viernes, 31 de agosto de 2012

PROCRASTINACIÓN (31/08/2012)


No es una práctica sexual desviada, ni ningún procedimiento quirúrgico relacionado con los intestinos. La palabra procrastinación describe un trastorno de conducta tan extendido en la sociedad moderna, que amenaza con convertirse en una epidemia. Individuos menos felices, menos prósperos y menos sanos. Imposible, dirán algunos; si fuera un trastorno tan grave, seguro que me sonaría esa palabra tan rara... A diferencia del mundo anglosajón, donde el término “procrastination” es bastante común, en España hay un número tan grande de procrastinadores que prefieren no tomar conciencia de su mal, que nuestro idioma ha sido incapaz de generar una palabra de uso común que lo designe. Al grano, por favor. La procrastinación consiste en aplazar una y otra vez tareas relativamente importantes, porque nos desagrada el esfuerzo que demandan o porque buscamos un perfeccionismo que tememos no poder alcanzar. No se trata exactamente de un perezoso, un vago o un irresponsable; el procrastinador será capaz de poner en riesgo su salud o soportar un estrés brutal para ejecutar la tarea en el último momento, y luego poner en marcha los mecanismos de autoengaño que asentarán aún más su conducta: “bajo presión es cuando mejor trabajo”, “así me surgen las mejores ideas”. Falso. El resultado siempre será peor que si se hubiera realizado con más tiempo. Además, mientras mira hacia otro lado y elude sus responsabilidades, el procrastinador es infeliz, aunque le cueste admitirlo. ¿Se reconocen en alguno de estos rasgos? Si mayo es el mes de las flores, septiembre debería ser designado el mes de los procrastinadores. Políticos endeudados, banqueros manirrotos, sufridos españoles de a pie: el verano ha muerto, ¡enfrentémonos con valentía a nuestros marrones! Bienvenidos de vuelta. 

viernes, 24 de agosto de 2012

SEPARACIÓN (24/08/2012)


A José Ignacio Wert, ministro de educación, cultura y deporte, se le podrán reprochar cosas y maneras, pero no que se esconda cuando llueve con gota gruesa y haya que salir para mojarse. Quizá el hecho de ser el ministro más impopular de España le haya inmunizado definitivamente contra el “qué pensarán los votantes”, caso insólito en España, lo que le augura una carrera política corta pero fulgurante. El último jardín en el que se ha metido ha sido el de la separación por sexo en los colegios concertados. Una reciente sentencia del Tribunal Supremo ha dictaminado que los colegios no mixtos, exclusivamente de chicos o de chicas, no pueden recibir financiación pública según la ley vigente aprobada por el anterior gobierno socialista. “Speedy” Wert ha saltado rápidamente al ruedo para advertir que, aunque el gobierno la acate, la sentencia podría contradecir los tratados internacionales auspiciados por la UNESCO. Lo que viene a decir que el gobierno piensa cambiar la ley y que los colegios afectados pueden respirar tranquilos. En esta vieja polémica, los dos bandos manejan argumentos de todo tipo: ideológicos, religiosos, psicológicos, científicos... Con franqueza, no se dónde encajan los míos. Por decirlo claramente, al estilo Wert, la separación de chicos y chicas en los colegios me parece un error garrafal. Sus partidarios dicen perseguir unos mejores resultados académicos pero, conscientemente o no, ocultan otras motivaciones menos altruistas. La separación hace más fácil su trabajo porque les libra de tener que lidiar con uno de los aspectos más cruciales y delicados de la formación de una persona: su relación con el otro sexo. Ya se apañarán los padres. O los propios interesados, con el catálogo bien conocido de inseguridades y complejos. Casi siempre, educar, también significa mojarse.

sábado, 18 de agosto de 2012

RECICLAJE (17/08/2012)


Tras unos días de deshojar la margarita, al menos en apariencia, el gobierno ha decidido mantener la ayuda de 400 euros a los parados que no reciben otra prestación. Como esta vez no se trataba de recortes, para variar, a la medida le han salido padres por todas partes: el partido gobernante se apunta el tanto en su maltrecho marcador de lo “social”, mientras la oposición intenta disputárselo al afirmar que los populares han cedido a las presiones socialistas y que su verdadera intención era acabar con la ayuda... Politiquilla en estado puro. La cuestión de fondo, mucho más útil para la sociedad, consistiría en saber si los cursos del INEM sirven para algo. El gobierno lo pone en duda, a la vista del bajo porcentaje de beneficiarios de la ayuda que acaba encontrando trabajo, y probablemente tiene razón. Donde yerra clamorosamente, es a la hora de buscar a los responsables del fracaso: no son los parados, a quienes amenaza frívolamente con retirar la prestación – algún empresario rancio los quiere mandar a limpiar montes - sino los gestores de los cursos, los que los contratan, los que los evalúan... es decir, en gran medida, ellos. El gobierno debería entender que España entera necesita un reciclaje, con políticos y banqueros en cabeza de la lista. También un reciclaje de los presuntos recicladores: la educación, a todos los niveles, debería hacer mucho más por preparar a los españoles para enfrentarse a las dificultades del mundo real. No siempre es cuestión de dinero, ratios o pizarras digitales; autoridades educativas y profesores deberían preguntarse qué pueden cambiar para hacer mejor su trabajo. Mejorar la calidad de la educación debería ser una prioridad nacional, que comprometiese a todos los partidos. Y dejar la lucha política para cuestiones menos importantes.

viernes, 10 de agosto de 2012

MEDALLERO (10/08/2012)


Hace un par de meses, en plena euforia por la Eurocopa de fútbol, con Rafael Nadal batiendo el récord de victorias en Roland Garros y Fernando Alonso ganando carreras al volante de su Ferrari, a los españoles nos salió el torero que todos llevamos dentro. “Soy español, ¿a qué quieres que te gane?”, decíamos, con infinito desparpajo. Hoy, hundidos en las profundidades del medallero olímpico, lejos, lejísimos de esos países que llamamos de nuestro entorno y de otros que no lo son tanto, descomponemos con disimulo la pose flamenca y nos agarramos a lo que sea para tratar de contener la hemorragia. De pronto, la carabina de aire comprimido pasa a ser cuestión de estado, y las regatas de la clase Finn – hasta los españoles de tierra adentro parecen estos días fieros lobos de mar – son tema de conversación en ascensores, tascas de mala muerte y consejos de administración. Los anticatalanistas envainan su anticatalanismo, y fingen no escuchar que la mayoría de los mejores deportistas españoles son catalanes. Los inquisidores envainan su inquisitorialismo, y rehabilitan para la ocasión a Marta Domínguez con la esperanza de que la hoguera no la haya chamuscado demasiado y todavía pueda darnos alguna medallita... Ni por ésas. Italia, Francia, Gran Bretaña, ¡Kazajistán! nos triplican, cuadruplican, sextuplican en número de medallas. ¿Tiene alguna importancia esto de las Olimpiadas? En realidad, no demasiada. El medallero olímpico es como un espejo: se limita a reflejar la imagen que tiene delante pero no nos hace mejores ni peores. Refleja que no nos gusta estar solos, que no somos madrugadores ni estrictamente disciplinados, y que en el abrasado páramo español puede nacer la flor más hermosa y el deportista más genial. No sufran mucho. A lo mejor, todo esto, ya lo sabíamos.

viernes, 3 de agosto de 2012

VANIDAD (03/08/2012)


¿Para qué sirve tener un claustro románico en el jardín, si no lo puedes enseñar? Eso mismo debió pensar algún habitante del Mas del Vent, en Palamós, cuando el fotógrafo apuntó su cámara a la impresionante construcción medieval que se levanta junto a la piscina. Apuesto a que no fue el propietario de la finca, el suizo Kurt Englehorn. Su abuelo compró el claustro en 1958, lo trasladó piedra a piedra hasta su ubicación actual e inculcó a sus descendientes la consigna a seguir en todo lo que concerniera a tan excéntrico legado: la discreción. Durante décadas, todos los visitantes de la finca, incluidos los operarios y personal de servicio, acataron la prohibición de fotografiar las arcadas románicas. Hasta la fatídica visita del reportero francés. Una sola imagen a doble página en la revista de decoración Architectural Digest, ha bastado para arruinar más de cincuenta años de humildad centroeuropea. La revista cayó en manos de Gerardo Boto, profesor de la Universidad de Girona, que reveló al diario El País el insólito descubrimiento. El claustro, de origen desconocido, había sido comprado en 1931 por un anticuario español con la intención de venderlo a algún millonario norteamericano, pero el estallido de la guerra civil había frustrado la operación y retrasado su venta. Cincuenta años después, los peores temores del abuelo Englehorn se han cumplido. El escándalo ha sido notable y sus descendientes se han visto obligados a permitir el acceso de técnicos de la Generalitat para estudiar la obra. ¿Una indiscreción del fotógrafo de la revista? Es poco probable. Me inclino a pensar que a alguien en aquella casa  (¿a Carmen, la esposa española de Kurt?) se le ha desbordado el vaso de la vanidad. Comprendo su angustia. Debe ser terrible tener un claustro románico junto a la piscina, y no poderlo enseñar.