viernes, 25 de febrero de 2011

23-F (25/02/2011)

El 23-F ya es historia. Años atrás, las imágenes del teniente coronel Tejero entrando en el Congreso, pistola en mano y precedido por sus enormes bigotes, rara vez se mostraban en su integridad. Durante las tres últimas décadas, hubo aniversarios en los que el asunto se despachaba en el telediario con un resumen apresurado, como si hubiera que esconder el último golpe de Estado bajo la polvorienta alfombra de la historia. Ciertamente, la opereta que se representó en el Congreso de los Diputados durante aquella fatídica noche de febrero, no era algo para sentirse orgulloso. Con los años, los protagonistas del suceso han ido envejeciendo, muriendo y olvidando. La gallardía de Suárez y Gutiérrez Mellado, la insultante juventud de Felipe González o el vulcanismo de Manuel Fraga han pasado, por ley de vida, a engrosar las hemerotecas. De pronto, los españoles, sacudida la vergüenza, nos hemos lanzado a recordar y recrear los acontecimientos hasta en sus más pequeños detalles. Se han hecho películas, series de televisión, han salido a la luz actas, conversaciones telefónicas, e incluso las facturas de los guardias civiles golpistas en la cafetería del Congreso; al parecer, Tejero y sus muchachos se bebieron hasta el agua de los floreros. Como si la cosa no fuera con nosotros. En gran medida, es verdad: las fuerzas armadas de hoy no tienen nada que ver con las de entonces, la clase política, la sociedad, todos hemos cambiado, y para bien. Solo echo de menos, en toda esta saludable exaltación democrática, una pizca de autocrítica. En los meses previos al golpe, en la operación de acoso y derribo al presidente Suárez, sociedad civil, partidos políticos y Casa Real no estuvieron a la altura. Sin quererlo, por falta de experiencia democrática, alentaron a los golpistas. Una parte poco recordada de la historia. Hagamos el esfuerzo de no olvidarla.

viernes, 18 de febrero de 2011

LA FURGONETA DE MOHAMED (18/02/2011)

En ciertas encrucijadas de la historia, una sola persona puede cambiar el mundo. Se llamaba Mohamed Bouazizi, tenía 26 años, y era diplomado en informática en la pequeña ciudad tunecina de Sidi Bouzid. El pasado 17 de diciembre, Mohamed se quemó a lo bonzo ante los ojos atónitos de los funcionarios que custodiaban la sede de la autoridad provincial. Apenas una hora antes, un policía le había confiscado el carro donde, sin la licencia correspondiente, vendía verduras en el mercado desde hacía siete años. Había ocurrido otras veces. Sin embargo, en esta ocasión, el policía, que sorprendentemente era una mujer, no quiso aceptar los diez dinares de multa que Mohamed le ofrecía. Según testigos presenciales, la mujer policía le abofeteó, le escupió en la cara y maldijo el nombre de su padre muerto. El joven, desesperado, acudió a protestar ante las autoridades provinciales pero nadie quiso recibirle. Minutos más tarde, regresó al mismo edificio cargado con un bidón de gasolina, lo vació sobre su cuerpo y se prendió fuego. Ya saben el resto de la historia. Esa chispa encendió una pequeña revuelta que se hizo más y más grande. Cayó el tunecino Ben Alí, la revolución se extendió a Egipto derribando a Mubarak y, de pronto, todos los dictadores del mundo árabe se echaron a temblar. ¿Qué fue de Mohamed? Murió a los pocos días. “El sólo quería ahorrar para comprarse una furgoneta y dejar de tirar del carro todos los días”, dice su madre con una mezcla de orgullo y tristeza. A Mohamed no le gustaba pasar las horas muertas en los cafés, como hacían otros jóvenes de Sidi Bouzid, licenciados universitarios muchos de ellos. No quería esperar a que la buena fortuna llamase a su puerta; prefería salir a buscarla todos los días. Mohamed soñaba con una furgoneta. Sin saberlo, estaba cambiando el mundo.

viernes, 11 de febrero de 2011

DON NADIE (11/02/2011)

A perro flaco todo son pulgas. Uno de los últimos baluartes de la gestión política en España durante las últimas décadas, el flamante exministro de economía Rodrigo Rato, acaba de sufrir un revolcón en el informe que han publicado sus antiguos colegas del Fondo Monetario Internacional. Según este, durante la presidencia del madrileño, el FMI no anticipó la crisis que se avecinaba, ensalzó a países como Islandia o EEUU aconsejando imitar sus prácticas financieras, fue complaciente con el poderoso, severo con el humilde, desoyó todas las alertas. No dio ni una. Si el presunto gran cerebro de las finanzas recibe una crítica semejante, cabría preguntarse cuál merecen los cerebros medianos y pequeños que nutren las filas de los partidos políticos españoles. Porque aquí, hablando de prevenir, Nadie vio llegar el extraordinario socavón en el que anda metida nuestra economía, Nadie supo reconocerlo cuando apareció, y Nadie sabe a ciencia cierta cuando saldremos de él. Influyente personaje, este don Nadie. El precio de los pisos no puede bajar - repetía con fe de catequista. ¿Cuándo ha bajado el precio de algo en este país? Hasta un niño sabe que las gominolas costarán más dinero dentro de un año. El listillo de turno, un sabelotodo – seguro que era pícnico, con gafas y acné – se atreve a insinuar: en Japón ya ha pasado, los pisos bajaron a la mitad y se pinchó la burbuja inmobiliaria. ¿Japón? Pero si eso está en la otra esquina del mundo, lleno de tipos con los ojos rasgados que sólo piensan en trabajar. ¿Quién te crees que inventó dos palabras tan universales como siesta y fiesta? ¿El emperador Hiro-hito? Don Nadie luce un traje brillante, el pelo engominado y lustroso, la tez bronceada. El listillo es un poco obeso, suda bastante, y anda algo acomplejado con lo de los granos. Don Nadie es ministro. El listillo no es nadie.

viernes, 4 de febrero de 2011

EL MELONAR ESPANYOL (04/02/2011)

El viernes pasado, Carles Tères dedicó su columna en este periódico a comentar la mía, publicada la semana anterior, en la que intentaba desahogar mi estupor ante una iniciativa política que califiqué de melonada: el uso de traductores del catalán, euskera, gallego y valenciano, en las sesiones plenarias del Senado. A mi colega no le gustó, lo que es algo perfectamente respetable. Sin embargo, su artículo contenía algunos juicios erróneos que me gustaría rebatir. En primer lugar, Carles, aclararte que no me molestan las culturas no castellanas. Prueba de ello es que hasta tu columna, creo que escrita en matarranyes, no he llegado porque alguien me haya avisado de su contenido. Me parece fantástico que La Comarca incluya artículos en tu lengua, y juro que no me salen ronchas en la piel cuando los leo. Puedo recitar canciones de Serrat en catalán, mi deportista favorito, Rafael Nadal, habla mallorquín, y mi abuelo materno, que Dios lo tenga en su gloria, era un conductor de tranvías barcelonés, que además tenía la desfachatez de apellidarse España. Sospecho, estimado Carles, que las cosas no son tan simples como te gustaría. Ni conquistador, ni monolingüe, ni nacionalista cañí. Te confieso que aun siendo de esa España del pan, fútbol y toros de la que hablas, a ratos leo poemas. ¡No se lo digas a nadie! Y sin embargo, sigo pensando que renunciar al uso de la lengua común, ya sea esta el castellano o el mandarín, en un foro de debate, es una perfecta melonada. Bueno, no exactamente. Los nacionalistas sueñan con el día en que los traductores sean necesarios entre españoles, y a conseguirlo dedican gran parte de sus desvelos. En su caso, habría que hablar de estrategia. El independentismo que profesan es una opción política respetable, que ni me escandaliza ni me asusta. Pero sería de agradecer que nos ahorraran las melonadas.