viernes, 18 de diciembre de 2015

LENTEJAS (18/12/2015)

El próximo domingo, los españoles elegimos a nuestros representantes políticos en el parlamento de la nación y, al mismo tiempo, decidimos sobre el futuro de unos cuantos cientos de compatriotas que aspiran a ganarse la vida en la profesión política. Es decir, que además de los ideales, están en juego las lentejas. Como somos un país de tradición católica en el que hablar de dinero está mal visto, tendemos a olvidar esta prosaica realidad que, en ocasiones, ayuda a explicar algunos comportamientos que juzgamos desvergonzados o directamente deshonestos. En estos días, circulaba por las redes sociales un vídeo en el que Toni Cantó, por entonces conspicuo militante de UPyD, ponía de vuelta y media a los que abandonaban su partido para unirse a Ciudadanos. “A mí estos cambios me producen cierto pudor. Me costaría hacer una cosa así.”, decía entonces el conocido actor, hoy número dos por Valencia en las listas del partido de Albert Rivera. No es mi intención atacar a Toni Cantó, ni dejarle en evidencia. Me limito a constatar que el factor económico, un magnífico sueldo durante cuatro años y quién sabe si más, es un argumento tan poderoso como la ideología. Por otro lado, no me cuesta demasiado ponerme en el pellejo de un artista como Cantó, porque conozco bien la desagradable incertidumbre que jamás abandona a los de su condición y que te hace preguntarte de qué vas a comer pasado mañana. Por tanto, antes de lanzarme a la yugular, encuentro más honesto preguntarme: ¿sería yo capaz de hacerlo? Humm… veamos: lentejas aseguradas para una década, una profesión interesante, mis padres, al fin orgullosos de su hijo, mi mujer, mucho más comprensiva con mi falta de puntería en el retrete… Vaya dilema. Menos mal que nadie me lo ha propuesto. Porque se me iba a caer la cara de vergüenza.

viernes, 11 de diciembre de 2015

EL TIEMPO DE LOS DESENGAÑOS (11/12/2015)

Los líderes políticos son como los entrenadores de fútbol: disfrutan de momentos de gloria, pero a todos sin excepción les llega la caída. En el caso de una actividad tan poco sofisticada como el fútbol, el azar interviene para que tarde o temprano se dé la combinación fatal de resultados que lleven a la destitución del entrenador. En el caso de la política, el problema reside en una falsa ilusión que se repite una y otra vez. El ciudadano cree que los políticos pueden - ¡y deben! – hacer que desempleo baje, los sueldos suban, los precios bajen, los servicios sociales lo cubran todo, y que la sanidad y la educación sean gratuitas, universales y de alta calidad. Una tarea titánica y, por desgracia, irrealizable. Fatídicamente, la ilusión por todos los proyectos políticos renovadores acaba desvaneciéndose y sus líderes arrinconados en alguna sinecura oficial, desprestigiados y viviendo de la gloria pasada. Cualquier político profesional conoce este destino, pero el ansia de poder es más fuerte. Su mayor irresponsabilidad consiste en hacer promesas que no podrán cumplir – obviamente, para lograr los votos necesarios - en lugar de plantear los problemas de una forma más realista. Por ejemplo, reconociendo que para que una sociedad mejore, sea más productiva y más pacífica, se requiere el esfuerzo individual de cada uno de sus miembros. Que el político puede crear las condiciones que favorezcan la prosperidad, la justicia social o la igualdad de oportunidades, pero jamás podrá por sí solo conseguirme trabajo, dar un giro a mi negocio o mejorar mi formación. Todo esto lo tendré que hacer yo, y esa será mi responsabilidad. Lógicamente, este discurso no existe, y menos aún en estos días. Hoy los políticos prometen y los votantes nos ilusionamos. En el fondo, la campaña electoral es una fiesta. Disfrutémosla. Ya llegará el tiempo de los desengaños.

lunes, 7 de diciembre de 2015

BERTÍN (05/12/2015)

La presencia de Pedro Sánchez y Mariano Rajoy en el programa de entrevistas “En tu casa o en la mía” ha sido el espaldarazo definitivo a su éxito. Bertín Osborne es el hombre de moda. Los directivos de las cadenas se preguntan cómo podrían repetir el milagro de un 24% de share con un producto tan barato. Los políticos de segunda fila maquinan para que el jerezano les invite, y que toda España vea lo divertidos que son después de tomarse un par de vinos. La progresía patria, que le tiene bastante tirria por aquello del señorito andaluz y el apellido pijo, se devana los sesos para no desgastar demasiado las palabras “caspa” y “rancio”, que les son tan queridas. Sospecho que a Bertín estas críticas le traen al pairo. Después de recorrerse los escenarios de toda España durante casi 40 años como el latin lover nacional, ha acumulado la experiencia suficiente para saber que es imposible gustar a todo el mundo y que el éxito siempre granjea enemigos, aunque seas el tipo más simpático del mundo. Y luego está el casoplón, la guapa mujer venezolana, sus hijas estupendas, el metro noventa, la sonrisa de pícaro conquistador... Los motivos para despertar envidia se le amontonan. Personalmente, no me cuesta nada alegrarme de su éxito. Por encima de sus cualidades musicales, que tampoco desdeño, o de su porte de galán clásico, siempre he valorado su personalidad. Bertín es un tipo que no se esconde, que dice lo que piensa y que no va por ahí criticando al personal. Cuando en la vida le han venido mal dadas -en ese justo momento en que se sabe de qué pasta está hecho cada uno- ha sido coherente y ha plantado cara. Lo demostró en uno de los episodios de su programa, cuando apareció junto su hijo, afectado de una grave enfermedad. Lo hizo con naturalidad. Con valentía y sin alardes. Como lo hacen las personas de bien.