No es una práctica sexual desviada, ni ningún
procedimiento quirúrgico relacionado con los intestinos. La palabra
procrastinación describe un trastorno de conducta tan extendido en la sociedad
moderna, que amenaza con convertirse en una epidemia. Individuos menos felices,
menos prósperos y menos sanos. Imposible, dirán algunos; si fuera un trastorno
tan grave, seguro que me sonaría esa palabra tan rara... A diferencia del mundo
anglosajón, donde el término “procrastination” es bastante común, en España hay
un número tan grande de procrastinadores que prefieren no tomar conciencia de
su mal, que nuestro idioma ha sido incapaz de generar una palabra de uso común
que lo designe. Al grano, por favor. La procrastinación consiste en aplazar una
y otra vez tareas relativamente importantes, porque nos desagrada el esfuerzo
que demandan o porque buscamos un perfeccionismo que tememos no poder alcanzar.
No se trata exactamente de un perezoso, un vago o un irresponsable; el
procrastinador será capaz de poner en riesgo su salud o soportar un estrés
brutal para ejecutar la tarea en el último momento, y luego poner en marcha los
mecanismos de autoengaño que asentarán aún más su conducta: “bajo presión es
cuando mejor trabajo”, “así me surgen las mejores ideas”. Falso. El resultado
siempre será peor que si se hubiera realizado con más tiempo. Además, mientras
mira hacia otro lado y elude sus responsabilidades, el procrastinador es
infeliz, aunque le cueste admitirlo. ¿Se reconocen en alguno de estos rasgos?
Si mayo es el mes de las flores, septiembre debería ser designado el mes de los
procrastinadores. Políticos endeudados, banqueros manirrotos, sufridos
españoles de a pie: el verano ha muerto, ¡enfrentémonos con valentía a nuestros
marrones! Bienvenidos de vuelta.
viernes, 31 de agosto de 2012
viernes, 24 de agosto de 2012
SEPARACIÓN (24/08/2012)
A José Ignacio Wert, ministro de educación, cultura y
deporte, se le podrán reprochar cosas y maneras, pero no que se esconda cuando
llueve con gota gruesa y haya que salir para mojarse. Quizá el hecho de ser el
ministro más impopular de España le haya inmunizado definitivamente contra el
“qué pensarán los votantes”, caso insólito en España, lo que le augura una
carrera política corta pero fulgurante. El último jardín en el que se ha metido
ha sido el de la separación por sexo en los colegios concertados. Una reciente
sentencia del Tribunal Supremo ha dictaminado que los colegios no mixtos,
exclusivamente de chicos o de chicas, no pueden recibir financiación pública
según la ley vigente aprobada por el anterior gobierno socialista. “Speedy”
Wert ha saltado rápidamente al ruedo para advertir que, aunque el gobierno la
acate, la sentencia podría contradecir los tratados internacionales auspiciados
por la UNESCO. Lo
que viene a decir que el gobierno piensa cambiar la ley y que los colegios
afectados pueden respirar tranquilos. En esta vieja polémica, los dos bandos
manejan argumentos de todo tipo: ideológicos, religiosos, psicológicos,
científicos... Con franqueza, no se dónde encajan los míos. Por decirlo claramente,
al estilo Wert, la separación de chicos y chicas en los colegios me parece un
error garrafal. Sus partidarios dicen perseguir unos mejores resultados
académicos pero, conscientemente o no, ocultan otras motivaciones menos
altruistas. La separación hace más fácil su trabajo porque les libra de tener
que lidiar con uno de los aspectos más cruciales y delicados de la formación de
una persona: su relación con el otro sexo. Ya se apañarán los padres. O los
propios interesados, con el catálogo bien conocido de inseguridades y
complejos. Casi siempre, educar, también significa mojarse.
sábado, 18 de agosto de 2012
RECICLAJE (17/08/2012)
Tras unos días de deshojar la margarita, al menos en
apariencia, el gobierno ha decidido mantener la ayuda de 400 euros a los
parados que no reciben otra prestación. Como esta vez no se trataba de recortes,
para variar, a la medida le han salido padres por todas partes: el partido
gobernante se apunta el tanto en su maltrecho marcador de lo “social”, mientras
la oposición intenta disputárselo al afirmar que los populares han cedido a las
presiones socialistas y que su verdadera intención era acabar con la ayuda...
Politiquilla en estado puro. La cuestión de fondo, mucho más útil para la
sociedad, consistiría en saber si los cursos del INEM sirven para algo. El
gobierno lo pone en duda, a la vista del bajo porcentaje de beneficiarios de la
ayuda que acaba encontrando trabajo, y probablemente tiene razón. Donde yerra
clamorosamente, es a la hora de buscar a los responsables del fracaso: no son
los parados, a quienes amenaza frívolamente con retirar la prestación – algún
empresario rancio los quiere mandar a limpiar montes - sino los gestores de los
cursos, los que los contratan, los que los evalúan... es decir, en gran medida,
ellos. El gobierno debería entender que España entera necesita un reciclaje,
con políticos y banqueros en cabeza de la lista. También un reciclaje de los
presuntos recicladores: la educación, a todos los niveles, debería hacer mucho
más por preparar a los españoles para enfrentarse a las dificultades del mundo
real. No siempre es cuestión de dinero, ratios o pizarras digitales;
autoridades educativas y profesores deberían preguntarse qué pueden cambiar
para hacer mejor su trabajo. Mejorar la calidad de la educación debería ser una
prioridad nacional, que comprometiese a todos los partidos. Y dejar la lucha
política para cuestiones menos importantes.
viernes, 10 de agosto de 2012
MEDALLERO (10/08/2012)
Hace un par de meses, en plena euforia por la Eurocopa de fútbol, con
Rafael Nadal batiendo el récord de victorias en Roland Garros y Fernando Alonso
ganando carreras al volante de su Ferrari, a los españoles nos salió el torero
que todos llevamos dentro. “Soy español, ¿a qué quieres que te gane?”,
decíamos, con infinito desparpajo. Hoy, hundidos en las profundidades del
medallero olímpico, lejos, lejísimos de esos países que llamamos de nuestro
entorno y de otros que no lo son tanto, descomponemos con disimulo la pose
flamenca y nos agarramos a lo que sea para tratar de contener la hemorragia. De
pronto, la carabina de aire comprimido pasa a ser cuestión de estado, y las
regatas de la clase Finn – hasta los españoles de tierra adentro parecen estos
días fieros lobos de mar – son tema de conversación en ascensores, tascas de
mala muerte y consejos de administración. Los anticatalanistas envainan su
anticatalanismo, y fingen no escuchar que la mayoría de los mejores deportistas
españoles son catalanes. Los inquisidores envainan su inquisitorialismo, y
rehabilitan para la ocasión a Marta Domínguez con la esperanza de que la
hoguera no la haya chamuscado demasiado y todavía pueda darnos alguna
medallita... Ni por ésas. Italia, Francia, Gran Bretaña, ¡Kazajistán! nos
triplican, cuadruplican, sextuplican en número de medallas. ¿Tiene alguna
importancia esto de las Olimpiadas? En realidad, no demasiada. El medallero
olímpico es como un espejo: se limita a reflejar la imagen que tiene delante
pero no nos hace mejores ni peores. Refleja que no nos gusta estar solos, que
no somos madrugadores ni estrictamente disciplinados, y que en el abrasado
páramo español puede nacer la flor más hermosa y el deportista más genial. No
sufran mucho. A lo mejor, todo esto, ya lo sabíamos.
viernes, 3 de agosto de 2012
VANIDAD (03/08/2012)
¿Para qué sirve tener un claustro románico en el jardín,
si no lo puedes enseñar? Eso mismo debió pensar algún habitante del Mas del
Vent, en Palamós, cuando el fotógrafo apuntó su cámara a la impresionante
construcción medieval que se levanta junto a la piscina. Apuesto a que no fue
el propietario de la finca, el suizo Kurt Englehorn. Su abuelo compró el
claustro en 1958, lo trasladó piedra a piedra hasta su ubicación actual e
inculcó a sus descendientes la consigna a seguir en todo lo que concerniera a
tan excéntrico legado: la discreción. Durante décadas, todos los visitantes de
la finca, incluidos los operarios y personal de servicio, acataron la
prohibición de fotografiar las arcadas románicas. Hasta la fatídica visita del
reportero francés. Una sola imagen a doble página en la revista de decoración
Architectural Digest, ha bastado para arruinar más de cincuenta años de
humildad centroeuropea. La revista cayó en manos de Gerardo Boto, profesor de la Universidad de Girona,
que reveló al diario El País el insólito descubrimiento. El claustro, de origen
desconocido, había sido comprado en 1931 por un anticuario español con la
intención de venderlo a algún millonario norteamericano, pero el estallido de
la guerra civil había frustrado la operación y retrasado su venta. Cincuenta
años después, los peores temores del abuelo Englehorn se han cumplido. El
escándalo ha sido notable y sus descendientes se han visto obligados a permitir
el acceso de técnicos de la
Generalitat para estudiar la obra. ¿Una indiscreción del
fotógrafo de la revista? Es poco probable. Me inclino a pensar que a alguien en
aquella casa (¿a Carmen, la esposa
española de Kurt?) se le ha desbordado el vaso de la vanidad. Comprendo su
angustia. Debe ser terrible tener un claustro románico junto a la piscina, y no
poderlo enseñar.
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