viernes, 29 de noviembre de 2013

VIERNES NEGRO(29/11/2013)

El crack bursátil de 1929 tuvo un jueves negro seguido de un martes más negro aún, pero durante el viernes intermedio los inversores pensaron que la cosa solo podía mejorar. Viernes viene de Veneris dies, día de Venus, diosa de la belleza y del amor. No es casualidad que Robinson Crusoe bautizara así a su compañero de fatigas en la isla desierta en la que fue abandonado literariamente durante 28 años. ¿Le habría llamado Lunes? Lo dudo mucho. Por todas estas profundas razones culturales y sociológicas, no es extraño que los grandes almacenes estadounidenses eligieran este día de la semana para instaurar el Black Friday, o Viernes Negro, la gran jornada de compras tras el Día de Acción de Gracias que marca el comienzo de la temporada navideña. ¿A qué avispado genio del marketing se le ocurrió denominar un día de compras como si fuera el hundimiento de la economía mundial? A ninguno. De hecho, el sector ha intentado repetidamente cambiar el negro por otro color menos lúgubre, sin ningún éxito. Al parecer, la culpa la tiene un policía de Filadelfia con frustrada vocación poética (esto último es aportación mía, no lo busquen en Wikipedia) que describió así a la masa de personas y vehículos que inundaba las calles el día siguiente a Acción de Gracias y no dejaba ni un trozo de calle sin llenar. Los centros comerciales españoles han iniciado estos días una tímida campaña para tratar de importar la costumbre a nuestro país. Si Halloween y sus calabazas decoradas han triunfado, ¿por qué no el Black Friday? Eso sí, han mantenido la denominación inglesa con fundadas esperanzas de que el bajo nivel de idiomas de la población española les libre de las resonancias catastróficas. Creo que es un error. El Black Friday demuestra que no solo de compras vive el ser humano. También necesita poesía. Y sentido del humor.

viernes, 22 de noviembre de 2013

JFK (22/11/2013)

John Fitzgerald Kennedy tenía 46 años cuando una bala acabó con su vida hace medio siglo, en la calle Elm de Dallas. Su imagen derrochaba salud y vitalidad mientras su cuerpo era asediado por los achaques. Parecía la encarnación de la honestidad pero su apetito sexual desbocado le llevaba a ser un adúltero incorregible. Decía conocer el camino hacia el espacio exterior, la paz mundial y el fin de la guerra fría, pero interiormente era un hombre precavido, siempre al borde de la indecisión. JFK estaba destinado a ser un mito, y todas sus contradicciones lo confirman. A pesar de ellas, sus aportaciones a la historia de la humanidad fueron reales, y cambiaron la forma de ver el mundo. Destaca entre todas su apaciguadora, prudente y habilísima gestión de la crisis de los misiles cubanos de 1962; la sensatez de Kennedy en medio de la histeria de los asesores militares presidenciales salvó al mundo del apocalipsis nuclear. Una actuación providencial, otro rasgo inequívoco del mito. Y finalmente está su muerte, prematura, trágica e inesperada. Debo admitir que cada día me convencen menos las teorías conspirativas sobre su asesinato, y no soy el único: si a principios de siglo más del 80% de los norteamericanos todavía dudaban de la versión oficial de Lee Harvey Oswald como asesino solitario, ese porcentaje ha bajado al 60% en la última década. Me temo que la razón de este cambio sea el inexorable paso del tiempo. Las posibles conspiraciones son tantas y tan variadas, que conocerlas todas exige una inversión de esfuerzo que las nuevas generaciones de estadounidenses empiezan a no querer afrontar. A pesar de todo, JFK seguirá siendo un mito unas cuantas décadas más. Vendrán otros, pero no serán como él. Después, algún día, quizás pueda descansar en paz.

viernes, 15 de noviembre de 2013

COUCHÉ (15/11/2013)

La industria del papel couché o periodismo del corazón es un sector económico con todas las de la ley. El grueso de la producción se localiza de Despeñaperros para abajo porque allí nacen, aman, se divorcian y luchan por sus herencias la mayoría de los personajes de esta ópera bufa sin descansos que es el cotilleo nacional, pero se consume con avidez en cualquier parte de España. La razón de esta concentración productiva es, consideraciones culturales aparte, puramente meteorológica: una estrella mediática del couché tiene que salir mucho a la calle para que los periodistas que acechan –verdaderas abejas obreras del sector – la acosen con flashes y preguntas. El medio laboral tiene que ser, por fuerza, de clima templado. ¿Se imaginan a Isabel Pantoja y a su interminable clan en Santiago de Compostela, todo el día arriba y abajo con los paraguas? Se la llevaba una pulmonía en cuatro días, y no es plan, porque la tonadillera – curioso término que solo la designa a ella en todo el orbe – nos tiene que durar aún muchos años. A estas alturas, muchos se estarán preguntando por qué no voy directamente al grano de una santa vez: sí, queridos lectores, Chabelita, hija adoptiva de Isabel (viuda de Paquirri), hermana de Kiko Rivera (antes Paquirrín), indirectamente hermanastra de los toreros Fran (ex-marido de la hija de la duquesa de Alba) y Cayetano Rivera (pareja de la modelo Eva González), está embarazada de su novio y amenaza con abandonar Cantora. Toreros, tonadilleras, majas, la duquesa de Alba... ¡Solo falta Goya pintando cuadros! Por mucho que a Kiko le haya dado ahora por ser DJ, no se dejen engañar por las apariencias de modernidad: el couché está infiltrado en nuestro ADN cultural desde tiempos inmemoriales. Por tanto, no se resistan y consúmanlo sin remordimientos. Hay cosas peores. Como el aburrimiento.

viernes, 8 de noviembre de 2013

ESCUCHAS (08/11/2013)

La canciller Merkel está que trina después de enterarse de que los norteamericanos llevan escuchando sus conversaciones telefónicas desde la última vez que se puso unos vaqueros. ¡Eso no lo hacen los amigos!, ha exclamado, furibunda. El cabreo es comprensible. Igual que el alivio que habrá sentido el pobre agente de la NSA asignado al caso –la CIA está pasada de moda, hoy lo que mola es la National Security Agency – al enterarse de que la misión ha terminado después de tantos años. Parece que oigo los ¡pop! de las botellas de champagne, las lágrimas de alegría rodar por sus mejillas, los cientos de “congratulations!” que recibirá de compañeros y amigos. ¡Más de una década escuchando las conversaciones de Frau Merkel! Para que luego digan que ser espía tiene glamour. Trabajo no habrá tenido mucho, porque no veo a la mandamás alemana colgada del teléfono para comentar cualquier tontería. Pocos cotilleos que llevarse al cuerpo, ni un “espera, cutxi-cutxi, que ahora voy y me pongo aquello que me regalaste...” ¡O a lo mejor sí! Quién sabe si escuchar a la Merkel no ha sido el trabajo más emocionante y picante de toda la carrera de nuestro sufrido agente de la NSA. El pobre Obama también ha tenido un papelón. El programa de escuchas a 35 líderes mundiales, entre los que estaba la alemana, existía desde mucho antes de que tomara posesión del cargo, pero a él le ha tocado dar las explicaciones. En una asombrosa pirueta dialéctica para salvar sus principios sin dejar de ser presidente de los Estados Unidos, ha pedido a sus servicios de inteligencia que espíen “solo lo que necesiten” y no “lo que puedan”. Gracias, Barack, es todo un detalle. Por cierto, no me ha quedado claro si Rajoy estaba dentro de esa lista de líderes espiados. Haced como que sí, por favor. O se nos pondrá celosillo.

lunes, 4 de noviembre de 2013

BLATTER (01/11/2013)

El fútbol es el juego barriobajero por excelencia. Los gestos de caballerosidad son tan escasos – se reducen, básicamente, a lanzar el balón fuera del campo cuando hay un jugador rival lesionado – que cuando se produce uno, es costumbre que el público se ponga a aplaudir. En el fútbol vale casi todo: dejarse caer en el área para provocar un penalti, mentar a la madre de un contrario para sacarle de quicio, fingir una lesión para perder tiempo, pedir a voces el balón a un jugador rival para confundirlo, tratar de engañar al árbitro reclamando una infracción inexistente... Fuera del campo, en las gradas, la cosa no mejora. El público tiene vetado el contacto físico con el árbitro y los jugadores pero, en ocasiones, trata de compensarlo con el lanzamiento de algún objeto pequeño, duro y cantoso. Sus misiones fundamentales son: animar al equipo, amedrentar al rival, e intimidar al árbitro para torcer su buen juicio en favor de los locales. Para las dos últimas, echa mano de los insultos más terroríficos, lanzados a gritos desde el confortable anonimato. El fútbol no es un deporte noble. Creo que ni siquiera es un deporte. A lo mejor, esa es la razón más importante de su éxito. Por todo ello, no es extraño que el máximo dirigente del fútbol mundial sea una persona de la categoría del suizo Joseph Blatter. Esta semana, el presidente de la FIFA ha protagonizado una actuación lamentable, faltando al respeto a Cristiano Ronaldo con una imprudencia sorprendente, incluso para él. Ante las protestas del jugador y de su club, el Real Madrid, el dirigente se ha declarado “sorprendido” y ha ejecutado la clásica disculpa de los cínicos: “si te ha molestado, te pido perdón”. ¿Reconocer lo desafortunado de sus palabras? Jamás. Blatter lleva 15 años en el cargo y le queda alguno más. El fútbol no podría tener un representante mejor.