lunes, 26 de abril de 2010

FILOSOFÍA (26/04/2010)

Me llama por teléfono mi amigo J.M. Tafalla. Su voz suena entrecortada por las interferencias orográficas de la sierra madrileña, pero llena de convicción. “Tienes que leerte “El anticristo”, de Nietzsche”. Intento hacerle comprender que después del disgusto que se ha llevado mi madre al leer mi última columna dedicada al Vaticano, lo más prudente sería dejar el tema por una temporada. “Es como Schopenhauer, pero no tan pesimista”, añade para tranquilizarme. Aunque no lo consigue, no puedo dejar de reconocer que de Nietzsche y de los filósofos en general, el bachillerato apenas me dejó un puñado de tópicos de escasa utilidad. Me sirvió para hacer un digno papel en “Saber y ganar”, eso sí, y me proporcionó un fino barniz de hombre culto con el que voy por la vida, como la mayoría de mis congéneres, aparentando saber mucho más de lo que sé. Siguiendo el ejemplo de mi amigo, me gustaría recomendarles algo relacionado con la filosofía, aunque no tenga nada que ver con suprahombres o mitos de la caverna. Para empezar, no se trata de un libro sino de un vídeo colgado en internet, algo muy apropiado para los homo videns en que nos hemos convertido. El vídeo recoge una conferencia del consultor Emilio Duró, con motivo de un congreso sobre pequeño comercio gallego celebrado recientemente. Se preguntarán qué puede tener en común la vida de un pequeño comerciante de La Coruña, con la de cualquiera de los lectores de este artículo. Ahí está el misterio que les dejo: todo. http://el-pensadero-de-ssg.blogspot.com/2010/03/emilio-duro-optimismo-e-ilusion.html El verbo de Emilio Duró es arrollador, irresistible y muy divertido. Hasta mi amigo Tafalla dejó aparcado a Nietzsche por un rato, para dejarse llevar por el entusiasmo y la provocación de este personaje. No se lo pierdan.

viernes, 16 de abril de 2010

VATICANO (16/04/2010)

“El estado más pequeño del mundo”, se dice a menudo, con simpatía, como si se hablara de un estado-llavero, poblado por guardias suizos y decorado con bonitas obras de arte. Puestos a seguir con el tamaño, el Vaticano es también la dictadura más pequeña del mundo, quitándole ese dudoso honor a la isla de Cuba. Los hermanos Castro llevan trabajando duro desde hace más de cincuenta años, pero claro, basta darse una vuelta por la basílica de San Pedro para darse cuenta de que, al lado de la Iglesia Católica, Fidel y los suyos son unos advenedizos. Cuando el representante de Dios en la tierra es un hombre con aspiraciones de santidad, un hombre bueno, el estado vaticano funciona aceptablemente bien. Su rabioso conservadurismo se suele pasar por alto. Sin embargo, cuando alguien como Joseph Alois Ratzinger luce la mitra papal, al sistema empiezan a vérsele las costuras. Benedicto XVI no es un aspirante a la santidad. Tampoco una mala persona. El Papa actual es un inquisidor, un político, un intelectual de pluma afilada, un jacobino con sotana, un alemán cabeza cuadrada. En la era Ratzinger, la Iglesia Católica ya no pone la otra mejilla. Se dedica a repartir hostias, pero no de las sagradas, sino de las otras. El secretario de Estado del Vaticano, Monseñor Bertone, ha administrado la última. Según él y unos misteriosos estudios científicos, la homosexualidad está vinculada a la pedofilia. Indignante. Los seguidores de la Iglesia Católica, colectivo al que pertenecen muchos amigos y familiares cercanísimos al que escribe, deberían advertir que su pastor, el señor Bertone, se expresa de una forma muy similar a como lo haría un político demagogo de la extrema derecha. Como si fuera el primer ministro de un régimen totalitario... Vaya. Resulta que eso es exactamente lo que es.

viernes, 9 de abril de 2010

DE SILVA A MARAÑÓN (09/04/2010)

Hugo Silva pertenece a la primera generación de hombres-objeto que ha producido la siempre desconcertante sociedad española de principios del siglo XXI. De pronto son ellas las que, ante una audiencia con presencia masculina minoritaria – esto es esencial -, sonríen pícaramente y lanzan las dos palabras desvergonzadas: “Está buenísimo”. Resulta que ya no sólo el chocolate está buenísimo. Hugo Silva también está buenísimo. Debo decir, para tranquilidad de Hugo, que el género masculino, a diferencia de las féminas, es bastante solidario con sus más apolíneos representantes. A los machos humanos, la pasión sexual desenfrenada de muchas hembras – nótese, dije muchas- nos produce, entre otras emociones contradictorias, la de la inquietud. Y ahora viene el salto mortal con tirabuzón: de Hugo Silva a Gregorio Marañón. Resulta que el actor se halla en pleno rodaje de una mini-serie histórica para televisión, en la que interpreta a Antonio Pérez, el intrigante secretario del rey Felipe II. Silva, por fuerza, ha leído a Marañón. No se puede aspirar a conocer quién fue Antonio Pérez, sin consultar la monumental monografía escrita por Gregorio Marañón en 1947. Una obra maestra de la literatura española, imprescindible para el buen amante de la Historia. Por desgracia, para demasiados españoles, el doctor Marañón es un perfecto desconocido, apenas el nombre de una calle. Y no hay culpa en ello. Marañón fue dejado caer en el olvido, por pertenecer a esa tercera España del exilio interior, casi apátrida, que a franquistas y republicanos incomodaba por igual. Como ven, para evocarlo, hay que hacer virguerías. Los caminos de la frivolidad son inexcrutables. Disfruten a Hugo Silva. Lean “Antonio Pérez”. Recuerden a Marañón.

viernes, 2 de abril de 2010

DIGITAL (02/04/2010)

Al ministro de industria, Miguel Sebastián, se le iluminaba la cara al pronunciar las palabras mágicas: Televisión Digital Terrestre. Al fin podía ser ministro, y feliz, todo a la vez. Mientras apretaba el botón protocolario que finiquitaba la era analógica, pensó: “Para estas cosas quería ser yo ministro, no para encerrarme en el palacio de Zurbano a negociar con la oposición”. Es la palabra mágica que todo lo puede. Digital. No sólo le ocurre al ministro. Añádanla a cualquier cosa y verán como les entran ganas de sonreir. “Me he comprado una aspiradora”. Nada. En cambio: “Me he comprado una aspiradora digital” A sonreir. Lo digital es así. El problema de las sonrisas es que no pueden ser eternas. Al final siempre viene alguien a aguarte la fiesta y helarte la susodicha. Esta vez han sido nuestros queridos colegas del diario francés “Le Monde”. Al parecer, todos los cd´s, dvd´s y discos duros en los que hemos almacenado nuestros datos digitales, fotos familiares, novelas inacabadas, tienen una vida finita de unos diez años, pasados los cuales la información se pierde. Si logran contener sus impulsos egoístas, piensen también en la infinidad de datos científicos, administrativos y bancarios que estarían en juego, si se confirma la amenaza. Lo irritante del artículo es que no da ninguna solución. Hacer nuevas copias de todo es materialmente imposible, existen medios seguros de almacenaje pero son carísimos etc... Al final, el periodista estampa su firma al pie, Laurent nosequé, y se marcha a casa tan fresco. ¿Qué clase de broma es esta? ¿Cómo saben que se borran los discos si todavía no han pasado diez años? ¿Qué nuevo formato van a intentar colocarnos? Suena el teléfono del ministro. Un mensaje de la ministra Salgado. Escueto. “Que vuelvas”. Sebastián suspira. Qué poco dura lo bueno.