viernes, 30 de diciembre de 2011

MONOS (30/12/2011)

Cuando Darwin publicó la teoría de la evolución, sus contemporáneos le retrataron en caricaturas con cuerpo de simio diciendo: “¡El hombre desciende del mono!” Les parecía una hipótesis tan inquietante que pretendían exorcizarla, a la inglesa, con una dosis de sentido del humor. El mismo Darwin no las tenía todas consigo. Siento haber descubierto lo que he descubierto, venía a decir, compungido. Sin embargo, la realidad era mucho más brutal: el hombre no desciende del mono... ¡el hombre es un mono! O un primate, para ser más exactos. Cuando Johnny Weismuller y la mona Chita recorrían las selvas de cartón piedra de los estudios de Hollywood, la única razón por la que Tarzán hacía el papel de héroe y el chimpancé se dedicaba a las monerías, derivaba del hecho darwiniano de que el homo sapiens, el homo que piensa, había evolucionado hacia un cerebro más grande – 1,5 kilos aprox. – que le había permitido desarrollar habilidades insospechadas. Entre ellas, la de manipular al resto de especies a su antojo; para su diversión, para extinguir a aquellas que le resultaran más molestas o para explotar a las más sabrosas, convertidas en fábricas de proteínas en virtud del adagio “engordar para morir”. El problema de ser tan listo, es que uno corre el riesgo de convertirse en un estúpido arrogante, y el homo sapiens no ha sido una excepción. Debajo de los ropajes que ocultan sus humildes orígenes, el ser humano se ha empeñado en fingir que la naturaleza no va con él, y en darse periódicamente de mamporros con sus semejantes con cualquier pretexto. O sea, que nos hemos dedicado a hacer el mono, pero con taparrabos. Personalmente, esta certeza, en lugar de asustarme como a los ingleses victorianos, me tranquiliza. Rodeado de monos, me convenzo de que no damos para más. Mona Chita, ¡descansa en paz!

viernes, 23 de diciembre de 2011

TRAGICOMEDIA NORCOREANA (23/12/2011)

Tragicomedia en el telediario: hombres y mujeres hechos y derechos llorando como magdalenas, dándose golpes en el pecho, hipando, desconsolados. “Se ha muerto el gran líder Kim Jong-Il, ¡ay, madre, qué pena más grande!”, dicen entre sollozos. En el colmo del paroxismo, una empleada de un centro comercial refrota sus carnes contra una escalera mecánica en marcha – con gran riesgo para su integridad física – porque esos mismos escalones fueron pisados hace pocos meses por el Gran Líder desaparecido... No sé qué me sorprende más, si descubrir que en Corea del Norte también hay centros comerciales (yo creía que solo había misiles, soldados y explanadas llenas de niños haciendo ejercicios con una coordinación que ya quisiera el Bolshoi), o comprobar a qué grado extremo de tontería y enajenación mental puede llevar un ser humano a otro, mediando las dosis apropiadas de manipulación, hambruna y campos de exterminio. Pobres diablos. De todas formas, no hay de qué preocuparse: plañir por los césares, reyes y guías supremos de la revolución de turno lo han practicado todos los pueblos y culturas que en el mundo han sido, y no se sabe de nadie a quien le haya durado mucho la pena. Además, desde el momento en que el cuerpo del Gran Líder comience a enfriarse y su cutis a perder tersura, el legado vital que creerá haber dejado atado y bien atado, comenzará a ajarse a toda velocidad, como las “kimjongilias” rojas que adornan su catafalco. En pocos años, para decidir qué hacer con su momia será necesaria una comisión ministerial. Eso, con suerte; como el pánfilo de su hijo se deje comer la tostada por algún primito ambicioso, los restos de Kim Jong-Il pueden acabar de comida para los peces en el mar del Japón. Seguro que allí no estará solo. Al final, todos los hombres malos, acaban mal.

viernes, 16 de diciembre de 2011

EL SECRETO DE MOU (16/12/2011)

Si dicen que la cara es el espejo del alma, la de José Mourinho es el reflejo de un espíritu atormentado. Como un general arrogante, se muestra al mundo decidido a guiar a sus tropas hacia la victoria, pero con el alma herida por las crueldades de la guerra. Si un servidor fuera budista, creería que Napoleón Bonaparte se ha reencarnado en entrenador de fútbol portugués. Partidarios y detractores, que son legión en este país de amores y odios absolutos, lo describen con palabras más llanas: básicamente, Mou es un genio o un gilipollas. Sin embargo, esas simplezas no ayudan a resolver el misterio. ¿Por qué esa agresividad, ese ceño fruncido permanente en el rostro del portugués? Porque en las guerras deportivas que libra José Mourinho, a pesar de todos sus triunfos, la primera víctima es él. Su estudio del juego y la experiencia de su padre, también entrenador, le enseñaron que el control de las emociones era un aspecto esencial de su oficio. Para individuos de otro temperamento eso no habría supuesto ningún problema, pero sí para él. Mou, y este es su secreto mejor guardado, es un sentimental, algo inconcebible en un entrenador de fútbol. ¿Qué debía hacer? ¿Renunciar a su sueño? Jamás. Con una disciplina espartana, llevado por una ambición infinita, Mou se amputó a sí mismo su propio carácter, que jamás volvería a mostrar en público. Tuvo que pagar un precio por ello: la mirada soberbia y las contestaciones destempladas fueron las secuelas inevitables de ese trauma. En contadas ocasiones - una llamada de pésame, un gesto afectuoso hacia el que ayer parecía enemigo mortal - el espíritu noble y compasivo que esconde, sale al exterior. Por suerte para él, en el testosterónico mundo del fútbol nadie presta demasiada atención a esas delicadezas. Su secreto está a salvo. Mourinho seguirá siendo un genio o un gilipollas.

viernes, 9 de diciembre de 2011

LA MASA (09/12/2011)

Individualmente, las personas admiten valoraciones tan dispares que van desde la santidad al excremento humano. A lo largo de la vida, todos acabamos conociendo a un puñado de personas valientes, generosas y que hacen mejores a los que les rodean, a un gran océano de individuos medianos, héroes o canallas por un día, que viven preocupados por lo que no tiene solución e indiferentes ante lo que sí la tiene, y otro puñadito de hombres y mujeres cucaracha, malos como la quina, que suelen coger a todos los anteriores desprevenidos porque nadie quiere creer que un individuo de su misma especie pueda ser un bicho inmundo. Si hablamos de grupos, todo se simplifica bastante. Para bien o para mal, la unión de personas con un objetivo común siempre será más fuerte y logrará llegar más lejos que la simple suma de sus individuos. Para redactar la Declaración de los Derechos Humanos o para fundar el Partido Nazi. Sin embargo, si hablamos de “masa”, la simplificación es tan radical que se vuelve insoportable: de un grupo de individuos reunidos en el mismo espacio físico, sin una organización ni objetivo claro – es lo que un servidor, con permiso de Ortega, entiende como masa- no puede esperarse nada bueno. La masa diluye al virtuoso, o directamente lo pisotea, saca al cabroncete que todos llevamos dentro y, sobre todo, concede al malo una oportunidad de oro, que jamás desaprovechará, de tirar la piedra y esconder la mano. El 15-M empezó como un movimiento ciudadano, pacífico y esperanzador, que daba un oportuno aldabonazo de advertencia a la clase política sobre lo que se esperaba de ella. Meses después, confundido con el movimiento okupa, dudo mucho de su capacidad para traer una sociedad más justa. Se ha “masificado”. Modestamente, un día lo apoyé desde esta página. Hoy digo, paren, que me bajo.

viernes, 2 de diciembre de 2011

SILENCIO (02/12/2011)

Últimamente, mi oficina está más tranquila que una cripta. El teléfono no suena, y al correo electrónico hace tiempo que no llega ningún mensaje importante, de esos que dicen que te cambian la vida, con una oferta profesional atractiva y generosamente remunerada que por fin reconoce tu talento desbordante (hasta ahora oculto), tu perfil discreto pero resuelto y tu personalidad magnética, si le das una oportunidad. El frío de noviembre, que se enseñorea entre las cuatro paredes de mi cubículo apenas estorbado por un renqueante radiador de aceite, recrudece el ambiente monacal y, en ocasiones, mientras escribo en el cuaderno de las ideas geniales con el abrigo puesto, me siento como un amanuense benedictino a punto de recibir a Guillermo de Baskerville que, casualmente, es clavadito a Sean Connery. Por cierto, espero que el inventor de ese artefacto, el radiador de aceite, arda, ya que los demás no pudimos ni llegar a templarnos, en el más profundo de los infiernos. ¿Me llamarán? Después de unas elecciones importantes, siempre me hago la misma pregunta. Hombre, uno tampoco espera que le hagan ministro, así, de primeras, pero, qué se yo, para escritor de discursos del presidente, como Rob Lowe en “El ala oeste de la Casa Blanca”, yo creo que sí valdría. ¿Me imaginan por los pasillos de la Moncloa diciendo cosas ingeniosísimas a toda velocidad y llamando al presidente de tú? Yo lo hago a menudo. Me dan un despachito acogedor -con veintidós grados me arreglo- y yo me pongo a escribir discursos, brindis, anuncios de recortes, de cierres de organismos autónomos, de supresión de aguinaldos, lo que se me diga. Si la cosa del déficit está realmente mal, siempre me puedo quedar donde estoy y que me compren una catalítica... Por dar ideas que no quede.

viernes, 25 de noviembre de 2011

SONRÍAN (25/11/2011)

Según el psicólogo inglés Richard Wiseman, si una persona es feliz y está satisfecha con su vida, a menudo, su rostro dibujará esa mueca universal que llamamos sonrisa. Para llegar a esa conclusión no hacía falta ser inglés, llamarse Richard, ni estudiar psicología, pensarán algunos. Pero es que resulta que hay más; este individuo afirma que esa relación causa-efecto, felicidad lleva a sonrisa, también funciona en la otra dirección: si una persona sonríe, será feliz. Una idea sencilla, pero revolucionaria. ¿Quiere esto decir que si me echan del trabajo, mi mujer me abandona, la batería del móvil se acaba en medio de una conversación trascendental, me sacan una muela o pincho una rueda del coche y descubro que no tengo ni idea de cómo cambiarla... y me pongo a sonreír... seré feliz?? Más o menos. Para demostrarlo, el psicólogo inglés propone que cojamos un lápiz y lo sostengamos entre los dientes durante diez minutos. Eso nos obligará a activar los músculos faciales como si estuviéramos sonriendo, y pondrá en marcha ese misterioso mecanismo que describe: de pronto, nos sentiremos un poco más felices. El experimento está bien, el único problema que le veo es que solo puede practicarse en soledad; si en mi barrio me vieran salir de casa con un lápiz entre los dientes sería el fin. Modestamente – mi psicología es más de andar por casa - tengo observado que la gente que sonríe mucho, cae mejor a los otros, es más atractiva y se hace perdonar todos los defectos. La sonrisa es perfecta para dar malas noticias o conseguir algo de los demás. No es extraño que los políticos más profesionales, la practiquen generosamente. ¿Se imaginan a Barack Obama sin su sonrisa? Por cierto, Rajoy debería estar dando cursos acelerados, o hacer a Richard Wiseman ministro de algo. Pronto, en la Moncloa, no quedará un lápiz sano.

viernes, 18 de noviembre de 2011

EL EFECTO MARIPOSA (18/11/2011)

A estas alturas de la función – esta columna es la número 290 desde que se inauguró este faro de tierra adentro – hace tiempo que dejé de fantasear sobre mis lectores. Últimamente ya no los imagino, atractivos y estilosos, sentados en el extremo más tranquilo de la barra de un elegante café, leyendo mis ocurrencias con cara de satisfacción... En estos años, parece que algo hemos madurado: por la masa anónima de mis lectores, un ente de dimensiones desconocidas como un punto de luz en el cielo estrellado, siento hoy un respeto reverencial. Resumiendo, que procuro pensar bien en lo que escribo. Viene esto a cuento de la columna de la semana pasada, titulada “La gran chapuza”, que me ha dejado un regusto amargo del que desearía librarme. En aquellas líneas vine a decir, al hilo de la crítica a nuestro defectuosísimo sistema electoral, que votar por un partido no mayoritario en muchas provincias de España equivalía a tirar el voto a la basura. Y no es verdad. Esa afirmación falta al respeto del sagrado valor del voto de cada ciudadano, y es un ejercicio de análisis cínico que, en el fondo, no va conmigo. Sigo pensando que el sistema es chapucero, pero también opino que cada uno debería votar por el partido de sus preferencias, con independencia de las posibilidades estadísticas que éste tenga de obtener representación. Por muchas razones. Dice un proverbio chino que el aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo. El efecto mariposa, lo llaman. No quisiera yo que alguno de mis aleteos político-periodísticos causara algo irreparable en algún lugar lejano. Que por un quítame allá unos votos en una pequeña provincia de España, pongamos por caso, cayese todo un Obama a manos de un republicano retrógrado al otro lado del charco. Háganse cargo. Jamás podría perdonármelo.

viernes, 11 de noviembre de 2011

LA GRAN CHAPUZA (11/11/11)

Decididamente, el candidato Rubalcaba no muestra demasiada convicción. Habla de mejorar la democracia, de desbloquear las listas y de lograr mayor proporcionalidad en los resultados electorales con el mismo entusiasmo de un ateo rezando el quinto misterio. Al otro lado de la mesa, el candidato Rajoy, alias “a la tercera va la vencida”, mientras ordena sus papeles llenos de datos pacientemente recolectados durante legislaturas, alza la cabeza y se pregunta si estará lloviendo en Santiago de Compostela. ¿Qué demonios significará eso de lograr mayor proporcionalidad? Quizá se refiera al hecho increíble de que el millón de votantes de Izquierda Unida en toda España solo consiguiera dos diputados en las elecciones de 2008, mientras que los 300.000 del PNV lograran seis. O a que el único escaño del partido de Rosa Díez le costara el voto de 300.000 fieles, mientras que al PP cada uno de sus diputados le saliera al módico “precio” de 60.000. Creo que por ahí iban los tiros. Ante tamaña injusticia, cabría preguntarse por qué los candidatos de IU y UPyD no se queman a lo bonzo abrazados a los leones del Congreso en señal de protesta. Se aguantan las ganas. Creen que si el ciudadano supiera que votar por ellos en la mitad de las provincias de España equivale a tirar la papeleta a la basura, conseguirían menos apoyos y perderían legitimidad. Por esa razón, en tiempo de elecciones, se limitan a decir que “cada voto cuenta”, cuando la realidad es exactamente la contraria: la mayoría de los votos que reciben no cuenta para nada. Así nos va. Con el sistema electoral más chapucero de Europa, el parlamento se nos volverá a llenar de peperos, socialistas y de nacionalistas separatistas, estos últimos esperando el momento propicio para salir dando un portazo. Parece un sainete pero desgraciadamente no lo es. Es un país y se llama España.

viernes, 4 de noviembre de 2011

AGOREROS (04/11/2011)

El Wall Street Journal afirma que el resultado del “desganado” experimento de austeridad de las autoridades españolas no se conocerá, como en los partidos de baloncesto, hasta el último cuarto. Parece ser que los guardianes de la ortodoxia económica del periódico neoyorquino habían previsto para España un buen tozolón en el tercer trimestre, que nos hubiera metido de lleno en la temida recesión. Ha sido que no. Con el agua al cuello, la economía española se estanca pero no se contrae, al menos de momento. Con aire de decepción, el gacetillero se sorprende del comportamiento del sector exportador, que está salvando los muebles de nuestra economía como no lo había hecho nunca. El simpático periodista despide el artículo endosándonos una apocalíptica predicción de números rojos para el último cuarto del año… ¡y para todo 2012! Pero mira que eres majo y salado, chaval. Te lo voy a poner en inglés para que lo entiendas: I hope you will have to eat your predictions. Tenemos el país hecho unos zorros, por nuestros errores y nuestra torpeza, pero que venga el listo de turno con tono condescendiente a leernos la cartilla hace que se me hinche la vena yugular… Menos mal que acabo de recibir el catálogo de juguetes de unos grandes almacenes para la próxima campaña navideña, y eso me lo cura todo. Me pongo a ojearlo, sentado en el trono, y me olvido de la crisis por un rato. ¿Puede haber algo mejor que descubrir las últimas novedades en compañeros de gateo, muñecas góticas a escala natural o gormitis con distorsionador de voz? Cuatrocientas páginas en papel couché, que pesan más que el Antiguo Testamento. Me dan ganas de meterlo en un sobre y enviarlo a la Sexta Avenida, para que se enteren esos de cómo las gastamos aquí con las crisis. Me dan ganas pero me aguanto. Que se alivien con su bendito periódico.

viernes, 28 de octubre de 2011

DICTADORES (28/10/2011)

Gadafi ha sido el último en caer pero, por desgracia, con él no desaparece la estirpe. Hablo de los dictadores “puros” y no de los monarcas absolutos, melancólicos y enfermizamente promiscuos, o de los secretarios generales de los Partidos totalitarios, siempre esperando la purga que les hará desaparecer hasta de los retratos. No, los dictadores de verdad son otra cosa. Casi todos surgen de la clase media y, con frecuencia, arrastran traumas infantiles y carencias afectivas. Desarrollan una ambición desmedida y, tras alcanzar el poder a sangre y fuego, no se conforman con seguir el manual de nadie porque escriben el suyo propio. Hitler crea el nazismo, Franco el franquismo, Gadafi el gadafismo... todos diferentes y en el fondo exactamente iguales. Por encima de religiones e ideologías, los dictadores comparten un rasgo que es la fuente de su poder, la clave de bóveda de su edificio dictatorial: la crueldad. El dictador elimina sin compasión a quienes discuten su primacía, y ese extraordinario “don” -para matar también hay que valer- ejerce una fascinación morbosa y aterradora entre sus súbditos. El verdadero dictador muere en la cama, en el búnker o en una alcantarilla, pero se aferra al poder hasta el último aliento. ¿Reconocen en este perfil a algún gobernante todavía en activo? No será difícil. Los dictadores han surgido tantas veces a lo largo de la historia, que no se puede decir con seriedad que se trate de una anomalía del comportamiento humano; seguirán naciendo dictadores en potencia en cada generación, en cada rincón del mundo. Por suerte, hace años que se inventó la vacuna eficaz para combatirlos: la democracia. En tiempos de crisis, la tentación de ponerla en duda y de contribuir a su desprestigio, es más fuerte que nunca. No parece prudente. Los dictadores siempre están afilando los cuchillos.

viernes, 21 de octubre de 2011

ARTISTAS (21/10/2011)

Al paso que vamos, muy pronto, a los artistas españoles ya no se les enterrará en sagrado. Como en los viejos tiempos. Ya no se trata de que los juglares o los cómicos de la legua ejerzan profesiones impuras o simplemente mal vistas por la Iglesia católica, no; las bofetadas a los artistas, que siguen siendo grandes como panes, les llueven ahora de todas partes menos de los púlpitos, que están casi vacíos. En primer lugar, los artistas españoles del siglo XXI han tenido la desdicha de nacer en la era de internet, en la que es tecnológicamente posible copiar y compartir ilimitadamente cualquier obra musical, cinematográfica o literaria. Aún soportan una maldición mayor: haber nacido en la piel de toro. España es el país occidental donde la piratería está más extendida, no solo por las cifras de descargas ilegales, sino por la impunidad con que se mueven los que se lucran con el esfuerzo ajeno y la pasmosa tolerancia de que hacen gala las autoridades. Por si todo esto fuera poco, los creadores españoles de hoy, por una tradición heredada de los tiempos de la canción protesta, se siguen creyendo obligados a proclamar a los cuatro vientos sus convicciones políticas y tomar partido. Una conducta que, en democracia y en un país tan extraordinariamente sectario como el nuestro, se antoja casi suicida. Y, finalmente, llega la SGAE para rematar la faena: en la sociedad de gestión de los derechos de los artistas se destapa un caso de corrupción de cifras millonarias. ¿Resultado de todo este desatino? Las nuevas generaciones viven en la creencia de que los artistas españoles son unos caraduras, que la cultura debería ser tan gratuita como el aire que respiran, y que las creaciones artísticas se fabrican como las barras de pan. Que Dios nos coja confesados. Tuvimos un siglo de oro y una edad de plata. Hoy caminamos hacia la edad de piedra.

viernes, 14 de octubre de 2011

LA LLAMADA (14/10/2011)

Las notas de aquella odiosa melodía emborronaron el silencio de la noche y Mariano, que seguía despierto por culpa del dolor de estómago, tomó dos decisiones fulminantes. Alguien tiene que pararles los pies a estos dichosos asesores, pensó. En primer lugar, se acabaron las comidas populares a base de tortillas de patata y vino rancio - ¡venga Mariano, que no se diga! - y segundo, iba a cambiar la canción institucional incorporada al teléfono móvil por la melodía que tenía antes, mucho menos estridente. Se incorporó para contestar. ¿Pero a quién demonios se le ocurre llamar a las dos de la madrugada? Dígame. ¿Mariano? Sí, ¿quién es? Soy yo, José Luis, perdona por llamarte a estas horas. ¿Pasa algo? A Mariano se le había puesto la voz en modo funeral/atentado/catástrofe natural. Tranquilo, no pasa nada, no ha estallado una guerra ni nada parecido, bromeó José Luis. ¿Qué quieres entonces? repuso Mariano secamente. Te llamo porque... vamos a ver, entre tú y yo, Alfredo lo tiene difícil y lo más probable es que tú acabes siendo mi sucesor... Por cierto, ¿estás estudiando inglés? Luego se pasa muy mal en las reuniones, cuando se largan los traductores y te quedas más solo que la una... Claro que estoy estudiando inglés, le interrumpió Mariano, impaciente. Voy al grano, pues. Mira, Mariano, llegará el día en que estés en la cima de tu poder, y creerás que puedes cambiar el mundo... ¿Qué me vas a decir? le volvió a interrumpir con acritud. ¿Aquello que les decían a los generales romanos para que el triunfo no se les subiese a la cabeza? No, contestó José Luis, en eso ni me molesto, porque se te subirá. Solo quería decirte que lo disfrutes mientras dure porque todo lo bueno pasará. Para no volver. Mariano guardó silencio unos instantes antes de contestar. Gracias por el consejo, José Luis. Buena suerte, Mariano, de verdad.

sábado, 8 de octubre de 2011

OBAMA ME INVITA A CENAR (07/10/2011)

Me da un poco de pereza, la verdad. Cógete el avión, enfúndate el traje y, hala, a dar conversación al hombre más poderoso del mundo mientras perjuras que los langostinos te gustan así, con caparazón y todo, porque no sabrías cómo empezar a pelarlos... sin usar las manicas, claro. Y luego está el otro problema: el menú para dos me sale por 35.800 dólares del alerón. Obama es un tipo simpático, no lo vamos a negar, y mi señora se pirra por intimar con Michelle, pero no acabamos de decidirnos. Además, qué demonios, hay muchas posibilidades de que a Barack solo le interese nuestro dinero, y que en el fondo piense que somos unos nuevos ricos chiflados, ansiosos por enseñar la foto de nuestro encuentro a las amistades para verles palidecer de envidia... Admito que el sistema de recaudación de fondos para sufragar las campañas electorales en Estados Unidos es bastante surrealista, pero no se puede negar que es mucho más directo y transparente que el nuestro. En España, intentar averiguar cómo se financian los partidos políticos te puede llevar al fondo de un río con unos zapatos de hormigón armado. La relación de escándalos es larga: Filesa, Naseiro, Casino, Tragaperras, y el más reciente, Gürtel. Como el único órgano fiscalizador de la contabilidad de los partidos – el Tribunal de Cuentas – no tiene poder sancionador y, además, es elegido por los parlamentarios, las infinitas irregularidades que se cometen solo salen a la luz pública en forma de escándalo judicial, cuando el asunto despide tal olor que alguien llama a la fuerza pública. Fundaciones opacas, créditos bancarios cancelados de forma misteriosa, donaciones inconfesables... Al lado de todo esto, las cenas de los Obama junto a millonarios de mejillas sonrosadas por la emoción casi me enternecen. ¿Para qué está el dinero? Chica, por qué no, un día es un día.

viernes, 30 de septiembre de 2011

LA QUEJA (30/09/2011)

Parece el título de una novela de Jean-Paul Sartre, pero no se asusten: aunque esté pensando muy seriamente en comprarme unas gafas de pasta (por alguna razón, todos los que las llevan son tomados por artistas de gran valía) no tengo la menor intención de escribir un tratado existencialista. La cuestión es bastante más sencilla. Últimamente, he llegado a la conclusión de que el ser humano es el animal más quejica de la creación, a tanta distancia de los demás, que es absurdo continuar con la lista y tratar de averiguar quién le sigue. Nos quejamos de todo, por todo, desde el alba hasta el crepúsculo, con razón o sin ella, como si fuera un vicio que nos proporcionara un placer irresistible. Fíjense en la meteorología, por ejemplo. La franja de temperaturas que el caprichoso bípedo humano considera “agradables” se ha estrechado tanto, que expresiones como “qué buena tarde hace” han desaparecido prácticamente de nuestro vocabulario: siempre hace frío, o calor, o llueve, o vaya viento más molesto que se ha levantado. La queja es una actitud moderna, propia de sociedades acomodadas cuyos individuos no vivieron ninguna guerra o nunca tuvieron que llevar los mulos a arar el campo cuando eran niños, como les ocurrió a muchos de nuestros abuelos. Según un maestro vedanta que visitó recientemente España, la cultura de la queja está llevando a Occidente a la decadencia, en contraste con las sociedades asiáticas, más comunitarias y menos obsesionadas con el individualismo. Al parecer, el defecto no está en el vecino, en el coche, en la previsión meteorológica, en los bancos, en los políticos... sino en nosotros mismos; en esa actitud llorona que nos hace infelices e improductivos. Cuánto por aprender. Y aquí estoy yo, ¡quejándome de la queja ajena! La repanocha. Creo que necesito unas gafas de pasta.

viernes, 23 de septiembre de 2011

NOBLES (23/09/2011)

La guillotina revolucionaria intentó acabar con ellos sin conseguirlo. Otros métodos menos sanguinarios como el principio de igualdad o el impuesto sobre la renta tampoco tuvieron más éxito. A la nobleza de sangre – los condes, duques y demás familia – se vino a sumar la nobleza mercantil – plebeyos que lograron acumular grandes fortunas gracias a su talento, audacia o falta de escrúpulos. La cuestión es que el número de individuos que consiguieron legar a sus descendientes un patrimonio que nunca podrán gastar del todo, no ha dejado de crecer con el paso de los siglos. Libres de la tarea bíblica que ocupa las vidas de la mayoría de los mortales -ganarás el pan con el sudor de tu frente- los nobles, los pijos, los herederos, tienen ante sí un reto formidable, del que muy pocos salen airosos. ¿Qué hago con mi vida? Pasatiempos tradicionales como la caza o la persecución de doncellas, u otros más actuales como las fiestas en yate sobre aguas ibicencas, acaban cansando a cualquiera. Cuando la decadencia amenaza con devorarlos, algunos sucumben a la tentación última: enzarzarse en peleas familiares por la herencia. ¿Puede haber algo más atractivo para la plebe que ver a sus señores sufrir como si fueran seres humanos normales? España asiste estos días expectante a las disputas en el seno de la casa de Alba por la inminente boda de la duquesa, de 85 años, con un funcionario de la seguridad social de 61. Por su parte, la baronesa Thyssen y su hijo Borja continúan su enfrentamiento implacable bajo la atenta mirada de Blanca, la nuera de la discordia. Sufrimientos de carne y hueso, aunque lleven colgados un Louis Vouitton. “¡Pero si tienen la vida resuelta!”, dicen algunos. ¡Ja! La vida solo está resuelta cuando te meten en una caja y alguien cierra la tapa. ¿Nobles? No los envidio. Te lo juro por Christian Dior.

viernes, 9 de septiembre de 2011

ABIERTO POR OBRAS (09/09/2011)

La catedral de Santa María de Vitoria descansa en lo alto de una colina. En ese mismo lugar, sobre las humildes chozas de la aldea de Gasteiz, el rey Sancho VI de Navarra fundó la ciudad en 1181. Encastrado en la muralla, el templo tuvo en sus comienzos un aire sobrio y militar, pero a medida que el poder de la villa aumentó, sus autoridades lo embellecieron con pesadas bóvedas de piedra. Así comenzaron los problemas. El equilibrio de fuerzas se alteró, aparecieron grietas en sus muros y los pilares se inclinaron. A lo largo de los siglos, las operaciones de restauración solo lograron victorias efímeras contra la obstinada gravedad: conseguían que el edificio no se desplomara, pero creaban un nuevo problema estructural que legaban a la siguiente generación. La última restauración fallida, en 1967, hizo exclamar imprudentemente al obispo de la diócesis: “¡Hemos salvado la catedral para otros 600 años!” En 1994, el edificio se declaraba en ruinas y se cerraba al culto. Muchos pensaron que la catedral vieja estaba maldita, pero la sociedad vitoriana no se rindió. Planearon una restauración metódica, para intentar sanar de una vez por todas al viejo edificio enfermo. El precio a pagar sería alto, en muchos sentidos: las obras mantendrían la catedral cerrada durante décadas. Y entonces alguien tuvo la idea genial. ¿Por qué no mantener el templo abierto a los visitantes durante la restauración, y convertir a ésta en un atractivo añadido? Así nació “Abierto por obras”. En los últimos años, cientos de miles de turistas han recorrido los andamios de la catedral de Santa María ataviados con un casco, disfrutando de una perspectiva única del arte y de la historia. Llovieron los premios internacionales, las visitas de nombres ilustres. Al autor de la idea se lo tragó el anonimato, por humildad propia o ingratitud de otros, quién sabe. Chapeau.

viernes, 2 de septiembre de 2011

DEPRISA, CORRIENDO Y MAL (02/09/2011)

Solía ser en domingo, después de un largo fin de semana de holganza, a las once de la noche. Mi madre entraba en la habitación y me sorprendía copiando precipitadamente alguna entrada de la enciclopedia Salvat, para un trabajo escolar encargado semanas atrás. Su sentencia era inapelable: “¡A última hora, deprisa, corriendo y mal!” Qué lástima que el gobierno de la nación y los partidos mayoritarios no tengan una madre para cantarles las verdades antes de irse a la cama. Resulta que un presidente del gobierno que está ya más en el otro mundo que en éste, que ha corrido detrás de la crisis económica durante toda la legislatura (sin alcanzarla nunca), propone ahora la reforma constitucional de más calado de la historia de la democracia. Y lo hace a menos de tres meses de las elecciones generales, cuando, en el Congreso, las decisiones más trascendentes deberían ser el color de la próxima moqueta o el gadget con que se obsequiará a los nuevos diputados. Ni las casas de apuestas habrían podido imaginarlo: no ha sido la reforma del Senado, la que todos dicen querer pero nadie emprende, ni la reforma Leonor, sobre la igualdad de hombres y mujeres para acceder a la Corona. Será la del artículo 135 y elevará la estabilidad presupuestaria a norma de rango constitucional. Si 35 diputados no deciden lo contrario, la reforma se aprobará sin consulta popular. No parece lo más presentable en estos tiempos de agitación social y ansias de renovación democrática pero, nos gusten o no, son las normas que han estado escritas desde 1978. De nada vale ahora rasgarse las vestiduras, como los farisaicos nacionalistas, o hablar de deslegitimación democrática. Dentro de poco se abrirán las urnas, y habrá llegado el momento de expresarse. Mientras tanto, ladeo la cabeza y digo: deprisa, corriendo y mal.

viernes, 26 de agosto de 2011

MAD MEN (26/08/2011)

Podría traducirse como “Hombres locos por el trabajo”, y es el título de una exitosa serie de televisión norteamericana, ambientada en el Nueva York de los años sesenta. Mad Men gira en torno a las vidas de los sofisticados publicistas de la agencia Sterling & Cooper, y hace un retrato físico y sociológico extraordinariamente fiel de la época. Los personajes son atractivos, cínicos y, tras la fachada brillante, profundamente vacíos e infelices; al contemplarlos, el espectador llega a la conclusión de que nunca, ni siquiera en los felices sesenta, ha sido oro todo lo que reluce. Además de proporcionar un razonable pasatiempo, Mad Men también inspira alguna reflexión valiosa: definitivamente, la vida es una comedia que no debería ser tomada demasiado en serio. Cuando una recreación artística o histórica nos permite asomarnos a un tiempo pasado y ver cómo vivían nuestros ancestros, el resultado suele ser devastador: casi todo nos parece ridículo, la ropa, los peinados, las costumbres. Resulta patético ver a los personajes de Mad Men, la flor y nata de la sociedad americana, presumiendo de un aparato de televisión con forma de cómoda, fumando sin parar, siendo racistas, homófobos o machistas. Su religiosidad nos parece falsa, sus guerras, absurdas. ¿Puede existir un conflicto internacional más infantil y poco inteligente que la guerra fría? La conclusión a extraer es dramática: algún día, dentro de cuarenta años, cuando alguien retrate nuestra época, todo lo que hoy nos parece tan moderno, estará pasado, caduco. Será patético. Pocas cosas se salvarán de la quema. El arte verdadero, quizás, y los actos de justicia y nobleza, que nunca se extinguen del todo. Lo demás, nuestras ambiciones incluidas, serán objeto de la burla o la conmiseración de las futuras generaciones. No desesperemos. Al menos, habrán servido de algo.

viernes, 19 de agosto de 2011

ROCK AND POPE (19/08/2011)

Qué caprichoso es el destino: la religión católica y el satánico rock and roll, siguiendo caminos paralelos. Como la asistencia a los oficios religiosos no deja de caer – solo el 13% de los españoles que se declaran católicos acude a misa cada domingo – y el fenómeno de las descargas ilegales ha hecho casi desaparecer el negocio discográfico, unos y otros se han lanzado a la estrategia de reunir grandes concentraciones de seguidores, cuántos más mejor, con la intención de apuntalar sus respectivas actividades y economías. ¿Que los U2 son capaces de llenar estadios en giras interminables que dan la vuelta al mundo? Pues os vais a enterar – parecen haber pensado el pontífice romano y sus consejeros purpurados- Nosotros vamos a llenar una ciudad entera. Dicho y hecho. Millones de jóvenes de todo el mundo acuden a la Jornadas Mundiales de la Juventud que se celebran esta semana en Madrid, y la Iglesia Católica saca pecho, con razón. Ni el mismísimo Michael Jackson que bajase en carne mortal del olimpo de los dioses del pop, sería capaz de reunir a esa masa de fieles en el Madrid canicular. El público acude a los actos con un fervor y un entusiasmo encomiables, y en las JMJ, hasta los teloneros triunfan. A la espera de la llegada de la estrella principal, Benedicto XVI, medio millón de jóvenes asisten a la misa inaugural dispensada por el arzobispo de Madrid. Rouco Varela, bajo el ardiente sol. No se les puede negar la fe y las ganas... Ironías aparte, espero que las jornadas sean un éxito, y que sirvan a la felicidad de sus asistentes. Algo nos llegará a los demás, seguro. Aunque mi laicismo militante quizá se lleve algún rapapolvo en el discurso papal, como buen anfitrión, prometo tomármelo con resignación cristiana. No se prevén disturbios, cargas policiales, ni quema o saqueo de comercios. Alabado sea Dios.

viernes, 12 de agosto de 2011

GLADYS (12/08/2011)

Es pequeña de estatura, y el color de su piel revela que nació a miles de kilómetros de allí, en algún país al otro lado del charco. En el uniforme figura su nombre, pero la letra es tan menuda que no he podido descifrarla. La he bautizado como Gladys. Como mis acompañantes han celebrado la ocurrencia con risas, por unos instantes me he sentido ingenioso y popular. Gladys trabaja en el camping en el que estamos alojados un grupo de amigos, junto a una muestra bastante representativa de la clase media hispana: familias al completo, padres divorciados que se desviven por sus hijos a los que no ven lo suficiente, matrimonios maduros que ven pasar las horas sentados en sus hamacas y que quizá agotaron los temas de conversación. Gente decente que ha trabajado duro para permitirse unos días de descanso en esta refinada versión de campamento de refugiados donde no faltan las comodidades. Y ahí entra en juego Gladys. Pertrechada de mochos, bayetas y líquidos disolventes, su misión consiste en que cada vez que un campista quiera defecar, orinar o asearse, se encuentre la porcelana limpia y reluciente. Como el trasiego de personal es incesante, su trabajo se parece mucho al castigo de Sísifo: nunca descansa, y nunca puede contemplar su obra terminada. Al paso de los días, la vida de Gladys me parece cada vez menos graciosa. En mi última noche en el camping, acudo al baño, algo achispado. Es domingo, pero allí está ella, entregada a su faena. De pronto, me gustaría echar mano al bolsillo y darle cien euros sin parecer condescendiente. Decirle que, además de necesidad, hay que tener carácter para trabajar así. Animarle a pegar un escobazo al primer tonto de clase media que mee fuera de su sitio. No hago ni digo nada. Por última vez, intento descifrar su nombre en el diminuto cartel de su pechera. La seguiré llamando Gladys.

viernes, 5 de agosto de 2011

CAMPING (05/08/2011)

En mis primeros años de juventud, siempre renegué de los campings. Como buen discípulo de Baden Powell, había sido educado en la versión más austera de la naturaleza, aquella en la que no existían los bares en muchos kilómetros a la redonda, y a la que no se podía faltar al respeto llenando la mochila de chucherías con sus bolsas de brillantes colores. Todo lo más, un bocadillo de tortilla de patatas. Cualquier individuo de aspecto urbano con el que tropezáramos por el monte – rara vez se alejaría más de diez pasos de su flamante coche – sería calificado despectivamente, él y toda su prole, como domingueros. Siempre consideraré mis años scout como una de las etapas más divertidas e influyentes de mi vida. Sin embargo, muchos años después, ocurrió algo inesperado. Alguien me invitó a pasar un fin de semana en un camping... ¡y fue maravilloso! De pronto, descubrí que era posible comer tortilla de patatas en la naturaleza sin estar sentado sobre una piedra puntiaguda o una mata de cardos borriqueros. A partir de entonces, cada verano, reservo cuatro días para disfrutar de esa maravillosa mezcla de naturaleza y patatas chips, de la posibilidad de charlar y tocar la guitarra en buena compañía, bajo la bóveda celeste cuajada de estrellas, sin renunciar a una buena ducha o a un café negro por la mañana. A pesar de ello, nunca he llegado a convertirme en un verdadero hombre de camping. Cuando me ven llegar con mi pequeña tienda iglú y mi silla plegable cojitranca, los popes del campismo, esos que duermen en colchones normablock, se afeitan con maquinilla eléctrica y se han traído de casa la nevera, la lavadora y una pantalla plana con paellera satélite más grande que la de mi comunidad de vecinos, me miran por encima del hombro. Parece que puedo oír sus pensamientos: ¡Dominguero!

jueves, 4 de agosto de 2011

TELEVISIÓN (29/07/2011)

Los programadores de televisión suelen ser tipos inteligentes: después de dos horas de Tour de Francia, cuando un servidor tiene ya el trasero insensibilizado y comienza a pensar en dedicar la tarde a algo más productivo, pinchan precipitadamente una película para intentar retenernos un poco más. Ed Harris, Cuba Gooding Jr… vaya, esto no parece el clásico telefilm americano “chica moderna conoce a hombre perfecto que acaba siendo más malo que la quina” ¿Qué clase de película polvorienta de videoclub barato puede programarse un sábado por la tarde? Pellizco mi trasero un par de veces para devolverle a la vida y me dispongo a averiguarlo. Resulta que el personaje de Ed Harris, el calvo más creíble desde Sean Connery, es un exitoso entrenador colegial de fútbol americano. Un día se acerca al campo de entrenamiento un joven negro, retrasado mental – Cuba Gooding Jr. – que es objeto de las burlas de los blanquísimos jugadores del equipo. El entrenador sale en su defensa y durante media película espero ansioso la inevitable escena en que la pelota con forma de melón caiga a los pies del infeliz, para que éste ejecute un pase de muchas yardas que deje a todos boquiabiertos. Espero en vano. El negro no dejará de ser negro, retrasado mental y torpe. ¿Dónde está la gracia entonces? En un espectáculo sencillo y grandioso a la vez, mucho más emocionante que ganar la liga en el último segundo: el de la generosidad. El entrenador ayuda al desdichado joven, lo acoge, le da afecto, sin esperar nada a cambio. El talento esquiva a la sensiblería y la película resulta inesperadamente redonda. No reniego de los asesinos en serie, los fenómenos paranormales o las invasiones extraterrestres. Simplemente, reivindico la generosidad como espectáculo. Porque, a veces, los programadores de televisión pueden ser tipos poco inteligentes.

viernes, 22 de julio de 2011

EL COREANO (22/07/2011)

Es coreano del sur, y tiene todos los atributos de un triunfador: joven, bien parecido y un puesto como alto ejecutivo de una multinacional. La corresponsal de TVE se ha acercado hasta su empresa, en Seúl, para grabar una entrevista que ilustre el tema del reportaje del día. Al parecer, el gobierno coreano trata de fomentar entre sus ciudadanos la sana costumbre de tomarse vacaciones una vez al año, para fomentar el alicaído turismo interno. Nuestro joven triunfador afirma tenerlo todo perfectamente planeado. Dentro de cinco años se irá de vacaciones a España para asistir a la tomatina de Buñol, el sueño de toda su vida… Confío en que el apreciado lector sabrá mirar más allá de la anécdota, por muy surrealista que esta sea. Es decir, el hecho de que nuestro hombre eligiera como actividad vacacional la madre de todas las batallas tomateras en lugar del festival wagneriano de Bayreuth, por ejemplo, es algo completamente irrelevante. Lo decisivo es que el joven ejecutivo no tiene la menor intención de coger vacaciones en los próximos cinco años, y su caso no es nada excepcional. Los coreanos del sur comienzan a trabajar a las siete de la mañana, terminan a las diez de la noche, alternan, hacen amigos, son felices en la empresa, y no tienen necesidad aparente de dejar de serlo durante un mes al año. Me temo que estamos ante una diferencia cultural de tamaño XXL. Nosotros estamos convencidos de que nuestra forma de concebir el trabajo es más racional, más equilibrada… ¡pero ellos también! ¿Quién tiene razón? A estas alturas, ya no me atrevo a afirmar nada. Lo que sí es seguro es que esta peculiaridad oriental va a traer consecuencias. Corea del Sur iguala hoy a España en número de habitantes, PIB y renta per cápita. De momento. Si algo no cambia, los coreanos se nos van a comer con patatas. Untados en tomate.

viernes, 15 de julio de 2011

COBARDES (15/07/2011)

Cobarde es aquel que siente un miedo cerval, paralizante, defecador, pero no se atreve a reconocerlo. Cuando la patria despide a sus hijos que van a la guerra, el cobarde desfila junto al resto de las tropas con gesto marcial, orgulloso, engañando y engañándose, porque en su fuero interno sabe que al oír los primeros tiros huirá como un conejo. Estas reflexiones sobre la cobardía me asaltan en la ducha, a las ocho en punto, mientras suenan de fondo cencerros y voces angustiadas provenientes del televisor, que emite como cada mañana el encierro de sanfermín. ¡Qué flaco favor les ha hecho la televisión a los cobardes en los sanfermines! Antes de que los encierros se convirtieran en un espectáculo prime-time, con decenas de cámaras barriendo cada metro del recorrido, repeticiones a cámara lenta y comentaristas que narran la carrera de los mozos como si fuera el tour de Francia, los cobardes se amparaban en la confusión para esconder el miedo que les hacía correr lo más lejos posible del de negro, y tener la seguridad del vallado siempre al alcance de la mano. Para la clásica pregunta “¿Dónde estabas, que no te vi?”, el cobarde disponía siempre de un amplio repertorio de excusas: me caí, me empujaron, un cabestro me tiró, el toro me pasó rozando... Hoy en día, por culpa de la televisión, todo eso es historia. ¡Al cobarde se le ve! Sacudiendo el periódico ante la hornacina del santo, cantando, heroico, estético, engañando y engañándose, porque cuando suena el cohete corre como un ídem a refugiarse lejos de las astas de los toros... Como a él no parece importarle mucho, no sería lógico que me importara a mí. Hace tiempo que pienso que la televisión acabará con los encierros de sanfermín. Ahora estoy seguro de que la televisión nunca acabará con los cobardes.

viernes, 8 de julio de 2011

ALEMANIZARSE (08/07/2011)

Aquí en España podría parecer una broma de mal gusto, pero no lo es. La agencia alemana para el empleo – el inaem de allí – ha anunciado que, ante la persistente bajada de la tasa de paro – 6.9% de la población activa en el mes de junio - y la consiguiente pérdida de “clientes”, se ve obligada a la supresión de 10.000 puestos de trabajo en su plantilla de aquí a 2015. Por su parte, la CEOE alemana ha mostrado su preocupación por la falta de trabajadores cualificados para cubrir los 150.000 puestos vacantes que hay en la industria. Demonios, ¿en qué planeta vive esta gente? Para nuestro bochorno, compartimos el mismo continente. En España nos gusta sacar pecho por los triunfos deportivos, pero debemos arrastrar el sambenito infamante de estar a la cabeza de Europa en la siniestra competición del desempleo, con una tasa de más del 20%. Admitámoslo: estamos fracasando clamorosamente como país. Si ser joven y español significa estar condenado a no tener trabajo ni un proyecto de vida estable, no entiendo como no nos hacemos todos alemanes. Bueno, en realidad sí lo sé: porque la vida es demasiado corta para aprender alemán. Por tanto, ya que somos españoles los que no podemos ser otra cosa- Canovas del Castillo dixit- empecemos a actuar de una santa vez en este asunto. Todas las propuestas del gobierno, de la oposición (si es que llegaron a hacer alguna), de los sindicatos, han fracasado. ¡Intentemos otras! Drásticos cambios en la legislación laboral, por ejemplo. Alemanicémonos. Estos días, el portavoz de la agencia de empleo germana se mostraba pesimista sobre la posibilidad de convencer a diplomados españoles para que ocupasen los puestos de trabajo vacantes en Alemania. “No tenemos fama de país acogedor”, se quejaba. Ay, alma de cántaro, si tú supieras... Mañana empiezo a estudiar alemán.

viernes, 1 de julio de 2011

PRINCIPADOS (01/07/2011)

No me gustan las ciudades-estado. Al leer esto, cualquiera podrá deducir que mi cuenta bancaria no rebosa de dinero, y que tampoco colecciono chapas de Totus Tus con la efigie del Santo Padre. En efecto, los mini-estados europeos han acabado convertidos, con el paso de los siglos, en refugios para millonarios o de representantes de Dios en la tierra. –Nota para mi madre: tranquila mamá, hoy no critico al Papa. Solo hablo de príncipes-. Alberto de Mónaco se casa el próximo sábado con la ex-nadadora sudafricana Charlene Wittstock. Al menos, en teoría. Según el semanario parisino L´Express, la futura novia habría sufrido una crisis de fe conyugal hace unos días, y habría abandonado el principado para coger un vuelo sin retorno con destino a Sudáfrica. Al parecer, alguien logró convencerla en el aeropuerto de Niza de lo temerario de su decisión, y la novia a la fuga regresó a palacio. ¿Verdad o bulo periodístico? Quién sabe. La familia Grimaldi ha proporcionado tanta carnaza a la prensa del corazón en las últimas décadas, que uno puede legítimamente sospechar que estamos ante una opereta más bien mediocre, pero muy eficaz desviando la atención del mundo sobre la verdadera misión del Principado: ser un paraíso fiscal. ¿Se imaginan vivir en un país donde no se pague IRPF? Mónaco no es el único. Todos los estados ricos tienen uno cerca para que sus próceres guarden allí sus dineros, lejos de las garras de los inspectores. Ya sé que suena feo pero... ¿usted qué haría? ¿Residir patrióticamente en España y pagar el 45% de sus ingresos a la hacienda pública? En un mundo menos hipócrita no existirían esos porcentajes abusivos y confiscatorios, y los ricos no tendrían necesidad de estados-llavero para evadir impuestos. A lo mejor, se recaudaba más y los demás acabábamos pagando menos. Definitivamente, no me gustan los principados.

viernes, 24 de junio de 2011

MI VECINO (24/06/2011)

Debo confesar que no vivo en lo alto de un faro, ni duermo cada noche mecido por el rumor de las olas del mar. Vivo en una casa de vecinos e intento dormir arrullado por el sonido de la ciudad que nunca descansa del todo: sus entrañables juerguistas, los camiones de la basura con sus gemidos apocalípticos y las furgonetas de reparto que cada vez que van marcha atrás hacen “¡mec, mec, mec!”, a las cinco de la mañana. ¡Qué haríamos sin esos pequeños placeres que nos dan las aglomeraciones urbanas! Sin embargo, hay algo que no me deja disfrutarlos: la radio de mi vecino. Mi vecino es un hombre de unos setenta y cinco años, solitario y gruñón, que escucha la radio durante la noche. A veces, el volumen es casi inaudible; otras, monstruoso y brutal. Mi vecino es imprevisible. Pueden pasar semanas sin que nada se oiga tras la escueta pared que nos separa y te llegues a decir con una risa nerviosa, “a lo mejor se ha muerto”, y justo al día siguiente, como si te pudiera leer el pensamiento, que conecte la radio a todo volumen a las cinco de la mañana, y te enteres antes que nadie de que la monarquía española ya tiene una heredera a la que van a llamar Leonor. No se confundan, mi vecino no es monárquico. Mi vecino es un capullo. Lo he intentado todo para hacerle entrar en razón: golpear la pared con suavidad, con un mazo, gritar, parlamentar civilizadamente. Inútil. Cualquier noche, a cualquier hora, mi vecino puede decidir cuando se acaba el sueño. ¿Unos tapones? Para no escuchar su radio tendría que inyectarme un anestésico. ¿La policía? ¡Pero si me lee el pensamiento! El lunes pasado volvió a hacerlo. A las cinco de la mañana, su radio comenzó a vomitar a todo volumen el noticiario matinal. “¡Un poco de respeto!”, grité. Su voz de cazalla traspasó la medianera como un trueno: “¡A trabajar, que no es domingo!”

viernes, 17 de junio de 2011

TELEFONAZOS (17/06/2011)

En estos tiempos de crisis en los que es difícil vender hasta palos de escoba, la llamada telefónica pura y dura se está convirtiendo en la estrategia de marketing más sofisticada. Donde esté el telefonazo que se quiten el buzoneo, el spam o la mismísima puerta fría, hasta ahora la técnica de ventas más osada de la que se tenía noticia. Por muchas razones. La primera, el factor sorpresa. Tener el buzón lleno de propaganda de comida china o decenas de correos electrónicos no deseados en el ordenador, ya forma parte de nuestra realidad cotidiana más decepcionante. Sin embargo, una llamada de teléfono con la perversa intención de colocarnos un seguro, una caja de vinos o una tarifa plana, todavía suele cogernos con la guardia baja. Sobre todo a la hora de la siesta. ¿Por qué las compañías de telefonía eligen la hora fatídica de después de comer para abrasarnos con sus ofertas, sus compromisos de permanencia y sus terminales de regalo de última generación? Y es que, aunque sea una obviedad recordarlo, el teléfono suena. Y hasta que no le das a cierto botón no se calla. Por tanto, tratar de vender por teléfono algo que el potencial cliente no ha solicitado, se parece mucho a dar la tabarra, la castaña, la matraca, el coñazo. Luego están los teleoperadores, las otras víctimas de esta historia. ¿Quién entrena a esta gente? ¿La CIA? Son inasequibles al desaliento, a la grosería, al insulto, al no-me-interesa-su-oferta-ni-me-va-a-interesar-nunca, lo aguantan absolutamente todo sin descomponerse. Supongo que a menudo pensarán aquello de “¿se cree que llamo por gusto, cretino?”, ¡pero nunca lo dicen! Mi madre diría, con razón, que los teleoperadores ya tienen ganado el cielo. Otros no tienen tanta suerte. Los que tiran de los hilos, los geniales creadores de las campañas del telefonazo, por ejemplo. Esos podrían irse al infierno.

viernes, 10 de junio de 2011

INDIGNADOS (10/06/2011)

Hasta ahora, a pesar de las apariencias, los teléfonos móviles y las redes sociales solo han jugado un papel secundario: movilizar a los ya convencidos. En cambio, la toma física de las calles, las asambleas y la terminología revolucionaria, estrategias más propias del siglo pasado o de los anteriores, han tenido una importancia decisiva para el movimiento del 15-M. Si cambiásemos las camisetas de lycra y las zapatillas de gore-tex de los acampados actuales por fajas, chaquetillas y medias hasta la rodilla, el decorado madrileño de la Puerta del Sol haría el resto. Ya solo faltarían las hogueras y que Francisco de Goya acertase a pasar por allí para inmortalizar el momento. Los “indignados” fueron acogidos con simpatía por una mayoría de la sociedad española en vísperas de las elecciones municipales y autonómicas. Expresaban un sentimiento compartido de hartazgo e indignación por la forma de hacer política que se practica en España: partidos políticos burocratizados en los que abunda la mediocridad y la corrupción. Sin embargo, a medida que las carpas se extendían por muchas plazas de España, el movimiento comenzó a dispersarse ideológicamente: si para algunos la nacionalización de la banca era una reivindicación irrenunciable, para otros lo eran la forma republicana del estado o la disolución del ejército. Hoy, las acampadas prolongadas y el asambleísmo amenazan con malbaratar el prestigio adquirido durante los primeros días. Los indignados deberían volver a las plazas del siglo XXI -internet y las redes sociales- para elaborar un programa de mínimos abierto a todas las ideologías, que responda al objetivo con el que nació este movimiento ciudadano: la mejora de la democracia. Si no lo hacen, todo acabará pronto. El seguidismo político habrá ganado. Y el 15-M solo será parte de la historia.

viernes, 3 de junio de 2011

CENSURA (02/06/2011)

Meses atrás, críticos y periodistas ponían el grito en el cielo: ¡la censura ha vuelto! Un juzgado de San Sebastián había prohibido la proyección de “A serbian film”, una lamentable película que mostraba escenas bastante explícitas de contenido pedófilo. Como suele ocurrir, la polémica solo sirvió para que se hablase de ella y le concedieran injustamente un premio en un festival donostiarra. Censura es una palabra fea – rima con clausura, usura, supura – y parece algo más propio de Berlanga y los funcionarios rijosos del franquismo que mutilaban besos con lengua, que del cine actual. Sin embargo, la realidad siempre se empeña en poner a prueba nuestros principios. Este año, el festival de Cannes ha celebrado el 40 aniversario del estreno de “La naranja mecánica”. A diferencia de la serbia, la película de Stanley Kubrick es endiabladamente compleja y genial. Después de verla, un espectador libre de prejuicios podría pensar que es una película peligrosa, una obra maestra, o ambas cosas al mismo tiempo. “La naranja mecánica” es ultraviolenta, pero de una forma mucho más contagiosa que los videojuegos o las películas de Hollywood: en ella, la violencia se practica con frialdad de superhombre y a ritmo de Beethoven. Su efecto sobre los espectadores jóvenes muestra el poder seductor del mal cuando se viste con una estética atractiva y es ejercido por un líder carismático. ¿Censuramos? No quiero parecer un ministro de información y turismo, pero creo que su visionado debería ser limitado a los mayores de 25 años. ¿Y qué hacemos con la Constitución y su artículo 12? Honestamente, no tengo la menor idea. Solo sé que he comenzado el artículo sintiéndome moderno y liberal, y lo termino oliendo a naftalina y abogando porque alguna forma de censura sigue siendo necesaria. Qué poca cosa somos.

sábado, 28 de mayo de 2011

ESCÁNDALO (27/05/2011)

“Este río desbordado, no se puede controlar, si lo nuestro es un pecado, no dejaré de pecar. Escándalo, es un escándalo, escándalo...” Raphael ha hecho este estribillo más famoso que las coplas de Jorge Manrique. A los españoles nos gusta la palabra, por su sonora esdrujulez y porque anuncia jugosas revelaciones sobre la honra del vecino, del famoso o de quien se tercie. Sospecho que en eso no somos muy diferentes al resto de los mortales: allá donde exista una comunidad de homo sapiens, en un pueblo manchego, en el desierto del Kalahari o en Laponia, sus miembros dedicarán una parte considerable del día a hablar sobre la vida privada del vecino, y de la posibilidad de que detrás de su fachada respetable se escondan vicios inconfesables y mentiras gordísimas. Es verdad que existen algunas particularidades regionales. Estos días ha llegado a la prensa el escándalo de Ryan Giggs, uno de los futbolistas más famosos del Reino Unido. Su reputación de padre de familia modélico ha saltado por los aires tras las declaraciones de una ex-concursante de Gran Hermano que confesó a un tabloide sensacionalista haber tenido un affaire sexual con él. El futbolista acudió a la justicia – aquí acaban las semejanzas con los escándalos hispanos – y logró que un juez prohibiera al tabloide publicar el reportaje para proteger su intimidad. Se difundió que un futbolista famoso había sido infiel a su esposa pero no se decía quién, por orden judicial. (¿Se imaginan en España una ley similar? Sería más polémica que la del tabaco) Finalmente, el morbo pudo más, y después de que 50.000 twitteros filtraran el nombre del adúltero en las redes sociales, un diputado contrario a la ley lo reveló en la Cámara de los Comunes. Otro escándalo. Querido Raphael: los ingleses necesitan tu canción como el comer, dales gusto. Scandal, it is a scandal...

viernes, 20 de mayo de 2011

15-M (20/05/2011)

Desde hace algunos años, mi querida Charo – aunque no venga al caso lo digo: una de las mujeres más guapas de Europa – recopila con paciencia de cartujo todas las columnas publicadas en esta sección desde 2006, y las publica en internet bajo la cabecera hombredelfaro.blogspot.com. En alguna ocasión, con la más pequeña de mis bocas, he intentado hacerle desistir de la tarea acudiendo a la estadística - el bajísimo número de visitas que recibe la página – o afirmando, con ese deje de presunto artista que solo busca que lo arropen, que si hay algo que sobra en este mundo son blogueros dando la barrila. Afortunadamente, no he conseguido desanimarla. No se trata solo de vanidad, releer algo que uno ha escrito en el pasado aporta valiosas enseñanzas siempre que se logren superar los escrúpulos al contemplar fallos, pedanterías y tontadas que se han acumulado con los años. A veces uno descubre que ha cambiado de opinión, o que fenómenos que parecían tener gran importancia han acabado siendo insignificantes. Sin embargo, y aquí dejo ya de sacudirme con el cilicio, excepcionalmente uno se siente algo profeta porque alguna de las cosas que escribió han acabado siendo temas de actualidad cuando no lo eran en el momento de publicarse. Algo así me ocurre con el 15-M, el movimiento ciudadano que ha tomado la calle desde el pasado domingo. Los asiduos lectores de esta columna, espero que haya alguno, sabrán que la necesidad de una reforma electoral ha sido una de mis obsesiones más recurrentes. En mi opinión, el hartazgo ante la mediocridad de la clase política es el motor de este movimiento, y debajo de él, la defectuosa ley electoral que pudre el sistema desde las raíces. No soy joven, no estoy en paro, pero estoy con ellos. Espero que del 15-M surja algo positivo. Y que el árbol de la democracia no se nos muera.

viernes, 13 de mayo de 2011

PROPAGANDA (13/05/2011)

Al ver el buzón lleno de sobres voluminosos, al principio te asustas. Te vienen a la cabeza logotipos de la Agencia Tributaria y películas ultrarrápidas protagonizadas por policías municipales que te empapelan con impresos de color rosa. El terror dura poco. De pronto caes en la cuenta de que las multas de tráfico y las notificaciones de Hacienda son finas como cuchillos y no necesitan demostraciones de fuerza: un papel de apenas diez gramos se basta para arruinarte el presupuesto de todo un mes. ¿Me habrá tocado el sueldo de Nescafé para toda la vida? La euforia dura todavía menos: jamás enviaste las etiquetas necesarias. En pocos segundos, la decepción se impone: los partidos políticos se han puesto de acuerdo, el mismo día, en llenar tu buzón de “Envíos postales de propaganda electoral”, y como parece que no confían demasiado en el diálogo matrimonial, te los envían por duplicado, uno para tu cónyuge y otro para ti. Una orgía de papel reciclado. El contenido de los sobres se parece bastante: la clásica carta del candidato, burdamente personalizada con una falsa firma manuscrita, que toca todas las teclas del piano político. Todos los partidos se declaran contrarios a la corrupción, austeros pero eficaces, sostenibles, preocupados por el bienestar social, y prometen maravillas sin subir los impuestos. Incluyen también la lista de los candidatos y el sobre para introducir en la urna. Al parecer, los jefes de campaña tienen la esperanza de que, en un calentón de entusiasmo, metamos la papeleta en el sobre, lo cerremos con goma arábiga, y lo tengamos guardado hasta el día de las elecciones. No es mi caso. En casa, la propaganda electoral va directamente del buzón a la basura. Un año me salió una urticaria muy fuerte al abrirla. Alergia al polen, me dijeron. Sí, claro, dije yo. Y desde entonces, ya no me fío.