viernes, 28 de febrero de 2014

PACO DE LUCÍA (28/02/2014)

La palabra guitarrista me viene grande. Sería más preciso decir que, a ratos, toco la guitarra. Hoy todos los aficionados del mundo a este instrumento maravilloso estamos de luto. Y no solo nosotros: la muerte de Paco de Lucía ha sido como un rayo inesperado que ha dejado a toda la cultura española huérfana y triste. ¡Ay de los que se quedan! El vacío del maestro es tan enorme, que no me gustaría estar en el pellejo de los que ahora deban portar el estandarte de la guitarra flamenca – la guitarra española popular por antonomasia – que Paco paseó por los cinco continentes con ese estilo que nos llenaba de orgullo. Desde que tengo uso de razón, los españoles hemos presumido de Paco de Lucía porque encarnaba como pocos eso que llaman el genio español y que todos soñamos con compartir, aunque solo sea por el gentilicio. Si la genialidad se reparte con cucharitas de café, con Paco alguien usó un cucharón sopero. No solo por su virtuosismo, absolutamente espectacular, inverosímil para este humilde tocador de guitarra a ratos que les escribe, sino también por su autenticidad, por su carácter de verdadero artista que vive su don como una bendición y una tortura a partes iguales. Paco de Lucía era incapaz de mentir, de adoptar poses. Para él la creación – no la copia o la repetición – era el resultado del sufrimiento. Por eso, en muchas ocasiones había confesado la tentación de dejar la guitarra en un rincón y no volver a mirarla más. Como cuando era niño y practicaba hasta las lágrimas bajo la exigente mirada de su padre. Tiempos duros donde se forjan los héroes de verdad, los que parten desde muy abajo y sueñan con la gloria para no vérselas con un puchero vacío. Qué grande eres Paco. Espero que tengas por allá arriba una guitarra a mano. Para que ya solo puedas disfrutar.

martes, 25 de febrero de 2014

EL CATACLISMO (21/02/2014)

La edición digital de la BBC dedicaba ayer un artículo a Ada Colau, cabeza visible del movimiento Stop-Desahucios, elogiando a la activista catalana por haber movilizado a sectores sociales masacrados por la crisis inmobiliaria, en favor de la reforma de la legislación hipotecaria española que el mismo medio británico califica de "draconiana". Sorprende lo poco que se habla y se escribe hoy en España sobre el asunto. En una sospechosa evolución de las prioridades informativas, se comenzó hablando de una ola de suicidios motivada por los desahucios, se siguió con la necesidad urgente de una reforma - a raíz de la bochornosa llamada de atención del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que tachó a la ley española de "ilegal y abusiva" - para acabar centrando el debate exclusivamente en la polémica de los escraches. Después, el silencio. Sin embargo, la realidad sigue ahí, y ninguna improvisación gubernamental en forma de real decreto ha conseguido acabar con ella. 350.000 desahucios desde 2008. El mayor cataclismo económico y social desde el final de la guerra civil. El fracaso de la clase dirigente en predecirlo y gestionarlo ha sido tan clamoroso, que ha inhabilitado moralmente a sus líderes para continuar al frente del país. Todos aquellos que tuvieron altas responsabilidades de gobierno u oposición durante el fatídico período – importa poco de qué partido político - deberían dejar paso a otros. Lo mismo sería aplicable a la banca, las escuelas de negocios o los think-thanks. En el artículo citado, el periodista de la BBC no dejaba de asombrarse de la inexistencia de una política de vivienda en España. O del exiguo porcentaje de vivienda social (2%) en comparación con Francia, Holanda o Gran Bretaña (entre el 20 y el 30%) Ya es triste que tenga que venir alguien de fuera a recordárnoslo.

viernes, 14 de febrero de 2014

MENOS POLÍTICA Y MÁS CINE (14/02/2014)

La gente del cine en España ha sido tradicionalmente bastante rojilla. Bueno, esto podría matizarse: el mismísimo Franco se lanzó a escribir – bajo seudónimo -  el guión de “Raza”, un pestiño del género bélico-propagandístico que alababa las virtudes de su bando nacional frente a las hordas rojas. Pero si hablamos de la reciente historia, desde la muerte del dictador, las nuevas generaciones que han nutrido la industria audiovisual han sido mayoritariamente gentes de izquierda. Durante bastantes años, esta realidad se aceptó por parte de los sectores más conservadores de la sociedad sin demasiados traumas. Y llegó la guerra de Irak y el movimiento del “no a la guerra”. La gala de entrega de los premios Goya de aquel año cavó una fosa entre peliculeros y simpatizantes del Partido Popular que se ha mantenido hasta hoy. Para estos, el cine español se ha convertido en algo sospechoso, no solo por la calidad de sus películas (a las que jamás van), sino por el presunto sectarismo antipepero de los que las hacen. El problema de los conflictos enquistados es que el paso del tiempo no les pone remedio; el quiste se agarra a la carne hasta confundirse con ella, y para deshacerse de él hace falta alguien con unas dotes de relaciones públicas irresistibles. Es decir, todo lo que no es el ministro Wert. Sinceramente, creo que el sector del cine en la actualidad está mucho menos politizado que antaño, y tiene un perfil bastante más plural. Pero claro, los conservadores en España no acaban de enterarse. ¡Hace años que no ven la gala de los Goya! Como dijo David Trueba, gran triunfador de los premios de este año, el cine español está hecho por gentes que votan a todos los partidos y que piden ayudas al estado como lo puede hacer el sector porcino o el de las oleaginosas. Tengamos pues la fiesta en paz. Hagamos menos política. Vayamos más al cine.

viernes, 7 de febrero de 2014

BEATLEMANÍA (07/02/2014)

Hace justo 50 años, cuatro veinteañeros de Liverpool, Inglaterra, aparecían por primera vez en el show televisivo estadounidense de Ed Sullivan, marcando un hito en la historia de la cultura pop y convirtiendo a The Beatles en un fenómeno planetario. La puesta en escena era de una simpleza que hoy causaría sonrojo, pero aquellos cuatro chavales que combinaban ternos impecables con un corte de pelo provocador – los padres de la época decían a sus hijos para desanimarles: “seguro que son pelucas” – lograron una audiencia récord de 73 millones de espectadores. Hacía solo tres meses que el presidente Kennedy había sido asesinado y los norteamericanos estaban ansiosos por pasar página y empezar a hablar de otra cosa; momento y lugar adecuados, atuendo perfecto y... canciones, por supuesto. Llevo toda la vida escuchando a los Beatles y todavía sigo preguntándome por las claves de su éxito; qué les hizo tan grandes y diferentes al resto. Creo que su primera aparición televisiva en Norteamérica proporciona una de las más importantes: el trabajo duro. Aunque su aspecto inmaculado pudiera insinuar otra cosa, John, Paul, George y Ringo no cayeron en ese escenario por casualidad. Desde 1957, habían tocado en directo centenares de veces, durante horas, en clubs de mala muerte y a cambio de nada. Eso explica que delante de una audiencia que haría temblar al más pintado, aquellos críos no fallaran una nota. Tenían una ambición y un descaro desmesurados. Eran niños de posguerra. Los grupos que hoy luchan por hacerse un hueco en el negocio musical, con unos recursos económicos y tecnológicos infinitamente superiores, siempre carecerán de ese espíritu. Tendrán otro. Pero difícilmente llegarán a igualarlos. Ladies and gentlemen... ¡The Beatles!