ajax pino. La conversación no avanza. Decido pasar al francés y cambiamos los papeles: ella se viene arriba y yo me quedo plantado en mitad de la sección de pizzas y congelados, incapaz de hacer una segunda cosa aparte de chapurrear. Al final nos entendemos: debo hacer llegar una cinta a París antes del viernes, para participar en un concurso de cortometrajes llamado “La mirada de la mujer”. “Yesuisanom” - intento hacerle entender que soy un hombre –. Como el protagonista de mi cortometraje es una mujer, he sido seleccionado. Fantástico. Debo llegar a Seur en 15 minutos. Cojo un taxi. Corra. Dése prisa. Al principio, el taxista se concentra en la tarea. Pero yo mismo me busco la ruina: hago un inocente comentario sobre política. El taxista se transforma. Leo en el sintonizador de radio unas letras reveladoras: COPE. Por su boca salen más de diez insultos por minuto, por lo que deduzco que es un fiel seguidor de Federico. Céntrese que no llegamos. No hay manera. Vocifera, gesticula, se acalora. Adiós Louvre. Adiós Barrio Latino. Nunca nos quedará París. Mira que hay taxis. Maldita política.

CLINT EASTWOOD (Marzo 2009)

Tiene 78 años y no ha cedido a la tentación de estirarse la piel. En su caso, el de un galán admirado por millones de hombres y mujeres durante décadas, asistir con elegancia al espectáculo de la propia decadencia física tiene su mérito. Clint Eastwood siempre ha sabido adaptarse a los tiempos. Tras unos duros comienzos alcanzó el estrellato como actor, encasillado en papeles de duro pistolero del oeste o policía de gatillo fácil. Ganaba entonces más de lo que podía gastar y se había instalado cómodamente en el status de celebridad. No tenía ninguna necesidad de arriesgar el dinero o el prestigio. Pero lo hizo. Fundó su propia productora y, en 1971, dirigió su primera película. Que una estrella de Hollywood compaginara su trabajo de actor con la dirección de películas era casi una excentricidad. Además, el Eastwood director demostró tener una sensibilidad distinta, muy alejada de Harry el Sucio y los brutales personajes que le hicieron famoso como actor. Película a película fue ganando en madurez y profundidad. Con el tiempo, llegaron las obras maestras, los premios y el reconocimiento mundial. Otra fantástica oportunidad para el conformismo. Pero no. Lo más increíble del caso de este casi octogenario californiano es que, a diferencia de lo que les ocurrió a otros grandes maestros del cine como Hitchcock o Wilder, él no ha perdido con los años la frescura creativa o el favor del público. Sigue dirigiendo, actuando, componiendo las bandas sonoras y, con su última película, “Gran Torino”, arrasando en las taquillas. En esa cara cuarteada y llena de arrugas, sus ojos no han cambiado. Quizá ellos tengan la respuesta de todo. La mirada de Clint Eastwood sigue conservando la seducción, la curiosidad, la piedad o la fiereza de siempre. Morirá con ella. Con suerte, dentro de muchos años. Dios te guarde, Clint.

LAS PESADILLAS DE DARWIN (Marzo 2009)

Junio de 1858. Charles Darwin, naturalista inglés de 49 años, no consigue dormir. En su vida, todos los frentes de lucha parecen haberse puesto de acuerdo para lanzar un ataque feroz. La enfermedad crónica que sufre desde hace décadas avanza imparable. Una epidemia de escarlatina amenaza la vida de sus hijos (Charles Waring, de dos años, morirá en pocos días) Su teoría científica más preciada, la que escribe secretamente en un cuaderno rojo que nadie más lee, se encuentra gravemente amenazada. Charles Darwin no puede dormir porque se siente culpable. ¿Qué clase de padre se preocupa durante un solo minuto de su prestigio profesional, mientras sus hijos mueren delante de sus ojos? La carta de su colega Wallace le ha llenado de inquietud. Se está acercando extraordinariamente a la teoría de la evolución de las especies por medio de la selección natural, que él concibió hace más de 20 años y que sólo sus más íntimos conocen. ¿Qué demonios le ha impedido publicarla hasta ahora? ¿Las dudas religiosas? Aceptar que la especie humana es una más dentro de la creación, resultado de la evolución de especies anteriores, echa por tierra el relato de la Creación y la singularidad del hombre, que proclama la religión. Pero no. Hace años que las dudas religiosas dejaron de mortificarle. Ahora acompaña a su familia hasta la puerta del templo, y aprovecha para pasear por el campo, sumido en sus pensamientos. ¿Por qué, entonces, este silencio de años? El rostro de Darwin dibuja una sonrisa en la oscuridad. Está recordando cómo se sintió la primera vez que se atrevió a hablar a su amigo, el botánico Hooker, de su gran secreto: fue como confesarse culpable de asesinato... La sonrisa se transforma en un rostro de determinación. Mañana empezará a escribir. Agotado, el sueño le acoge al fin.

REVOLUCIÓN (Febrero 2009)

Puede que el título les suene a guillotina, a grupos de barbudos vestidos de cáqui fumando vegueros en una isla caribeña o a un señor de gafitas redondas diciendo que lo tuyo es mío – dámelo ahora mismo - y el pueblo somos todos. Revolución es una bonita palabra pero, generalmente, aquellos que la usan se acaloran fácilmente y son propensos a combinarla con otras menos pacíficas: ejecuciones, purgas, limpiezas. Casi todas las revoluciones políticas conocidas han acabado recurriendo a la violencia contra ese pueblo al que habían venido a salvar. La revolución vasca no es una excepción. ¿Revolución? Bueno, a fin de cuentas, ETA nació como un movimiento revolucionario de liberación nacional. ¿Recuerdan el nombre que reciben las cantidades de dinero que solicitan periódicamente los terroristas en cartas amenazantes dirigidas a empresarios vascos? Impuesto revolucionario. Por tanto, sí, el movimiento abertzale encabeza una revolución, pero una que abandonó hace mucho tiempo el idealismo de las flores y los puños en alto; una revolución en plena fase stalinista, donde el entusiasmo militante, la complicidad o la simpatía han sido sustituidos por la amenaza y el miedo. Las encuestas dicen que el 60% de los vascos rechaza totalmente a ETA. Un 17% cree que su acción pudo estar justificada en el pasado pero no actualmente. Un 12% comparte sus fines pero no sus métodos violentos. Un 3% les apoya parcialmente, criticando sus errores. Finalmente, un 0,4% les apoya por completo. ¿En nombre de quién matan entonces? Gran interrogante. ETA y su entorno necesitan desesperadamente una nueva revolución. Y esta vez pacífica: la del camino de vuelta y el reconocimiento de los errores. Pedir y dar perdón. Señores valientes revolucionarios vascos: les estamos esperando.

ROSA (Febrero 2009)

Según el CIS, Rosa Díez es la segunda política mejor valorada por los españoles, detrás de Rodríguez Zapatero y por delante de Rajoy. Con la que está cayendo, no sorprende demasiado que ninguno de ellos alcance el aprobado: 4.43 para la líder de UPD, 4.55 para el presidente del Gobierno y unos inquietantes 3.51 para el jefe de la oposición. Suspendidos, pencados, cateados. La única que tiene motivos para la alegría es Rosa Díez, a la que podría concederse un “progresa adecuadamente”. Según para quién, claro. Desde las elecciones de marzo ha triplicado el número de seguidores y su ascenso ha disparado las alarmas en los cuarteles de los grandes partidos. Consigna: hay que poner etiqueta a esta mujer a toda costa. La del equipo rival, por supuesto. Cuando se pregunta a Rajoy sobre ella, su rostro se tensa, levanta el dedo índice y dice: Que nadie se equivoque, esa mujer es socialista. Para el PSOE, Rosa Díez es como Figo cuando se pasó al Real Madrid: una traidora que ha abandonado los ideales progresistas para pasarse a la derecha. El objetivo es que la fuga de votos hacia Unión, Progreso y Democracia - el complicado nombre del partido de Rosa Díez - afecte más al partido rival que al propio. Mientras tanto, la política rebelde, el grano en el trasero de los partidos tradicionales, no deja de repetir la palabreja que esconde la verdadera fuerza de su proyecto político: el suyo es un partido “transversal”. En cristiano, que caben gentes de izquierda y de derecha. Imposible, dirán muchos. Yo les cuento un caso real: Miguel y Pilar son un matrimonio amigo, que jamás ha votado al mismo partido. El se escora a la derecha y ella a la izquierda. Ahora afirman que apoyarán a UPD. Que en su casa se acabaron las discusiones políticas a gritos. Que irán a votar juntos y de la mano. Estrategas políticos, tomen nota.

ULTIMAS VOLUNTADES (Febrero 2009)

Siempre me han gustado los entierros de las películas americanas. Bandejas de suculenta comida, bebidas espirituosas y multitud de invitados elegantes que ríen despreocupadamente derramados por las habitaciones-cocina-salón (nos lo enseñan siempre todo) del enorme chalet con jardín que parecen tener adjudicado los norteamericanitos desde el día en que vienen al mundo. Se les ve tan a gusto que parece que no se ha muerto nadie. Además, los familiares más directos del fallecido tienen el detalle de salir al jardín en soledad o quedarse en un discreto rincón para no estropear la fiesta a los demás, que han cruzado el Rubicón del “hoy ya no ceno”, y se han lanzado a comer y beber como posesos. Lo digo completamente en serio. Para mi funeral preferiría más cerveza y menos lágrimas. Menos rezos y más canciones. El problema es que, o se realiza una declaración formal y por escrito o, cuando menos te lo esperas (es decir, cuando te mueres), te ves dentro de una caja presidiendo un fúneral plúmbeo en el que sólo habla una persona a la que no conociste nunca, con un fondo de música de cassette. Por escrito, con fecha y firma. El testamento vital o declaración de voluntades anticipadas es un documento firmado ante un funcionario, un notario o varios testigos, en el que pueden recogerse estas cuestiones y otras mucho más importantes: instrucciones sobre los tratamientos médicos que deseamos o no recibir en caso de imposibilidad de manifestar nuestra voluntad, sobre donación de órganos... Aunque a los oligopolios de la moral les moleste, la libertad humana no prescribe por la enfermedad o la inconsciencia. Para evitar intromisiones de obispos y primeros ministros conviene dejar las cosas claras. Formularios de testamento vital son fáciles de encontrar en internet.

ORO (Febrero 2009)

Si usted se hubiera levantado de la cama un 10 de septiembre de 2001, activo, de buen humor, y se hubiera acercado hasta el banco para comprar 5000 euros de oro, hoy podría venderlo por 25.000. Si el precio de un producto sube – dice la teoría económica – es porque muchos individuos lo quieren al mismo tiempo. El problema para los demandantes de oro es que el metal amarillo no se cultiva, ni se fabrica; se arranca a la tierra dolorosamente. La cantidad de oro que llega al mercado es siempre limitada – rigidez de la oferta, lo llaman- , y si el número de demandantes aumenta, el precio sube, sube y sube. ¿Por qué le ha dado a todo el mundo últimamente por comprar oro? ¿Quieren enterrarse en sarcófagos forrados con la “carne de los dioses”, como hacían los faraones egipcios? No, me temo que los prêt-a-porter funerarios de Tutankamón y los suyos no volverán. La culpa es de la crisis, para variar. Los ricos, contra la creencia popular, también sufren mucho en tiempos de incertidumbre económica. ¿Qué hacer con el dinero? Si la moneda se deprecia, de los bancos quién se fía, el ladrillo está por los suelos y la bolsa ni le cuento...me compro un lingote y problema resuelto. ¿Y si el mundo se diera cuenta de pronto de que el oro, en sí mismo, no vale para nada? Hasta 1971 respaldaba a los dólares americanos y era el sostén del sistema financiero mundial, hoy ni eso. La joyería ha quedado, en solitario, como su única aplicación “práctica”. Como era de esperar, esta frivolidad tiene un alto precio: la extracción del oro provoca gravísimos problemas sociales, políticos y medioambientales en países del tercer mundo. Como hace miles de años, se mata y se muere por poseer el símbolo de la fortuna y la inmortalidad. Caprichosos, implacables y no siempre racionales. Habrá que aceptarlo: así somos.

EL COLOSO (Enero 2009)

El Coloso es un cuadro pintado por Goya. O por su hijo Javier. O por su discípulo Asensio Juliá. Sabe Dios. Lo único seguro es que la tela está colgada en el Museo del Prado y que, al pie del marco, no se por cuánto tiempo, un rótulo declara: Francisco de Goya. Como uno de los pasatiempos favoritos del género humano es discutir, la polémica sobre la autoría de este coloso con el torso desnudo y los puños al aire, promete ser larga y divertida. Manuela Mena, conservadora del museo, ha levantado la liebre. En una solemne conferencia de prensa afirmaba que sus sospechas, secretamente abrigadas desde 1991, se han confirmado: el cuadro no es de Goya. Pobre mujer. Qué mala vida habrá llevado con ese terrible pensamiento durante años. Sobre todo si recordaba el catálogo que escribió para una exposición de 1988, donde la obra “pastiche” de hoy era descrita como “una de las más dramáticas, poéticas y misteriosas de Goya”. Los trazos que hoy tacha de toscos, sucios y torpes eran entonces “golpes rápidos y nerviosos, de una precisión y energía singulares”. Suena raro utilizar los mismos elementos para defender la autoría y para rebatirla, 20 años después. Todavía más raro convocar una rueda de prensa, sin ser 28 de diciembre, para decir que El Coloso “casi seguro” que no es de Goya. Reconozco que, en el fondo, preferiría que no lo fuera. Juego con ventaja, claro: no me juego el prestigio ni el dinero. Pero me encanta pensar que todos, discípulos incluidos, tenemos una obra maestra en nuestro interior. Un pensamiento genial, un chut por la escuadra, una canasta de tres desde medio campo, una nota de amor pegada a la nevera digna de Benedetti, una fotografía movida que podría colgarse en el MOMA de Nueva York. Todos tenemos algo de Goyas, pero no vayan diciéndolo por ahí. Al director del Prado podría darle un infarto.

SULLY, EL PILOTO (Enero 2009)

Su gloria ha sido efímera. Periodísticamente, el fenómeno Obama se ha llevado por delante su hazaña. El increíble aterrizaje que protagonizó el piloto Chesley B. “Sully” Sullenberguer III sobre las aguas del río Hudson en Nueva York ha pasado a un segundo plano de la actualidad, pero también se ha ganado un confortable lugar en la historia de la aviación. Unos inocentes pajarillos, en el lugar equivocado en el momento equivocado, habían inutilizado los motores del A320 a los pocos minutos de despegar del aeropuerto de La Guardia. La pericia y la sangre fría de Sully lograron dirigir el avión entre la jungla hormigonada y depositarlo suavemente en el río. Con una tranquilidad peliculera, más propia de James Bond, organizó la evacuación del avión hasta que llegaron los barcos de salvamento. Según testigos presenciales, el nudo de su corbata no llegó a aflojarse. El único síntoma de la tensión del momento, fueron algunos mechones de pelo que se habían movido de sitio. Al llegar a la terminal llamó a su mujer y le recordó que cancelara la mesa en el restaurante que habían reservado para esa noche. La leche. Cuando vi su foto en internet lo comprendí todo. Esperaba encontrar a un Leonardo Di Caprio con gafas ray-ban y resultó que no. Sully tiene 57 años y aparenta 15 más. Tiene el culo pelado de pilotar cualquier cosa con alas desde los 17 años. Los héroes en la vida real existen, pero no son guapos ni tienen el pelo negro y espeso. Tienen cuatro pelos grises. A esta sociedad que idolatra la juventud, el caso de Sully envía un mensaje bien claro. Despreciar la veteranía es un grave error. Espero no ver a Sully anunciando corn-flakes en la tele, al menos de momento. Que siga en el oficio. Así, si algún día cojo un avión a Nueva York, todavía será posible. Dormiré tranquilo pensando que lo pilota él.

ROBINSON (Enero 2009)

Daniel Defoe escribió “Robinson Crusoe” en 1719. Está considerada la primera novela inglesa y el segundo libro más leído después de la Biblia. El Quijote particular de los ingleses. Si aquí nos dedicábamos a leer libros de caballería y desfacer entuertos – la producción de entuertos siempre ha sido notable en las Españas - , el inglés prefería el puritanismo del autocontrol, el esfuerzo y la laboriosidad: en unos años, convertía su isla desierta en un vergel. Al parecer, el autor acababa de sufrir una quiebra económica y escribió la novela para motivarse en la lucha por volver a salir a flote. Como ven, la recomendación de este libro no puede ser más oportuna, en los tiempos que corren. No esperen una historia de aventuras. Quizá fue por mi delicada naturaleza juvenil, pero cuando leí “Robinson Crusoe” me pareció profundamente triste. Creo que su lectura te hunde, o te hace tan fuerte como para levantar a la mismísima General Motors. De todas formas, cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre. A algunos, la perspectiva de vivir en una isla desierta y tener a un coco sonriente como único compañero de tertulia, no les parece tan indeseable. La oficina de turismo del Estado de Queensland, en una astuta campaña publicitaria, ha ofrecido “el mejor empleo del mundo”: ser el guardián de la paradisíaca isla desierta de Hamilton durante seis meses. Su misión: pasear por las playas y bucear en las barreras de coral para comprobar que todo está en orden. Vivirá en una lujosa villa con piscina y cobrará 150.000 dólares por los servicios prestados. La web que hacía la oferta se colapsó en pocos minutos. Que quieren que les diga. Yo no lo tengo tan claro. A veces el paraíso y el infierno están tan cerca que pueden llegar a tocarse. Pregunten a Robinson Crusoe.

ATEOS (Enero 2009)

Corría el año 1977. Adolfo Suárez, presidente del gobierno a la sazón, acababa de legalizar el Partido Comunista de España. Un Viernes Santo, para más inri. Un servidor, infante de ocho años de edad, se decidió a preguntar: “¿qué es un comunista?” Como no era cuestión de empezar con Marx y la lucha de clases, mi interlocutor, un chaval algo mayor, quiso ser breve y contundente: “alguien que no va a misa”. Horrorizado, pensé que iban a ir todos al infierno de cabeza. Treinta y pocos años después, una asociación de ateos barceloneses ha pagado un rótulo publicitario en los autobuses urbanos que reza: “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida” Sí, es evidente que este país ha cambiado mucho. Muchísimo. Sin embargo, creo que algunos de los pleitos que han enfrentado a los españoles durante el último siglo siguen vivos. Civilizadamente - por suerte, a nadie se le ocurririría hoy quemar una iglesia o lanzar una nueva cruzada contra las hordas ateas - pero vivos. La cuestión religiosa es el más importante de todos. ¿Exagerado? Puede que la práctica haya descendido vertiginosamente pero la religión sigue ahí, infiltrada en el debate político y poniendo en peligro la convivencia. No hay nada que objetar a la práctica privada de la religión. A mi, personalmente, me inspira un respeto absoluto. No soy católico pero cuando entro en un templo guardo silencio, saco las manos de los bolsillos y me trago el chicle. La jerarquía católica debería hacer lo mismo, en lo político. Utilizar el argumento divino en el debate público es sectario y peligroso. Quién sabe. Si algún gobierno se atreviera a separar definitivamente la religión y el estado, quizá dentro de treinta años proclamar el ateísmo ya no sería escandaloso. Porque ya no interesaría a nadie.

2009 (Enero 2009)

Por una vez, el mundo entero se ha puesto de acuerdo en algo. Desgraciadamente, no se trata de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre o de una acción vigorosa para frenar el deterioro del planeta. Al parecer, el 2009 va a ser un año apocalíptico. La crisis económica es tan profunda, dicen los expertos, que nadie sabe realmente cuando tocaremos fondo. En estas circunstancias, desearle a alguien feliz año nuevo suena irremediablemente a chiste de humor negro. Para más inri, el último día del año cumplí los cuarenta de vida, y la visión de las velas con forma de numerito sobre la tarta no se me va de la cabeza. Delante de ese cuatro y ese cero, tan orondos, tan rotundos, casi me faltó el aire para soplar. Cuarentón y de cabeza a una crisis, menudo panorama. Lo siento pero me rebelo, no me da la gana, hasta aquí hemos llegado. Me niego a comenzar el año uniéndome al coro universal de agoreros que pronostican un mundo peor para el 2009. Aunque el conflicto arabe-israelí, la violencia machista o el aumento de los niños respondones en las escuelas parezcan desmentirlo, nuestro mundo es mejor cada día. Más justo y más compasivo. Nunca en la historia los seres humanos se preocuparon más por el destino de sus semejantes, por su sufrimiento o su bienestar. Al que tenga alguna duda o crea que me he dado un golpe en la cabeza, le invito a repasar un buen libro de historia universal. ¿Triunfalismo? En absoluto. Tropezaremos mil veces, sufriremos crisis de todos los colores, pero saldremos adelante. Me propongo comenzar este 2009 con los sentidos bien alerta: las ideas que transforman el mundo no surgen en tiempos de calma. La crisis será dura. Cambiar siempre lo es. Pero yo ya estoy deseando verlo. Viva 2009.

LOTERIA (Diciembre 2008)

No me ha tocado la lotería. Entiendo que la noticia no es demasiado original. Apostaría todo lo que tengo a que a usted, querido lector, tampoco le ha tocado un premio importante. Lo lamento mucho por los dos. Hubo una época – era yo más joven y más rebelde – en que llegué a estar convencido de que la lotería era un invento del Estado para tener controladas a sus masas proletarias, pero que nunca tocaba. Es decir, que todo estaba amañado. Me temo que acababa de leer “1984”, la novela futurista de George Orwell, y su influjo pesimista había arraigado con fuerza en mi mente juvenil, ansiosa de cuestionarlo todo. Algunos años después, sí, creo. ¡La lotería toca a alguien! A pesar de ello, sigo pensando que Orwell tenía parte de razón. La lotería vino a España de la mano de Carlos III, que la trajo de Nápoles en 1763. Originalmente su misión era recaudar fondos para el Estado “sin quebranto de los contribuyentes”. Lo que entonces no sabían o no querían decir públicamente es que la lotería cumplía otra función mucho más importante: impedir revoluciones. Podría decirse que el invento no les salió demasiado bien si miramos a nuestra turbulenta historia de levantamientos, pronunciamientos y golpes de Estado, pero estoy convencido de que, sin la lotería, habría habido muchísimos más. Y creo que el argumento es válido hasta hoy. Cuando la economía se va al garete, los políticos meten la mano donde no deben o el sobrino de un ejecutivo de banca obtiene, de un gobierno socialista, una rebaja en el IRPF por su cara bonita, el ciudadano corriente siente dos impulsos primitivos: pegar fuego a alguna sede gubernamental o comprar un billete de lotería, para ver si puede mandar todo – trabajo, país, familiares incómodos – al infierno, e irse a una playa desierta a beber piña colada. Respiren hondo y no se preocupen. Todavía nos queda la del niño.

EAU DE CIERZO (Diciembre 2008)

Son tan navideños como el turrón o los abetos decorados. Durante estos días los anuncios de colonias bombardean sin piedad nuestras neuronas, a la caza de un pedazo de nuestra maltrecha paga extraordinaria. Para un creativo publicitario, el encargo del spot televisivo de una colonia debe ser un desafío profesional de primera magnitud. Porque lo que se vende dentro de esas botellitas es algo muy especial. A nadie se le ocurriría un anuncio que dijera: “compre mi eau de cologne...snif, snif ¡no se imaginan lo bien que huele!” Si un marciano llegara a la tierra durante las navidades, se preguntaría para qué demonios sirven esos frasquitos. Por qué se lanzan hombres musculosos desde acantilados con los pantalones vaqueros puestos. Por qué algunas mujeres se hacen jirones la ropa como si estuvieran enfadadas. Dónde se esconden los especímenes humanos que aparecen en esos anuncios cuando no están haciendo esos anuncios. Por qué parece siempre que esos individuos están ansiosos por aparearse... Habría que explicarle al marcianito que ese líquido llamado colonia, además de oler bien, sirve para otras cosas. Si uno es feo, le hace sentir más guapo. Si no se come un rosco, le convence de que sus posibilidades han aumentado. Si se tiene complejo de provinciano, le hace a uno internacional y plurilingüe. Si vive en un piso-zulo, se imaginará en un ático acristalado en Manhattan. Si uno es más pobre que las ratas, le hará sentir como Paris Hilton. Como aquí debe haber negocio del bueno, me he propuesto lanzar mi propia línea de colonia. Se llamaría Eau de Cierzo y en el anuncio aparecería yo, afeitado eso sí, con el Ebro y las torrecicas del Pilar al fondo. Un buen amigo me ha dicho que no funcionaría. No logro entender por qué.

JOSECHU (Diciembre 2008)

Conozco a Josechu desde que tenía cinco años. Cada vez que íbamos a casa a merendar, mi padre decía invariablemente: Josechu, tienes cara de no haber roto un plato en tu vida. Me costó años entender lo que significaba aquello. Josechu sabía poner esa cara angelical delante de los padres, de niño perfecto, y después cometer las mayores gamberradas, con preparativos y a conciencia. Porque Josechu fue siempre un gamberro y, sobre todo, un soñador muy metódico. Quiso construir un coche de rallies, ser piloto de fórmula 1 o tunearse una vespa. La mayoría de sus planes se frustraba por imposibilidad material, legal o ambas a la vez. Desde muy pequeño comenzó a oir a su alrededor una frase que le acompañaría toda su vida: ¡Ya está Josechu con otra de sus locuras! Cuando un buen día dijo que abandonaba sus estudios universitarios de ingeniería para convertirse en cocinero y marchó a Madrid a fregar platos en los mejores restaurantes de la capital, no se puede decir que el mundo se extrañara demasiado. Otra locura más. Ya volverá. Pero no lo hizo. Pasaron los años y de un restaurante pasó a otro. Poco a poco, de fregar los platos pasó a prepararlos. Su aprendizaje le llevó al País Vasco, a Cataluña, a estar junto a los mejores, como a él le gusta, metódicamente. Volvió a Zaragoza y abrió su restaurante. Durante dos años, su nombre nunca sonó entre los cocineros famosos de la ciudad. Josechu no era hombre de marketing. Y hace pocas semanas saltó la noticia: a su restaurante le habían concedido la estrella Michelin, la única de Zaragoza. Le llamo para felicitarle: Josechu, quiero escribir un libro sobre tu vida, eres la encarnación del sueño maño-americano. Josechu ríe y, aunque no veo su cara, puedo imaginarla. Creo que todavía no ha roto ese plato.

MALABO – JULIÁN MUÑOZ (Diciembre 2008)

Como hay varias Guineas es fácil equivocarse. Malabo es la capital de la que se sitúa más al sur, más cerca del ecuador: la Guinea Ecuatorial. La geografía de este pequeño país es una muestra más de la artificialidad de las fronteras africanas y de los problemas prácticos que plantea. Pero dejemos las fronteras como están, que bastantes problemas han dado ya. Lo que me apetece recordar hoy es que Malabo se llamó Santa Isabel y que Guinea Ecuatorial fue, un día no muy lejano, una provincia tan española como Albacete o Teruel. ¿Y qué tiene que ver Julián Muñoz con este asunto? Todo fue una desgraciada coincidencia. Era viernes y Tele 5 había anunciado a bombo y platillo una exclusiva entrevista con el convicto ex-alcalde de Marbella, ex-pareja de tonadillera. Me senté frente al televisor. Zapeando por las distintas cadenas fui a parar a un documental de la 2 que llamó mi atención. Malabo, Guinea Ecuatorial. Pronto me di cuenta de que en el reportaje no iba a ver nada del esplendor de Africa ni de la sugerente mezcla de vitalidad y fatalismo de sus habitantes. Los protagonistas eran niños afectados por la malaria. La crudeza y la falta de esperanza que desprendían las imágenes era tan brutal que hubiera deseado estar en otro sitio. Salir corriendo. Me hubiera ido físicamente a aplaudir a Julián Muñoz a algún estudio de televisión. Pero no pude. Yo había estado allí y yo había sufrido la enfermedad. Si conservaba dentro de mi algo de solidaridad, lealtad o vergüenza torera, no podía mirar hacia otro lado. Aguanté a duras penas hasta el final. Cuando pude cambiar de canal apareció la figura tranquilizadora, casi beatífica, de Julián Muñoz. Todo volvía a su ser. Por fin, la paz. Pensé en los 300.000 euros que cobró el ex-alcalde. Creo que la entrevista nos salió barata.

NEANDERTAL (Noviembre 2008)

Si se trabaja habitualmente con ordenadores hay que aceptarlo: habrá días en que procurarán hacerte la vida imposible. Por eso, entre las operaciones habituales de reinicio, el-maldito-ordenador-se-cuelga y vuelvo a reiniciar, intento escapar del viejo pecado de la blasfemia aprovechando mejor esos momentos amargos. Tengo siempre a mano una revista y, así, mientras la maquinita acaba de encontrarse a sí misma, yo voy a lo mío y todos tan contentos. Estos días tengo sobre la mesa un ejemplar del National Geographic con un forzudo ejemplar de Neandertal de mirada tristona en la portada. La paleontología sigue intentando averiguar por qué se extinguió esta especie de homínido hace 20.000 años. Tenían la capacidad del lenguaje, afilaban piedras de sílex y se pintaban el cuerpo, como nosotros. Convivimos con ellos sin mezclarnos durante miles de años. Viendo cómo se las gasta hoy el homo sapiens con sus iguales, me extrañaría mucho que no hubiéramos tenido nada que ver en su desaparición. Al parecer, hay teorías para todos los gustos. Una de ellas absuelve a los humanos y se centra en la constitución fornida de los neandertales: su necesidad de calorías era mayor y, por tanto, obligaba a toda la familia –mujeres y niños incluídos- a dedicarse al peligroso oficio de la caza. Los niños maduraban apresuradamente y las mujeres tenían menos descendencia. Parece ser que el homo sapiens macho se bastaba para traer a la cueva la carne suficiente para mantener a la prole. Es un consuelo comprobar que la fuerza bruta masculina, que tan pésimamente hemos utilizado durante siglos, alguna vez valió para algo. El ordenador sigue sin arrancar correctamente. El Neandertal no me quita ojo desde la revista. Por dentro se debe estar riendo a carcajadas.

LA HORA DE LOS VALIENTES (Noviembre 2008)

Me ha salido un título de western de Sergio Leone. Por algo será. La verdad es que, viendo los tiempos que corren, esto se parece cada vez más al salvaje oeste americano. Despidos, recortes, ERE´s, cierres, suspensiones de pagos. Explicaciones económicas aparte, estoy convencido de que la crisis es también una depresión colectiva de caballo. El problema es sentar al paciente en el diván y que nos hable de la relación con su madre y de unas láminas en tinta negra llenas de mariposas. La pregunta más difícil de contestar para la mayoría es por qué, durante los años locos del dinero fácil y precios disparatados, sólo conseguimos estar un poco más endeudados. Prefiero dejar los pensamientos negativos a un lado. El próximo jueves mi amiga Mónica abre tienda en Zaragoza. Se llama “A Casa Mia” y venderá diseño, decoración y delicatessen italianos. No se preocupen, lo sabe. No hace falta ser un lince economicus para saber que el momento no es el más favorable para abrir nuevos negocios. Tampoco han faltado amables voluntarios para recordárselo. Los más solícitos han sido los de su banco, que lo han hecho de palabra y de obra: le han negado una miserable línea de crédito de – agárrense – 5000 euros. Con la tienda ya montada y lista para abrir sin pedirles un duro. Bancos, sistema financiero, indisciplina crediticia...¿de qué me sonará todo esto? Apostaría a que “A Casa Mia” va a ser un éxito. Mónica tiene el olfato empresarial y la laboriosidad de los italianos del norte. La disciplina centroeuropea y la gracia mediterránea. Pero, sobre todo, tiene algo muy necesario en cualquier lugar para hacer negocios: en su versión elegante, coraje. En este western financiero en el que nos hemos metido sobran pistoleros y se necesitan valientes. Porque ha llegado su hora. ¡Suerte Mónica!

AMAPOLAS (Noviembre 2008)

Cada año son menos. Los últimos combatientes de la Gran Guerra resisten con bravura el asalto del tiempo, encogidos sobre sus sillas de ruedas. Lucen sus mejores galas, el pecho cuajado de medallas, para asistir en Londres a las conmemoraciones del 90 aniversario del armisticio que puso fin a cuatro años de sinrazón, trincheras y millones de muertos. Henry, Harry y Bill rondan los 110 años. Claude, de 107, vive en Australia y no ha podido venir. Son los últimos. Los cuatro sirvieron en el ejército británico en una de las guerras más salvajes y absurdas de la historia moderna. Como un laboratorio de ciencia exterminadora. A cada descubrimiento o invento del ingenio humano supieron encontrarle una aplicación mortífera: se estrenaron la ametralladora, el tanque, los bombardeos aéreos y las armas químicas. Cuesta creer que la vieja y pacífica Europa se convirtiera en una gigantesca trinchera. En la tierra removida por las explosiones, en el barro de los campos de Flandes, sólo una flor crecía confundida entre la sangre de los muertos. La amapola. Por eso, cada 11 de noviembre, a las 11 de la mañana, las amapolas presiden el homenaje a los caídos en la guerra. En todas las guerras que han tenido lugar desde 1918. El día del recuerdo. No puedo evitar la envidia que me produce el espectáculo: todos los ingleses lucen en su pecho la amapola. Los ministros y los mendigos, todos los partidos políticos, todas las clases sociales. Henry, Harry y Bill nos recuerdan quienes fuimos y quienes somos. Seres frágiles capaces de sentir piedad por nuestros semejantes o de buscar su aniquilación, con sólo unas décadas de diferencia. Hay ocasiones en que debemos mirar al pasado, aunque duela. La Historia debe servir para algo.

JULIANA (Noviembre 2008)

Juliana I, reina de los Países Bajos. Comprendo que el nombre no les suene mucho. Es la clase de conocimientos que necesita un aspirante a “experto en monarquías europeas”, para ser invitado a tertulias televisivas cada vez que se produzca un acontecimiento real. Creo que la visible decadencia de Jaime Peñafiel ha dejado el puesto vacante. ¿Quién es esta reina con nombre medieval de sopa de verduras? Una mujer que tomó una decisión valiente: en 1980, a la edad de 71 años y después de 32 de reinado, abdicó del trono holandés en favor de su hija Beatriz. Se retiró y vivió pacíficamente hasta su muerte, en 2004. Seguramente no fueron pocos los que acusaron a la reina de abandonar sus funciones traicionando la institución monárquica. Reinar hasta la muerte, dicen los puristas. En 1980, un servidor no tenía una opinión formada. Hoy, casi 30 años después, lo tengo muchísimo más claro: pretender dejar a los monarcas sin el sagrado derecho al retiro en nombre de la tradición, me parece cruel, absurdo y poco inteligente. Hablemos de España, pues. Los Reyes están cansados. Si no lo estuvieran empezaría a sospechar que no son humanos. Su dedicación al puesto está fuera de toda duda pero los síntomas son evidentes. Después de tres décadas arrastrando la pesada responsabilidad de la jefatura del Estado en un país tan complicado como el nuestro, se han ganado el derecho al descanso. ¿Por qué desperdiciar la juventud de Felipe y Leticia? La reina Juliana no lo tuvo fácil. Preferiría que Juan Carlos y Sofía pudieran disfrutar de sus últimos años con salud y sin cargos de conciencia. Haré una humilde contribución a la causa: elimino el término “abdicación” de mi vocabulario. Es una fea palabra. “Jubilación” me gusta mucho más.

ROJO (Octubre 2008)

Es la noticia perfecta para desengrasar un poquito el espíritu. Rojo, atractivo sexual, primates. La prensa cuenta que dos psicólogos británicos han demostrado que las mujeres vestidas de rojo despiertan en los hombres un atractivo sexual mayor que las que utilizan otro color. La fotografía que ilustra la noticia muestra a una voluptuosa Scarlett Johansson, con un bonito vestido rojo. Con un argumento visual de tal calibre, es difícil negarse a nada. Parece ser que los dos psicólogos – hombre y mujer, para que no haya dudas – han profundizado algo más. Mostraron fotografías de bellas mujeres a jóvenes estudiantes y los chicos, repletos de testosterona, se dejaron engañar como tontos. Las mujeres siempre eran las mismas. Sólo les cambiaban el vestido y el peinado. Sin embargo, los zagales siempre elegían a las que iban de rojo. Y no para tener charlas amistosas. A lo más sofisticado que llegaban los pobres estudiantes/conejillos de indias era a confirmar que gastarían más dinero en cortejar a las mujeres de rojo... con la intención de acostarse con ellas. El fenómeno es sólo masculino. Las féminas sienten una indiferencia absoluta por los hombres vestidos de rojo (pobre Spiderman). La explicación al fenómeno la han calificado de “profundamente biológica”: al parecer, los genitales de las hembras primates enrojecen al acercarse la ovulación. Para acabar la entrevista, el psicólogo quiso hacerse el graciosillo, el políticamente correcto o vaya usted a saber. “Nuestro estudio confirma lo que ya sospechaban muchas mujeres: que los hombres actúan como animales en el reino de la sexualidad” Traidor. Y las mujeres, ¿cómo actúan en ese reino florido? ¿Quiénes compran los vestidos...rojos? Los hombres somos más brutos y peludos, de acuerdo. Pero en animalidad lo tengo claro. Estamos empatados.

OBJETIVO LA LUNA (Octubre 2008)

Cómo se está poniendo la luna. Primero fueron los americanos y los rusos. Ahora los chinos, los japoneses y los indios. A este paso, cuando nos toque a nosotros, no podremos ni extender la toalla. ¿Llegaremos los españoles a pisar la luna en un cohete llamado “Juan Sebastián Elcano”? ¿Plantaremos la rojigualda sobre la corteza lunar? Hagamos cálculos. Si una tripulación se compone tradicionalmente de tres personas y cada una de ellas pertenece a una comunidad autónoma distinta, así, a botepronto, entre naciones, comarcas, entidades locales menores y patrocinadores, deberían plantar doce banderas. Imposible. No caben todas en la foto. Eso contando con que no haya un vasco o un catalán en el grupo que se haya olvidado casualmente la bandera española en la taquilla de la base, y liemos una guerra de las banderas espacial. Que no. Que hasta que no organicen conexiones aéreas regulares a la luna, los españoles no la pisaremos. De acuerdo, no somos perfectos, pero en estas ocasiones no puedo evitar sentir un puntito de orgullo por nuestra peculiar forma de ser. A pesar de nuestro complicado mosaico plurinacional a nadie se le ha ocurrido mandar un costosísimo cohete a la luna...por orgullo nacional. Al menos mientras la sanidad pública y universal pueda ser mejorada. Mientras el informe Pisa nos saque los colores y nuestros chavales se atasquen un poco con las ecuaciones de segundo grado. Mientras la N-232 no se desdoble. Entrañables amigos indios y chinos: No se ofendan. No afirmo que los españolitos seamos mejores personas. Sólo creo que jugar a los space-cowboys mientras el país está manga por hombro es un error. Utilicen su innegable ingenio, empuje y entusiasmo en cosas más prioritarias. Sus pueblos lo agradecerán.

THAT ONE (Octubre 2008)

Al debate le faltaba chispa. Los turnos de intervención impedían ver a los candidatos en el enfrentamiento directo, como dos espadachines que se baten al borde del abismo: un lapsus, una mirada en la que asoma el miedo durante unos pocos segundos y todo el trabajo de largos años de candidatura se viene abajo. Pero no. El debate caminaba por los senderos de lo previsible. Probablemente, John McCain se relajó, bajó la guardia. El candidato republicano hablaba retóricamente sobre un proyecto de ley de energía que, al parecer, había supuesto jugosas subvenciones para las petroleras. “¿Y saben quién votó a favor de esa ley?” Estaba a punto de producirse el acontecimiento decisivo de la campaña presidencial americana pero, desgraciadamente para él, John McCain no lo sabía. “Ese” Y señaló con el dedo índice hacia Barack Obama. Ese. That one. El debate continuó. El mundo siguió girando con aparente normalidad, pero todo había cambiado. Por culpa de dos palabras, McCain no sería presidente. En el momento, casi nadie fue consciente de su importancia. Al día siguiente, los analistas más avispados ya calificaban el that one como el acontecimiento más destacado del debate. Las encuestas, hasta entonces en empate técnico, empezaron a inclinarse a favor del candidato demócrata. Al principio tímidamente. Luego de forma inapelable. Unos días más tarde, McCain ensalzaba a Obama durante un mitin calificándolo de “honrado padre de familia”. Pero ya era tarde. ¿Qué le pasó a McCain en ese trágico momento? Lo más tenebroso de la cultura americana – el racismo – emergió inoportunamente en el pensamiento de un septuagenario bajo presión. Quizá no sea justo. Quizá no lo merezca. Pero el mundo necesita un cambio. Y ese cambio es Barak Obama. Ese.

EL JARDÍN DE LOS POLACOS (Octubre 2008)

La cultura universal – la historia, las artes, las ciencias – es completamente inabarcable. Y hablamos de los últimos 25 siglos: afortunadamente para nuestros sobrecargados cerebros, entre Altamira y las Pirámides la especie humana se dedicó durante 10.000 años a cazar y recolectar, no a escribir obras de teatro o revolucionar el mundo. A pesar de esta realidad incuestionable, ciertas personas caminan por esta vida con la pesada carga de tener que saber (o mejor dicho, aparentar saber) prácticamente de todo. Para los ministros, esta pesadilla es inseparable del cargo. Detrás de un discurso inofensivo o una pregunta inocente, puede acechar la gran metedura de pata que arruine el prestigio para siempre. Durante la pasada Expo le tocó el turno a la ministra de Fomento. La señora Magdalena Alvarez se disponía a echar un discursito en el pabellón de Polonia. A falta de otras ocurrencias, pensó que la conmemoración del Bicentenario de los Sitios era una buena oportunidad para ensalzar el papel de las tropas polacas luchando junto a los zaragozanos en defensa de la ciudad y bla, bla, bla. En ese momento, un observador agudo habría reparado en que el rostro del embajador polaco se descomponía lentamente. Ante él se desplegaba el desafío diplomático más difícil de su carrera: contestar a la ministra, agradecer sus bellas palabras y aclarar el pequeño detalle histórico de que los polacos lucharon con Napoleón, ¡contra los zaragozanos! Así lo hizo, con gran elegancia y discreción. Nadie está obligado a saber para quién luchaban los polacos pero, a menudo, no hay mayor sabiduría que la de reconocer que no se sabe. Evita uno meterse en jardines recién regados. Señora ministra: cuando desdoble la N-232 prometo hacer la vista gorda aunque confunda a Maquiavelo con Prince. A trabajar.

MUSICA (Octubre 2008)

Comprendo que necesite un nombre que transmita seriedad y disciplina - Conservatorio Superior de Música -, pero quizá no tanta. A un servidor, los misterios del solfeo y las carreras de piano de más de una década, siempre le han dado algo de miedo. Por otro lado, es extraño que a ningún dirigente socialista le haya dado por cambiarle el nombre: ¿Progreso Superior de Música? El caso es que los griegos ya lo sabían. Pitágoras concebía el mundo como una gran armonía donde la distancia entre los planetas era proporcionalmente igual a los intervalos de una octava musical. La música purificaba cuerpo y alma y era considerada una disciplina próxima a la medicina. Musicoterapia, lo llaman ahora. Uno de los grandes dramas de la historia consiste en que el mundo fue siempre gobernado por los hombres de la guerra y no por los de la música. El músico tiende a ser reflexivo, pausado, no violento: cualidades perfectas para el buen gobierno. No destaca, quizá, en sus aptitudes estomacales para eliminar adversarios políticos o mandar batallones de jóvenes soldados al matadero. Intento pensar en algún político de renombre que haya practicado la música. Hitler pintaba (y mal), Churchill fumaba puros...¡Maldición! No encuentro ninguno. ¿Ruiz Gallardón? No, no vale con ser un melómano confeso. También dicen que los nazis se emocionaban con Wagner. Se trata de hacer, interpretar música, no sólo de escucharla. Queridos lectores: en esta humilde columna creo que hoy hemos dado con algo importante. Para la paz mundial, nada menos. ¡El mundo necesita Políticos-Músicos! Más conservatorios y menos institutos estratégicos o academias militares. Alcañiz tiene uno, en fase de ampliación y mejora. Qué dinero más bien gastado. Qué orgullo para toda la comarca. Felicidades.

EGOISMO Y CONFIANZA (Septiembre 2008)

Dice mi padre que no hay nada como el dinero para descubrir por dónde respira el personal. No falla. Crees conocer a alguien porque lo llamas por su nombre, en el bar, todas las mañanas desde hace 25 años: “¡Cómo va eso, Manolito!” O porque lo ignoras olímpicamente: “Es un tonto estirado”. De pronto, se cruzan cuatro euros y te han sobrado 24 años, 364 días, 23 horas y 55 minutos para conocerlo de verdad. Con dinero de por medio, el malo no puede disimular su maldad – porque ya no le es rentable -, y el honesto, aunque lo lamente en momentos de debilidad, tampoco puede dejar de serlo. Y es que, aunque duela reconocerlo, la disciplina que mejor retrata a la especie humana no es la música, la poesía o la filosofía, como nos gusta imaginar. Es la economía. Y aquí está el problema. Tendemos a pensar que el homo economicus es un ser despreciable y egoísta que permite las hambrunas de Africa, detiene la producción de petróleo para que el precio suba y se opone a la producción de genéricos para combatir el sida. Consecuentemente, nuestra autoestima como especie, se derrumba. Todo el mundo va a lo suyo, el sistema es un fraude y aquí siempre ganan los de siempre. Sin embargo, este pesimismo no sabe ver la otra cara de la moneda. Hasta el más despiadado de los tiburones financieros necesita para sobrevivir algo que sólo sus competidores pueden proporcionarle: confianza. Como animales económicos necesitamos saber que los otros estarán allí cuando tengamos algo que vender o comprar, que respetarán las normas para que el sistema funcione o que alguien aprobará un paquete financiero salvador, con dinero público, cuando nuestro banco colapse. ¿Amor interesado? Quizá, pero amor, al fin y al cabo. Creo que, de momento, no damos para más.

APOCALIPSIS (Septiembre 2008)

Mientras escribo estas líneas compruebo, aliviado, que pese a la temprana hora, el abotargamiento cerebral y el trauma reciente que ha supuesto salir del sueño y descubrir un día más que sólo soy un ser perecedero, puedo respirar con normalidad. En resumen, que el mundo no se ha ido al carajo. No se apuren. El pesimismo mañanero sólo me dura hasta el primer café y, respecto al fin del mundo, no me lo he inventado yo. Según el científico español Luis Sancho, ayer teníamos un 75% de posibilidades de que un agujero negro se nos tragara a todos, globo terráqueo incluído, resolviendo de un plumazo los conflictos territoriales de Osetia y Abjazia, el cambio climático y la crisis económica. Tentador. El miércoles se ponía en marcha el acelerador de partículas o colisionador de hadrones, la instalación científica más moderna, complicada y costosa del mundo. 27 kilómetros de túneles bajo la frontera franco-suiza donde se van a llevar a cabo los experimentos más importantes de la historia de la humanidad. Al parecer, se trata de acelerar partículas minúsculas de materiales a velocidades siderales, y hacerlas chocar para intentar reproducir las condiciones del big-bang que originó el universo. Casi nada. Uno de los científicos responsables del programa contestaba de forma inquietante a la pregunta de qué esperaban descubrir con el experimento: no lo sabemos. No me extraña que Luis Sancho se haya arriesgado a una predicción apocalíptica, buscando la gloria efímera (¿Quién le habría entregado el premio Nobel de Física en caso de tener razón?) Intento hacer memoria, ¿qué hice ayer? Sospecho que no estuve a la altura del momento crítico que atravesó la humanidad. Afortunadamente, Rappel y la bruja Lola no leen la revista Science. Así vivimos todos más tranquilos.

CUNETAS (Septiembre 2008)

La forma en que un país se enfrenta a su propia historia dice mucho de su grado de madurez, y de sus posibilidades de progresar en el futuro. Progreso económico, pero también moral. Lanzarse de cabeza a las fuentes públicas abrazado a la bandera para celebrar la Eurocopa de fútbol, está muy bien. Pero la convivencia y el patriotismo, tal como yo los entiendo, exigen bastante más. Para empezar, un esfuerzo de empatía hacia las razones y los sentimientos de los otros. No sólo ocurrió en Argentina o en Chile. En España también tenemos desaparecidos: personas arrancadas por la fuerza de sus hogares, torturadas o simplemente ejecutadas, y enterradas en cunetas, montes y partidas de toda España. Tengo que admitir con vergüenza que, hasta hace muy poco, no había caído en la cuenta de las tenebrosas similitudes que guardan el caso español con los de las dictaduras sudamericanas. Lo “nuestro” fue distinto, creíamos. ¿O no lo fue tanto? El juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, ha levantado una gran polvareda al considerar una demanda interpuesta por familiares de víctimas del franquismo, para investigar penalmente el asunto. Probablemente, argumentos jurídicos o simplemente prácticos impedirán que la persecución judicial de los culpables prospere. Sin embargo, lo que algunos han calificado de “garzonada”, ha servido para recordar algunas cosas. Que bajo tierra, en paradero desconocido, hay españoles con agujeros perfectos en sus calaveras. Que la responsabilidad de buscarlos y desenterrarlos no puede quedar en manos de las familias. Que no se trata sólo de memoria histórica; también de forenses pagados por el Estado. Algunos piden que no se remueva el pasado. Para ellos es fácil. Seguro que los suyos no descansan bajo una cuneta.

PERDIDOS (Agosto 2008)

Si a algunos de ustedes, queridos lectores, el título de la columna de hoy les sugiere algo más que la política económica del gobierno o los fichajes del Real Madrid, probablemente ya sabrán a que se refiere. “Perdidos” es el título de la serie de televisión más adictiva de todos los tiempos. Voy a arriesgar una predicción: su importancia crecerá con los años y nuestros hijos la verán masivamente. ¿De qué trata “Perdidos”? Un avión se estrella en una isla perdida del Pacífico... Creo que debería dejar que el espectador lo descubra por sí mismo. En parte porque un servidor, que acaba de terminar la cuarta temporada – llevo entre pecho y espalda 90 episodios de 40 minutos cada uno -, todavía no está muy seguro de qué trata realmente. Se estarán preguntando cómo es posible que una serie supuestamente tan excepcional haya pasado desapercibida en España. En primer lugar, “Perdidos” es una serie estructuralmente diferente a las demás: hay que empezar desde el capítulo uno de la primera temporada; de otra manera, es indigerible. Además, TVE no se distingue por vender demasiado bien sus productos y los canales de la competencia no lo van a hacer en su lugar. Conclusión: sólo unos pocos afortunados estábamos frente al televisor, casi por casualidad, cuando comenzó la serie. Por suerte, existe el DVD. Cansado de no poder comentarla con mis amistades, regalé a una de ellas los primeros 24 capítulos. Sabía lo que iba a pasar. Los vio, los prestó, el otro compró los siguientes...y así hasta que todo el grupo acabó completamente enganchado. Juro que había algunos muy escépticos. Juro que todos son padres y madres de familia, responsables y trabajadores. Mi amigos Alfonso y Mónica, poseedores del récord, también. Vieron 12 capítulos en un sólo día.

ASESINOS (Agosto 2008)

“Aquel joven de 25 años no era consciente del valor de una vida humana. A los 53, he cambiado mucho” De poco han valido estas palabras a Mark Chapman. Hace unos días, el asesino de John Lennon recibía la noticia en su celda de la prisión neoyorquina de Áttica: la Comisión de Libertad Condicional denegaba por quinta vez su petición alegando proteger “el bienestar de la sociedad en general”. Los americanos, cuando se trata de delitos y criminales, no se andan con bromas. El caso Chapman ha coincidido en España con el debate abierto a raíz de la excarcelación del etarra Iñaki de Juana Chaos. No es este uno de mis temas favoritos. Me desagrada profundamente que sea objeto frecuente de disputa política entre los partidos. Me interesan mucho, en cambio, los aspectos jurídicos: en definitiva, se trata de encontrar una solución al problema de qué hacer con un hombre que ha matado a 25 personas de forma salvaje y que, tras cumplir una condena en prisión generosamente reducida, no muestra el menor arrepentimiento por sus actos. Al contrario, se jacta de ellos. No creo en la venganza como un fin razonable del derecho penal. El arrepentimiento del sujeto pertenece a los dominios insondables de su conciencia. Allí, el Estado y la sociedad, poco pueden hacer. Sin embargo, las penas de prisión sí tienen, en mi opinión, una justificación fundamental: la protección de la sociedad. Que De Juana no se retracte de sus crímenes me parece preocupante. Mucho más, que aproveche cualquier circunstancia para hacer público alarde de ello. Con los asesinos de ETA todavía en acción, la excarcelación de De Juana, aún conforme al derecho vigente, me parece conceptualmente un error. Con Mark Chapman el destino ha sido más cruel. Nunca llegará a conocer Miranda de Ebro. Nació en Fort Worth, Texas.

CHINOS (Agosto 2008)

Se les teme cada vez más. Por eso, cuando surge la oportunidad de poner al descubierto sus vergüenzas nos dejamos llevar. Al parecer, la preciosa niñita que cantaba en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos lo hacía en playback. La voz original pertenecía a otra, menos agraciada y más rellenita. Que quieren que les diga, me parece que el inventor de tan deleznable técnica debe estar más cerca de Hugo Stuven que de Mao Tse-tung. Escandalizarse a estas alturas de algo así, me parece un ejercicio musculoso de hipocresía. Miedo, mucho miedo. Y no sólo por las medallicas olímpicas, que se las van a llevar todas. Cualquier cifra referida a los chinos lleva inevitablemente a preguntarse hasta dónde pueden llegar. Ya son más de 1300 millones. Como dice el chiste, lo importante es saber qué pasará con el globo terráqueo cuando todos los chinos den un salto al mismo tiempo. Porque esta formidable masa humana se ha puesto en marcha, y no tiene aspecto de querer parar: en la próxima década, se calcula que 200 millones de chinos abandonarán el campo para vivir en la ciudad. En occidente, no todos contemplan el fenómeno como una amenaza. El grupo francés Carrefour abrió su primer supermercado en el país hace doce años. Al principio, los chinos, acostumbrados a las rancias tiendas del estado, no se atrevían a entrar. Hoy son 116 establecimientos, con un millón de clientes diarios que han perdido definitivamente el miedo: el año pasado, una estampida humana por culpa de una oferta de aceite de oliva provocó tres muertos. Sin embargo, para comprobar el empuje de los chinos no hace falta coger un avión. En mi barrio, basta con entrar en un bar y pedir un café. El dueño lo servirá mirando de reojo la televisión, con un puntito de orgullo. Otra medalla. China, por supuesto.

EL HOMBRE DE BENIDORM (Agosto 2008)

Reconozco que no había oído hablar de él en toda mi vida. Ha tenido que ser en la poco festiva sección “obituario” de un semanario británico, que le dedica un artículo sorprendentemente extenso y trabajado. A los 85 años ha muerto Pedro Zaragoza, alcalde de Benidorm entre 1950 y 1967. Este hombre merecería ocupar un puesto de honor en la galería de los personajes más influyentes, menos conocidos. No se menciona la fecha exacta de aquel viaje que lo cambiaría todo. Fue a comienzos de su carrera, cuando Don Pedro era el alcalde de un pequeño pueblecito pesquero, convencido de la necesidad de atraer al turismo extranjero a una España pobre y ensimismada. Frustrado por la cerrazón de la administración franquista de la época, decidió actuar a la española. Cogió su vespa y tras un viaje de nueve horas en pleno invierno, se plantó en el Palacio del Pardo ante el mismísimo Franco. El caudillo no pudo resistirse a los encantos de ese hombre bajito, redondo y bigotudo, que lucía en los pantalones unas enormes manchas de grasa. Probablemente sería excesivo adjudicar al alcalde de Benidorm la paternidad del boom turístico que transformó España en todos los sentidos. Pero no lo tengo tan claro. Franco confiaba más en su instinto que en los economistas y estoy seguro de que Pedro Zaragoza le ayudó a aclarar las ideas. Falangista, defensor del bikini y transformador salvaje del paisaje costero. Su filosofía urbanística era clara: el rascacielos ocupaba menos, acortaba el trayecto hasta la playa y daba a todo el mundo vistas al mar. A este tipo de personajes, en España, se les pone la etiqueta de inclasificables y se les manda al cubo de la basura de la historia. Desde fuera, para los ingleses, es más fácil ser benévolo. Confunden la residencia de Franco con el museo del Prado

CRISIS (Julio 2008)

No me identifico mucho con el concepto de “trabajador” que suelen manejar los sindicatos. No me entiendan mal: trabajo todos los días como un pepe porque no soy rentista ni me ha tocado la lotería. Uno de los grandes éxitos de mis padres en la educación de su numerosa prole – se jactan públicamente de ello – consiste en haber podido darnos todas las oportunidades del mundo sin dejarnos un duro de herencia. Los bendigo y los maldigo por ello. Va a días. Las ugetés y las coos tienden a ver al trabajador como alguien que, inevitablemente, debe estar a las órdenes de otro. Cabreado y quejoso, eso sí. Como si perteneciera a una casta social de la que no puede salir. No encuentro nada malo en trabajar por cuenta ajena, por supuesto, pero en mi mundo ideal el trabajador es a la vez empresario, accionista o propietario. O, por lo menos, lo ha sido en algún momento de su vida, para no irse al otro barrio diciendo que no se atrevió a probarlo todo. Esta declaración de principios no me va a convertir en sindicalista del año, lo comprendo, pero juro que ahora estoy con ellos a bloque. Poco importan las razones de la crisis de turno; los precios del petróleo, las hipotecas subprime o el cambio climático. Al final, las recetas siempre van a ser las mismas: congelación de subidas salariales y flexibilización del despido. Suena a tomadura de pelo. Al final resulta que, pase lo que pase, el pagano es siempre el trabajador. ¿Los bancos prestaron dinero alegremente? ¿Los especuladores inmobiliarios hicieron del comercio de un bien de primera necesidad su negocio multimillonario? ¿El gobierno lo permitió? No pasa nada. El trabajador hipotecado para toda su vida por unos pocos metros cuadrados nos sacará de esta. Dios bendito. Me están entrando ganas de cantar la Internacional.

LOS CAMINOS DEL PUEBLO (Julio 2008)

Los arquitectos y diseñadores de espacios públicos proponen y luego el pueblo dispone. En el campus de la Universidad de Berkeley, unos estudiantes observaron cómo los senderos y obstáculos diseñados para hacer circular al personal por un recorrido determinado, acababan siendo ignorados cuando chocaban contra la lógica, la economía de esfuerzos o el sentido común. En aquellos lugares donde el arquitecto proponía un camino en ángulo recto que alargaba injustificadamente el trayecto, los estudiantes optaban por cruzar la diagonal. Poco a poco, en esa zona, el césped empezaba a clarear. En pocas semanas se había trazado una camino nuevo a través de la hierba, espontáneo y mucho más lógico. Al parecer, a los chicos de Berkeley les queda tiempo para todo: a raíz del artículo que relataba esta anécdota, estudiantes de Economía, Ciencias Políticas y hasta de Ingeniería Informática, se lanzaron a utilizarla como demostración de complejas teorías. Eso también ocurre frente a mi casa, y no vivo en California, EEUU, me dirán ustedes. De acuerdo, pero no me negarán que el asunto tiene algo de gracia. Cuando la autoridad se empeña en hacer pasar al ciudadano por caminos absurdos, éste, sin ponerse de acuerdo con nadie, en una especie de referéndum andarín perfecto, le da la espalda y traza el suyo propio. Bonita lección para la clase política. En cuestiones de sentido común, conviene ver qué prefiere el personal, antes de lanzarse a echar asfalto y poner bordillos. Otra universidad americana ha optado por una solución más radical: no trazar caminos. Esperan a ver dónde aparecen las calvas en el césped y después ponen el empedrado y las farolas. Los caminos del pueblo, los han bautizado. Aquí, hace tiempo que les pusimos un nombre algo menos solemne: atajos.

POBRE DE MI (Julio 2008)

Que se han acabado las fiestas de San Fermín. Espero que no se enfanden los navarricos, pero para mi ha sido un gran alivio. Desde que a las cadenas de televisión les ha dado por retransmitir los encierros pamplonicas, contemplar el espectáculo o sentirlo desde la ducha, casi a la fuerza, me ha provocado importantes dosis de estrés mañanero. Con franqueza: la perspectiva de ver a un australiano despistado jugándose la vida entre las astas de los toros no me atrae absolutamente nada. No tengo la culpa de que lleve a Hemingway en la mochila, de que se encuentre en pleno viaje iniciático hacia la vida adulta, o de que la noche anterior se haya sentido el rey del mundo entre los brazos de una mujer tan insolentemente joven y llena de vida como él. Un servidor, de niño, era un fanático de los encierros. Incluso llegué a correr algunos, durante los años mozos, en mi querida Sangüesa. Debo confesar que lo hacía a tanta distancia de los toros, que jamás llegué a verles la cara ni por asomo: cuando sonaba el cohete de salida de los corrales, yo ya estaba entrando en la plaza. Con los años me he vuelto todavía más miedoso, más egoísta (no quiero que nadie me amargue la mañana) o sencillamente consciente. Para bien o para mal, el espectáculo me ha dejado de interesar. A juzgar por la atención mediática que recibe, parece que el mundo camina en la dirección contraria. Sin embargo, en lo que no se ha avanzado mucho es en la comprensión antropológica del fenómeno. ¿Por qué se corre delante de unos toros arriesgando la vida? Una cadena de televisión, en la enésima repetición de un encierro, lograba distinguir a una mujer entre la masa de corredores. Tras congelar la imagen, el locutor exclamaba triunfal: ¡La mujer luchando por la igualdad en todos los terrenos!

WIMBLEDON ´08 (Julio 2008)

Probablemente hay mejores formas de pasar una tarde de domingo. Desde las tres del mediodía hasta las once de la noche, sólo interrumpidos por forzosos homenajes a la fisiología humana. Si nos atenemos a una desapasionada descripción del espectáculo - dos veinteañeros pasando una pelota por encima de una red, en un rectángulo de hierba alopécica y con puntuales chaparrones cada dos horas-, creo que todos los que presenciamos integramente la final del torneo de tenis de Wimbledon deberíamos pedir ayuda para enfundarnos una camisa de fuerza en tejido de malla y triple costura. En este caso, por suerte, detrás de las apariencias había mucho más: se representaba uno de los mayores dramas deportivos de la historia. Dos actores, tres actos y un público entregado en las tribunas. El joven aspirante – Rafael Nadal – disputaba la jefatura al viejo líder – Roger Federer -, vencedor en mil batallas. Cuando éste parecía derrotado, reaccionó, llevando el combate al climax final – el quinto set -, exigiendo del aspirante un momento de excelencia, la prueba definitiva de que era digno de sustituirle en el liderazgo. Algunos dirán que esta lectura épica de un simple partido de tenis es algo exagerada. Sin embargo, cuando los periodistas preguntaron al tenista suizo cómo se sentía tras la derrota, éste utilizó una palabra reveladora: “Destruído”. El tenis es el deporte más auténtico que existe. No puede haber una mejor metáfora de la vida. El tenista está solo frente a su destino. No depende de otros, ni de la técnica, ni de la ingeniería; sólo de la maquinaria de su cuerpo y de su fortaleza mental. En otros deportes, una ventaja puede ser insalvable, antes de terminar un partido. En el tenis, como en la vida, no tiene sentido rendirse. Mientras el juego continúa, cualquier cosa es posible.

LA DECADENCIA DEL HOUSISMO (Julio 2008)

Pasó la era de la New Age, de la empatía y el buenrrollismo. Ahora se trata de ser malo o, si me lo permiten, un cabroncete. El doctor House, personaje de la famosa serie televisiva, o Risto Mejide, inclasificable jurado del reality musical Operación Triunfo, se disputan la paternidad de esta nueva tendencia. La diferencia entre ambos es que Hugh Laurie, el actor británico, puede intentar recuperar su personalidad cada tarde, al terminar el rodaje. Risto debe cargar con su personaje las veinticuatro horas del día. Como siempre ocurre cuando algo se pone de moda, han aparecido los imitadores. Algunos muy dignos, como el genial Javier Cámara en una serie televisiva de abogados (madrileños, por supuesto) que se ha estrenado recientemente. Es una lástima, porque creo que llegan algo tarde: al “housismo” le ha llegado la decadencia. Estos personajes comienzan siendo unos hijos de mala madre, pero rematadamente listos, ingeniosos y competentes en su trabajo. House, Risto y compañía faltan al respeto por sistema, insultan y humillan a los que les rodean y, sin embargo, triunfan y son admirados por todos los demás. ¿Dónde estaba el secreto? En su versión más cruda y descarnada, estos tipos decían la verdad, la que nadie más se atrevía a pronunciar. Esa era la clave de su éxito. Habrá sido por falta de imaginación o por pura soberbia. El caso es que estos personajes han cometido el viejo error bíblico de creer que estaban por encima del bien y del mal. Ahora el doctor House es grosero e injusto al mismo tiempo; Risto Mejide insulta, faltando descaradamente a la verdad. Las audiencias bajan en picado y los concursantes veinteañeros le pierden el miedo y el respeto. Mala solución. Sólo la humildad podría salvarles. Y acabaría con ellos sin remedio.

LA REVOLUCIÓN DEL FUTBOL (Junio 2008)

Es el color que más se acercaba: un rojo tirando a granate. Como no me veo con la camiseta oficial de la selección española, escudo en el pecho y un “Torres” o un “Villa” sobre el breve recorrido de mis hombros, he optado por tirar de fondo de armario. Cuando lean estas líneas, el partido contra los rusos habrá acabado y mi camiseta descansará ya en el cubo de la ropa sucia, víctima de este verano canalla y traicionero, del sufrimiento de una tanda de penaltis o de la euforia desatada. Estoy contento de mi relación con el deporte del pelotón. Me subo al carro para disfrutar de sus emociones cuando me apetece; durante un partido con el que conecto puedo gritar y comportarme con el mayor de los forofos. Sin embargo, puedo vivir sin fútbol y la tristeza por la derrota de mi equipo me dura minutos. Comprendo a los que no les gusta o lo consideran aburrido y, al mismo tiempo, no me encuentro desplazado en ninguna conversación futbolera, por muy técnica que sea. Incluso esta cabeza cuadriculada y capricorniana que Dios me ha dado, ha engendrado teorías sobre cómo organizar el juego, fórmulas mágicas para ganar Champions Leagues que, probablemente, me llevaré a la tumba. Me gusta el fútbol porque es una metáfora de la vida. De sus tribus, sus conflictos, pasiones, noblezas y miserias. Sustituir las guerras por eurocopas me parece una de las mayores y menos advertidas revoluciones que ha experimentado jamás este sufrido continente. Cojan un libro de historia. Cuando Felipe II, Napoleón o Hitler diseñaban tácticas sobre una pizarra, no hablaban precisamente de fútbol. Más valía empezar a hacer hueco en los cementerios. Escuchar lieders de Schubert o leer a García Lorca podrá ser un pasatiempo mas fino. Pero no más civilizado.

EL GASOLINERO DE SIÉTAMO (Junio 2008)

“¡Parece que el tiempo nos ha dado una tregua!” Las nubes dibujan un paisaje apocalíptico, enrojecidas por los últimos rayos de sol. No hay clientes en la gasolinera de Siétamo y el encargado sirve el precioso líquido a la antigua usanza: en persona, evitando así que la última gota de gasoil acabe irremediablemente sobre nuestro zapato. Según los romanos fundadores del pueblo estamos a siete leguas de Huesca y todavía tenemos una hora de viaje por delante. Estoy cansado y mis formas sociales penden ya sólo de los delicados hilos de la buena educación. “Sí, hoy ha llovido mucho menos que ayer” El gasolinero detecta mi falta de entusiasmo y la diagnostica certeramente: durante el resto de ritual repostador – botella de agua, tarjeta de crédito, ¿me hace usted factura? – sustituye la charla anecdótica por una amabilidad silenciosa, comprensiva con mi cansancio, que me sorprende profundamente. Cada gesto y cada palabra suya están llenos de una extraña intensidad, de entrega, de voluntad de hacer las cosas bien. Acabo de dar con un hombre feliz. ¿Habrá comenzado su turno de trabajo hace unos minutos y está fresco y descansado? ¿La mujer de sus sueños le dijo hoy que sí? ¿El camión suministrador ha llegado hasta su gasolinera a pesar de la huelga de transporte y los piquetes? Quizá influído por el poético atardecer, me quedo con la mejor de las opciones: este hombre es así. Nunca es fácil aceptar la superioridad en los demás; el ego padece ante hombres o mujeres más guapos, más listos, más fuertes o más exitosos que nosotros. Sin embargo, el espectáculo de la superioridad moral de otra persona me llena de paz y tranquilidad. El nirvana, el cielo, la última reencarnación, lo que ustedes quieran. El gasolinero de Siétamo está más cerca que yo.

TIMBAS, JURAMENTOS O PLEGARIAS (Junio 2008)

El Titanic se hundía irremediablemente y los viejos caballeros británicos seguían jugando al bridge, manteniendo el tipo hasta el último momento. Quizás a James Cameron, director y guionista de la aclamada película, se le fue un poco la mano al retratar la flema británica de algunos pasajeros del trasatlántico, pero creo que la escena es estimulante. Nuestro Titanic particular, nuestra vida, se hundirá algún día en las heladas aguas de la muerte. Esas son las reglas y no hay excepciones. Algún día, los botes salvavidas se acabarán y todos deberemos enfrentarnos al momento de la verdad. Confieso que me gustaría hacerlo como esos caballeros del Titanic, sereno y sin perder el sentido del humor, pero no se si tendré el valor suficiente. Para empezar, ¿querré saber?
El Congreso de California ha aprobado recientemente una ley que obliga a los médicos a explicar sin tapujos el estado de salud, posibilidades y alternativas, a los pacientes que lo soliciten. Hasta ahora muchos médicos decidían ocultar a los enfermos terminales una verdad que algunos preferirían conocer. En España, además, la familia del enfermo pretende a menudo decidir en su nombre sobre el asunto. Los partidarios de la ley sobre el derecho a saber las alternativas sobre el fin de la vida afirman que, contrariamente a lo que se cree, el paciente terminal conocedor de su situación no está más deprimido o angustiado que los otros. Delicada cuestión. Personalmente apoyo a los que defienden tanto el derecho a saber como a no saber. Timbas, juramentos o plegarias; para recibir a la muerte, elegir la puesta en escena, el grado de consciencia o la compañía, se antoja un derecho indiscutible. Con sólo vivir un día, ya nos lo habríamos ganado.

LA FOTO (Junio 2008)

Definitivamente, el Somontano de Huesca estaba precioso. Gracias a las lluvias de mayo, sobre las que el refranero no se acaba de poner de acuerdo, aquel paisaje no tenía nada que envidiar a la mismísima campiña inglesa. ¿Es agua de mayo o arruina el año? Me estoy desviando del tema. Afrontemos los hechos. Como decía, el campo era un gozo aunque yo no podía disfrutarlo completamente: conducía un vehículo de cuatro ruedas y mis ojos estaban entretenidos en evitar que éste abandonase la carretera al encuentro de un barranco, a abrazarse mortalmente con un árbol o que chocara con los que venían de frente, con proyectos vitales opuestos a los míos. Al llegar a las famosas curvas próximas a Angüés, mi pie derecho estaba preparado para dar lo mejor de sí. Abandonaría el acelerador para hundirse en el pedal de freno todo lo que hiciese falta, generoso y sin especulaciones. Conozco bien la zona y se cuántos accidentes han provocado esas curvas traicioneras que han dado inmerecida fama al pueblo. Además, las señalización luminosa es tan abundante que uno se siente como un piloto de Iberia con galones aproximándose a la T4 de Barajas. Un fogonazo en el espejo retrovisor me sacó bruscamente de la apacible lasitud mañanera. Radar fijo al canto. Ansiedad, desasosiego. La señal marcaba setenta y yo circulaba a más de noventa. Ahora, según el guión habitual, deberían venir las quejas: a mi velocidad no había ningún peligro, sólo piensan en recaudar y bla, bla, bla.
No me da la gana. ¿Por qué han descendido drásticamente las muertes en carretera? ¿Por la educación vial en las guarderías? Sabemos muy bien que no. Por tanto me tragaré la mala leche y la próxima vez tendré más cuidado. Cojo aire, hago un esfuerzo y me digo: benditas fotos.

LA ULTIMA FRONTERA (Mayo 2008)

Es uno de esos raros momentos en los que crees estar muy cerca, casi puedes tocarla, de la forma de ganarse la vida más perfecta que jamás hubieras imaginado. Es miércoles y afuera truena sobre los verdes prados donde pastan, indiferentes, cinco caballos salvajes. De no moverse los equinos de vez en cuando, uno pensaría haber caído prisionero dentro de una postal. Estamos en Casa Castel, lejos de todo y cerca de nada, en uno de los valles más remotos del Maestrazgo. Nuestro bendito trabajo consiste en ver y escuchar. Alrededor de un almuerzo charla un grupo de cuarentones, urbanitas conversos, con tanta pasión, que se hace difícil pensar que fuera nos rodea uno de los despoblados más grandes de Europa. Pilar, nuestra anfitriona, cuenta con desparpajo y humor negro las peripecias de su vida, que tiene todos los condimentos de una buena novela. A su lado, José Luis y Laura, vecinos de Torre Montesanto, los mejores guías de la zona que hubiéramos podido encontrar. Los tres dejaron un día la gran ciudad para montar sus negocios de turismo rural en antiguas masías centenarias, testigos mudos de una forma de vida que nunca volverá. Enseguida saltan a la conversación los temas inevitables en esta comarca: la luz eléctrica que no llega, las pistas que nunca se asfaltan, la ruina total del sector ganadero por la caída de los precios.No ha llovido lo suficiente para quedar atrapados varios días. Si estuviéramos en invierno...lástima. Cuando el 4x4 de José Luis nos saca de allí navegando hábilmente entre el barro, se agolpan en nuestra mente sentimientos contradictorios. La belleza, la injusticia y la valentía pueblan, a falta de personal, los valles del Maestrazgo. No podría recomendarlos más. Visítenlos.

LECCIONES DE LA HISTORIA (Mayo 2008)

Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos entre 1969 y 1974, debió ser un personaje bastante peculiar. Vestía el batín de andar por casa con pajarita y su ambición, frialdad y falta de escrúpulos se hicieron legendarias. En una ocasión fue a visitar a su madre acompañado de periodistas, para felicitarla por su cumpleaños. No pasó de estrecharle la mano. Cuarenta años después, uno se sigue preguntando cómo es posible que el país más poderoso del mundo tuviese como líder a alguien incapaz de abrazar a la persona que lo trajo al mundo. Estos días se ha publicado en Estados Unidos la última biografía del político – “Nixonland”, de Rick Perlstein – que propone algunas respuestas para resolver el misterio. Nixon estaba lleno de odio y resentimiento. Contra los años sesenta y su revolución de las costumbres, contra el buenrrollismo del Partido Demócrata y contra los intelectuales progres que miraban a los liberales republicanos por encima del hombro. Según la tesis de “Nixonland”, Richard Nixon no fue elegido presidente a pesar de ese resentimiento. Fue el odio compartido por millones de compatriotas, el motor de su triunfo aplastante en 1972. Dos años después, el escándalo Watergate le obligaba a dimitir.
Creo que todas las sociedades, la española también, se mueven a golpe de flujo y reflujo, de revoluciones y de moderaciones. Probablemente haga falta, en algún momento de la historia, una ministra de defensa catalana embarazada pasando revista a las tropas en un país en guerra. Para luego volver a un nombramiento algo más convencional. Un país necesita Aznares y Zapateros. La historia de Nixon nos lo enseña claramente: El desacuerdo es natural; el odio al rival político es el camino de la vergüenza y de la indignidad.

LA SANTA TRINIDAD (Mayo 2008)

Un confesor indulgente y un médico de confianza. Durante cientos de años, estos personajes fueron insustituibles en la vida de un buen español. Por supuesto, no todos alcanzaban a tenerlos o a pagarlos, pero se aspiraba a encontrarlos y retenerlos hasta que la muerte dijese la última palabra. Los tiempos han cambiado. Hoy, el médico de cabecera no recibe el tratamiento de “don”, rarísimamente acude a nuestra casa y, si lo hace, jamás le ofrecemos una copita de jerez. ¿Tenerlo cerca en el lecho de muerte? ¡Ni pensarlo! Cambian tan frecuentemente que eso significaría que nos quedan cuatro telediarios y, de momento, – y esto permanece inmutable al paso del tiempo - aquí nadie quiere bajarse del carro.
Nuevos personajes esenciales han aparecido en nuestras vidas. Todo cambia y los adelantos tecnológicos se cobran su peaje de una forma nueva y terrible: con la desesperación. ¿Hay algo peor a perder cientos de horas de trabajo por un fallo en el ordenador? ¿O encadenar una inexplicable avería tras otra en nuestro amado coche? Necesitamos un ingeniero informático y un mecánico competentes, a los que podamos llamar por su nombre de pila bautismal. Como el comer. Los ordenadores y los coches se han vuelto tan complicados que uno se asoma a sus tripas de códigos indescifrables y manguitos misteriosos con un temor reverencial. En los momentos de zozobra, o sea, de avería grave, estos técnicos aparecen para salvarnos como superhéroes de cómic.
Al confesor muchos lo perdonamos. Al médico quizá no, aunque no nos hacemos muchas ilusiones. Al informático y al mecánico los buscamos desesperadamente. De todo corazón, yo les deseo mucha suerte. A mi José Miguel y a mi Carlos...¡no me faltéis nunca!

NEGOCIAR (Mayo 2008)

El día en que los intereses, deseos vitales y aspiraciones de todo ser humano coincidan, la civilización habrá acabado. Definitivamente, el mundo será más aburrido y más feliz. Lo difícil es lograr la armonía mientras sigue vigente la ley básica de la supervivencia: la escasez. De momento no hay agua, escaños, mujeres y hombres guapos, cuadros de Sorolla o chalets con bodega para todos. Es irónico comprobar que los mayores grados de cohesión social se alcanzaron históricamente durante las guerras. Imagino que para un inglés de 1940, ver en el noticiero a Hitler dando saltitos frente a la torre Eiffel debió ser estímulo suficiente como para exclamar: “¡Dejémonos de tonterías y vayamos al grano!” Lo dicho, hoy nos toca negociar. Vacaciones en la playa o en la montaña, el salario (quien pueda) o el precio de un alquiler. Un estudio publicado en la revista americana “Psychological Science” comparaba la eficacia de tres grupos de personas con enfoques diferentes ante una negociación. Los neutros se concentraban en su posición. Los que buscaban perspectiva, intentaban`contemplar el problema a través de los ojos de una tercera persona que no interviniera en el asunto. Por último, los empáticos intentaban comprender emocionalmente a su oponente. ¿Quién ganó? Los neutros perdieron. Entre los empáticos y los perspective-takers hubo casi un empate pero al final se impusieron los segundos: algunos empáticos llegaban a identificarse tan bien con las emociones del rival, que cedían a la tentación de sacrificar parte de sus intereses para favorecerles. Tomaré nota. Juro que prefiero charlar, escuchar música o beber buen vino, pero mientras no me vaya de misionero a una selva perdida tendré que hacerlo. Incluso allí. Tendré que negociar.

GOYA (Abril 2008)

Hablar de Francisco de Goya como “el genial pintor aragonés” puede parecer, a estas alturas, una obviedad. De acuerdo, es un tópico como la copa de un pino resinero. Ocurre que una verdad indiscutible, a fuerza de ser repetida, pierde intensidad para los que la han escuchado desde los primeros usos de la razón. Para los aragoneses, especialmente. Mi primer trabajo escolar sobre Goya lo copié de un libro de arte a los doce años; antes de los veinte visité la casa natal del pintor en Fuendetodos (descubrí entonces que “Fuentetodos” no existía); pero debo confesar que he necesitado casi cuatro décadas para comprender realmente la grandeza de este hombre irrepetible. Goya sigue de moda, gracias a Dios. En el Prado se exhiben hoy sus fantásticos óleos del dos de mayo, restaurados con motivo del Bicentenario de la Guerra de la Independencia. En la Biblioteca Nacional, la serie de grabados “Los desastres de la guerra”. Esta última obra ha sido, para mi, la revelación. Se ha elegido, acertadísimamente, una imagen emblema de la exposición que resume muy bien su contenido: el grabado titulado “¡Qué valor!”. En él aparece Agustina de Aragón prendiendo la mecha del cañón que, el dos de julio de 1808, mantuvo a raya a los franceses en la puerta del Portillo de Zaragoza. Los poetas cantaron la hazaña, los pintores la representaron y los cronistas concedieron a esta niña el regalo de la inmortalidad. Pero nadie lo hizo como él. Dibujar a Agustina...¿de espaldas? La imagen tiene fuerza, autenticidad, concisión, ¡qué maravilla de título! Para dar un desplante tan descarado a las modas, a la pintura romántica y a las odas de Lord Byron, hay que ser alguien muy especial. Ya no me importa repetirlo. Hay que ser un genio.

PIJOS MADRILEÑOS (Abril 2008)

La sede del Partido Popular en el distrito madrileño del barrio de Salamanca está presidida por una foto de Esperanza Aguirre con una larga dedicatoria. No es extraño. En las elecciones autonómicas, la actual presidenta de la Comunidad de Madrid obtuvo allí un porcentaje de votos superior al 70%. Si España fuera el barrio de Salamanca, Doña Esperanza se convertiría pronto en la primera presidenta del gobierno con unos resultados electorales de aroma cubano. Me puedo imaginar el berrinche de Rodríguez Zapatero. ¡Un hito del ascenso de la mujer al poder sin su decisiva intervención! Pasear en Madrid por la calle Serrano y adyacentes un sábado por la tarde, es una experiencia difícil de olvidar. El pijo, esa especie que uno creía extinguida, engullida por el euro y el desclasamiento, prospera en este hábitat privilegiado entre escaparates de Cartier, Gucci y Dior. Espectacular, pero no sólo eso. El barrio de Salamanca es un lugar único para entender la historia de España del último siglo. La concentración de dinero, edificios nobles, pijerío y belleza es tan brutal, que uno llega a entender ese desprecio secular de la capital por sus provincias. El centralismo madrileño ha marcado nuestra historia pero no se me ocurre culpar hoy de ello a los pacíficos y engominados habitantes de tan distinguido barrio. Prefiero disfrutar de mi paseo sabatino. Pienso, además, que el verdadero pijo es aquél que valora a las personas por lo que tienen y no por lo que son, y ese especimen abunda también en lugares menos favorecidos. Pero la política es cosa distinta. Aspirar a gobernar España militando en las clases que quieren ser visiblemente privilegiadas parece tarea difícil. Para Esperanza Aguirre, misión imposible, diría yo. Lo dice el sentido común: no se puede tener todo en esta vida.

CUESTIÓN DE JUSTICIA (Abril 2008)

De la masía más recóndita de la sierra de Gúdar al eterno atasco de Zaragoza, en apenas dos horas. Antes de un cambio tan salvaje, un servidor debería haber realizado una mínima descompresión, como los buceadores. Una paradita en Calamocha, un cafelito, ¿hace un paseo por Daroca?, y llegada a la capital con la cabeza menos filosófica y más preparada para la presunta civilización. Pero claro, la autovía, tan recta y tan bonita, no invita a parar. Más allá del hermoso horizonte, la flamante infraestructura tiene pocas distracciones; por no tener, no tiene ni gasolineras. Los kilómetros vuelan y se llega a Teruel capital en un suspiro: como ande uno despistado en sus cosas, acaba en el Mediterráneo. Resumen de perogrullo: la autovía mudejar es una auténtica maravilla. ¿Y qué va a pasar con el Bajo Aragón Histórico? Si ves al vecino cada día vistiendo un traje arrugado y pasado de moda como el tuyo, probablemente, te concentrarás en otras preocupaciones. Pero si una mañana aparece con smoking y camisa de seda por decisión gubernativa, se te va a subir la sangre a la cabeza. Y con razón. Parece que al sastre del Ministerio de Fomento se le acumulan los encargos. Dijo la vicepresidenta del Gobierno que el desdoblamiento de la nacional 232 se finalizaría en 2010. Las palabras ahí quedan. Con el proyecto de la Ciudad del Motor avanzando inexorablemente, es evidente que el sacrificio de tener que aguantar cada día una carretera peligrosa y saturada mientras la otra parte de la provincia se desplaza disfrutando del paisaje, no puede prolongarse indefinidamente. Cumplir los plazos, en este caso, ya no es una cuestión operativa, plurianual o estratégica – palabrejas que abundan en los planes del ministerio-. Es mucho más sencillo. Es una cuestión de pura justicia.

BONN (Abril 2008)

La economía se rige por leyes propias de la naturaleza salvaje. El mercado dicta sentencia con la misma frialdad que una leona elige a su presa enferma en un rebaño de ñúes en la sabana africana. La empresa grande se come a la pequeña o le quita los clientes, condenándola a una muerte lenta, asfixiada por las deudas. Hoy son pocos los sectores que se libran de la presencia de las grandes empresas. Como consumidor no niego que el sistema tiene sus ventajas. Acepto que nos llenen la cesta de la compra, que nos vistan y nos vendan los muebles, el coche... pero me molesta profundamente que pretendan invadir también los espacios donde todavía es posible que un valiente sin Master en Business Administration se lance a montar su propio negocio. La hostelería, por ejemplo. Unos señores con dinero compran los cinco mil mejores locales de las cinco mil ciudades más importantes del mundo y se ponen a vender cafés. O hamburguesas de plástico. Su plantilla, multiétnica y tristona, parece decir con los ojos: “Les juro que este trabajo es temporal”. Y resulta que el negocio les sale bien. Porca miseria. Si durante un viaje he sucumbido a las tentaciones de un Starbucks o un McDonalds, al regresar, necesito una desintoxicación inmediata. Entonces lo tengo fácil. En mi barrio de la Almozara, con vistas a la Expo en apresurada construcción, está el bar con los bocadillos más sabrosos, honestos y amorosos de Zaragoza. Se llama Bonn y está en la calle Bonn, para no perderse. Si visita este verano la Expo y le ofrecen comida sospechosa, cruce el Ebro junto al pabellón-puente. Allí no harán el agosto porque saben que vendrá enero. Allí no cotizan en bolsa, pero le mirarán a los ojos. En calidad-precio, la mayor multinacional del mundo no podría competir con ellos. Qué gozada.

EL PERDEDOR (Abril 2008)

En una película de James Bond, un villano preguntaba al famoso espía con licencia para matar: “¿Parece que no le gusta perder, señor Bond?” Sin desviar la mirada de su despampanante compañera de mesa y depositando una enorme cantidad de fichas sobre el tapete, Bond contestaba: “No lo se, no lo he probado nunca” No eran las persecuciones, las explosiones, o los artefactos mortíferos que diseñaba el entrañable “Q”. Ni siquiera la extraordinaria vida sexual de su protagonista. El éxito fulminante de las novelas de Ian Fleming se debió a que el personaje de James Bond era, por definición, un ganador. ¿Alguien que gana siempre? No exactamente. Un verdadero ganador, en la vida real, es alguien que no tiene miedo a perder y que, cuando lo hace, no se viene abajo. Se toma un martini, se alisa el traje y sale sonriendo sin perder la compostura.La cultura futbolística española es fatalista, de perdedores. Cuando nuestro equipo gana nos tiramos a la fuente de la plaza principal de la localidad -las estatuas pierden un brazo o dos, y alguien se abre la cabeza contra el fondo-. Cuando pierde, nos falta tiempo para sacar el pañuelo y gritar “¡Peseteros, sinvergüenzas!”, y pedir la dimisión hasta del utillero. Nos solemos excusar como pueblo de sangre caliente, pasional y desmedido, pero esta explicación no me convence. Cuando agitamos el pañuelo, abroncamos a nuestros jugadores o esperamos a los directivos a la salida del estadio, estamos expresando hispánicamente un incontrolable, violento y patético miedo a perder. Estéticamente no es bonito, pero el problema es otro. Más grave. El miedoso no gana al villano, no se lleva a la chica y se queda sin fichas jugando al bacarrá. Al final, pierde siempre.

sábado, 28 de marzo de 2009

DJENNEBA (Abril 2008)

“Djenneba es blanca pero es negra. Pobre, maldita, soñadora y alegre. Djenneba es Africa” Así, como en un acertijo, logré resumir la historia de Djenneba en menos de una línea. Acerté, sin buscarlo: la vida de esta joven casi adolescente, de raza negra y piel blanca por efecto del albinismo, se parece mucho a un enigma. Han pasado algunos años. Viajábamos por Mali, siguiendo el curso majestuoso del río Níger. En el Africa negra, un viajero occidental todavía puede, en pleno siglo XXI, sentirse un aventurero. La luz de Africa, su olor dulce, no se parecen a nada que uno haya visto en otro lugar del mundo. En Djenné, la ciudad de la gran mezquita de barro, la conocimos. Vivía a la sombra, protegida por los muros de banco de su casa, del sol abrasador que amenazaba su piel despigmentada. Quisimos que nos contara su historia. Mi hermano Julio, africanista de vocación, conocía bien el cruel destino de los albinos en las culturas africanas primitivas. Considerados seres malditos, muertos regresados, han sufrido violencia, repudio y desprecio. Djenneba es dulce y amable, y comprobamos con alivio que en su familia es querida y respetada. Su voz es suave pero está llena de fuerza. Quiere ser buena musulmana. Quiere tener un marido y no compartirlo con nadie. Tres o cuatro hijos. Quiere ser abogada. “Es mi elección”- afirma con un extraño convencimiento. Djenneba es casi una niña, pero sus sueños son los de una mujer valiente. Fuera, en las calles de Djenné, se pasea la pobreza y la miseria, soberbias, entre muros de barro como olas recalentadas. Abandonamos su casa, impresionados. Ahora sabemos mejor por qué viajamos, qué buscamos. Sabiduría entre el barro. (el cortometraje documental “Djenneba”, en www.notodofilmfest.com, palmarés)

NO SE PEGA A LAS NIÑAS (Marzo 2008)

Me dirán que tiene un aire machista y condescendiente, pero me da igual. A fuerza de escucharla desde niño, aquella frase se convirtió en ley incuestionable, definitiva, sin excepciones. Además, como decía el corolario infamante que despejaba cualquier duda, hacerlo es de cobardes. Es triste comprobar que a algunos hombres esta lección no les quedó bien aprendida o, más probable, no oyeron hablar de ella en absoluto. La violencia contra la mujer no es un fenómeno nuevo. Pese a las escalofriantes cifras actuales, muchos más hombres han maltratado físicamente a sus mujeres en el pasado, con la más absoluta impunidad ¿Por qué lo siguen haciendo? Me niego a considerar al hombre moralmente inferior, peor persona que la mujer. Compartimos tanto, unos y otros, que esta diferencia ética me parece imposible. La razón es más sencilla y terrible: algunos hombres agreden a sus mujeres porque pueden hacerlo. La superioridad física bruta del hombre sobre la mujer es sutil en apariencia, pero inapelable en el resultado. Sutil porque sus cuerpos son, proporcionalmente, bastante parecidos. Sin embargo, es difícil encontrar a una mujer que no pueda ser destruída físicamente por casi cualquier hombre. Bestial pero real. Esa superioridad concede una potestad, una posibilidad, un poder. Un poder primitivo del que puede hacerse uso – afortunadamente, en una sociedad como la actual esta posibilidad está muy limitada, por ilegal, por innecesaria, por inmoral – y del que se puede abusar. Los maltratadores, los asesinos de mujeres son patéticos desperdicios de esta sociedad. Pese a la trágica realidad de hoy, un subgénero en vías de extinción, estoy seguro. Mientras tanto, a mi hijo, un día, se lo diré muy claramente: no se pega a las niñas. Jamás.

EUROVISION (Marzo 2008)

Cualquier tiempo pasado fue mejor, dijo el poeta. Para el entrañable, empalagoso y decadente festival de Eurovisión, esta sentencia no puede ser más apropiada. Después de un sistema de votación popular por internet, esta semana hemos conocido al representante español en la edición de este año: Rofolfo Chikilicuatre, personaje creado por la genial factoría humorística que dirige Andreu Buenafuente. Como broma, la canción del Chiki-chiki sería una del montón en cualquier programa de su show nocturno. Más bien flojita y hecha con prisas. Creo que hasta los mismos padres de la criatura pensaron que alguien haría algo, antes de permitir que un personaje tan ridículo nos representase en Eurovisión. Si Televisión Española quería salvar el festival, uno no acaba de entender la estrategia. El Chiki-chiki es un corte de mangas, una tomadura de pelo, una burla hacia cualquiera que, honestamente, quiera acudir al concurso interpretando una buena canción. La España del cachondeo, esa que piensa que hay que reirse de todo las veinticuatro horas del día, está encantada. Sin embargo, el “por lo menos nos echaremos unas risas” que utilizan muchos para justificar su voto en los foros de internet, esconde algo no tan divertido. España, como los mundiales de fútbol, no gana Eurovisión ni por equivocación. Massiel fue la única, con su La-la-la, hace cuarenta años. Ese rechazo recurrente al genio español (porque somos los mejores, bueno y qué) ha acabado con nuestra paciencia. Al principio nos reíamos de los rivales, luego nos quejamos de maniobras políticas, y finalmente nos refugiamos en el esperpento. A Valle-Inclán le quedaba mejor. Espero, para los que vean la actuación el 24 de mayo, que la diversión se transforme en vergüenza ajena. Yo pienso irme al cine.

EL SAPO Y EL MARRÓN (Marzo 2008)

“El Partido Popular espera ganar las elecciones intentando hacer que los simpatizantes socialistas se abstengan”. Esto afirmaba el dirigente del PP Gabriel Elorriaga al diario británico Financial Times, en una de las meteduras de pata más antológicas de esta campaña electoral. ¡Qué le pasó a este hombre por la cabeza, por Dios! Acostumbrado a lidiar con todas las fieras periodísticas patrias, se encontró frente a una tal Leslie Crawford, inofensiva en apariencia y con nombre de actriz de cine mudo, se echó atrás en su sillón, se relajó y... dijo la verdad. La verdad perfecta: aquella que todo el mundo conoce pero que nadie se atreve a pronunciar. A continuación Don Gabriel negó, arruinando el único epíteto favorable que le quedaba: había sido hombre parlanchín, calculador pero sincero. Leslie salió de nuevo a la palestra: “Don Gabriel dijo”. El aludido, suplicando con la mirada que dejaran de hablar de él por favor, concluyó: “No me atrevo a jurar que no dijera”. Mientras tanto, en el bando rival, Isabel Coixet fabricaba un spot con joven socialista solidario que conduce trescientos kilómetros hasta el pueblo (¿eufemismo de asilo?), para recoger a su madre, decrépita, coja y pepera, y llevarla a depositar su voto. ¡Pero mira que son buenos estos socialistas! Marketing y manipulación electoral aparte, estos dos ejemplos dan una pista bastante fiable de lo que puede pasar el domingo. Cuando el interés partidista – que la participación sea alta – coincide con el interés general, con lo que debe ser – que el ciudadano vote y se implique – las posibilidades de victoria son más grandes. ¡Voten a quien sea, pero voten! No votar es escurrir el bulto, escaquearse, dejar a los otros el marrón. Votar puede significar tragarse el sapo de elegir al menos malo. Es amargo, pero háganlo.

LA MADRE DE TODOS LOS DEBATES (Febrero 2008)

Eran las diez menos cinco y allí estábamos todos frente al televisor. 13 millones de españoles comiendo pizza y bebiendo cerveza como si fuera la Superbowl. El debate Rajoy vs. Zapatero estaba a punto de comenzar. En ese momento tuve un chispazo de humanidad y sentí compasión por los candidatos. Los imaginé bebiendo zumos naturales de marcas pactadas, transpirando sobre tresillos de dimensiones pactadas. Yo estaba tan nervioso como si mi chiquillo fuese a aparecer dando toques a un balón en un programa de talentos. Los presentadores, primeros espadas del escalafón, balbuceaban como becarios en agosto. Cuando salió el trío protagonista aquello se transformó en un casino de Las Vegas. Sólo faltaban Don King y la báscula. Confirmado: el asesor de imagen de Rajoy es un topo del partido socialista. El candidato popular sonríe como una polichinela con el traje desabrochado y arrugado, a punto de sacar una cachiporra y emprenderla con Zapatero, que parece un joker escapado de una baraja de Heraclio Fornier. El presentador Campo Vidal viste uno de esos trajes grises, bonitos y poco prácticos: la segunda boda en que te lo pones, eres el comentario de todos: “¿Tendrá sólo un traje?”. Durante las dos horas siguientes, los candidatos pelearon. Hubo momentos en que lanzaron puños al aire, a moscas imaginarias – yo hablo de terrorismo y tú de cheques-bebé – y otros de golpes bajos. Algunas intervenciones como “La niña de Rajoy” han entrado en los anales de la política española. Campo Vidal, después de un trabajo impecable, mete la pata hasta el corvejón: “Uno de estos hombres será presidente el 9 de marzo”. Rechinar de dientes entre todas las víctimas del bipartidismo por decreto que nos gobierna. Uf, mi estómago. Mañana, espinacas.