viernes, 27 de abril de 2012

NACIDOS PARA CORRER (27/04/2012)


 En el año 490 a.c., el soldado Filípides corrió cuarenta kilómetros para anunciar la victoria de los griegos en la batalla de Maratón, y cayó muerto por agotamiento. Si el ser humano fuera un animal verdaderamente racional, esta mítica historia bastaría para que a nadie se le ocurriese repetirla. Pero no es el caso. Sin excusa ninguna, por el simple placer de correr, el calendario de cada primavera se llena de carreras populares a las que acuden legiones de deportistas para poner a prueba su resistencia. Algunas no llegan a emular la hazaña de Filípides, como la 10k que organizaron con éxito los alcañizanos del club Tragamillas, pero otras la dejan atrás de largo: la Desert Marathon, de 110 kilómetros, se correrá el próximo mes de julio en la soleada tierra de los Monegros. ¿Locura colectiva? ¿Masoquismo? Algo más tiene que haber. Según Christopher McDougall, autor del best-seller “Nacidos para correr”, la capacidad de correr largas distancias detrás de las presas para matarlas por agotamiento, fue la especialización evolutiva más decisiva del homo sapiens. Ninguna otra especie desarrolló un sistema de refrigeración tan perfeccionado; ningún pariente primate comparte con los humanos el talón de Aquiles, los glúteos y el ligamento de la nuca, mecanismos esenciales para correr. Somos la especie que corre, y desde que sustituimos las carreras por el breve trayecto que va desde nuestro sofá a la nevera, algunas cosas ya no marchan bien: las enfermedades cardiovasculares, hasta doce tipos de cáncer y la depresión – enfermedades desconocidas por nuestros antepasados - hacen estragos en las sociedades modernas. Vuelvan a correr. Respeten sus límites, pero corran. Porque hay una parte importante de la historia griega que nadie nos ha contado: mientras corría, Filípides fue feliz.

viernes, 20 de abril de 2012

VIÑETAS (20/04/2012)

Ha sido la semana soñada de un dibujante de viñetas. Seguro que Antonio Mingote ha presentado una reclamación formal allá arriba, y con razón: jubilarlo de la vida en vísperas de unos acontecimientos tan notables, llenos de animales exóticos, viudas argentinas y monarcas en apuros, se antoja de una crueldad innecesaria. ¡Con lo bien que le salían los elefantes al maestro! Como un servidor ha sido siempre un dibujante bastante mediocre, voy a hacer mi contribución al género, desvirtuándolo: describiré con palabras la viñeta que mis torpes manos no son capaces de pintar. Un perro flaco, muy flaco. En el lomo, deformado por los pliegues de la piel sobre el costillar, un rótulo reza “España”. Debajo de los ojos del chucho, que miran melancólicamente hacia el espectador, nace una trompa de elefante que cae lánguida hasta el suelo. En el extremo de la trompa, dos aparatosos labios femeninos de un rabioso rojo carmín. “A perro flaco, todo son trompas”, titula la viñeta. No se me ocurre otra forma mejor de retratar los tiempos que vivimos. Estos días, en España, se habla y se escribe demasiado, sin mesura y con poca reflexión. Quizás estamos necesitando que, por un día, callen las tertulias, envainen los columnistas y los periódicos se llenen de viñetas para que, en medio de un silencio reparador, cada cual piense en las consecuencias de lo que dice, más allá del pasado mañana. De esta manera, a lo mejor empezaban a tomarnos otra vez en serio en el exterior. Cristina Kirchner, Hillary Clinton, Nicolas Sarkozy, Mario Monti y los entrañables periodistas del Financial Times se lo pensarían dos veces antes de hurgar en la herida, si por fin supieran que los españoles también podemos cerrar filas en los malos momentos. Dibujando viñetas. Sin perder la gracia y el sentido del humor.

viernes, 13 de abril de 2012

TITANIC (13/04/2012)

A lo largo de la historia, miles de barcos han sido zarandeados por las olas, cañoneados, torpedeados o incendiados para acabar hundiéndose en el fondo marino, pero ninguno ha alcanzado más celebridad que el Titanic. Esta semana, cuando se cumple un siglo de su trágico naufragio, la efeméride ha vuelto a provocar una oleada de publicaciones, exposiciones y películas. Superado el respetuoso duelo por los muertos – que damos por finalizado instintivamente cuando no queda nadie vivo que llore sinceramente a alguna de las 1.500 víctimas de la catástrofe –, expediciones submarinas poco respetuosas saquean los restos del trasatlántico, sabedores de que serán un negocio seguro. Es probable que si el pecio no estuviera a 4.000 metros de profundidad, ya no quedaría ni un tornillo. Para explicar esta atracción algo morbosa, algunos han comparado el hundimiento del Titanic con la caída de las Torres Gemelas, como el símbolo de una época. Creo que es algo más sencillo. El Titanic nos apasiona porque en él viajábamos la humanidad entera; la vanidad, el ingenio, la codicia, el amor, el heroísmo, la cobardía y la imbecilidad, todos reunidos en el mismo barco surcando un océano infinito, escenario perfecto donde representar nuestra trágica insignificancia... A las 23.00 horas del 14 de abril de 1912, el operador de radio del Titanic recibió una llamada desde otro barco, el Californian, que le alertaba de la presencia de icebergs en la zona. Agobiado por la multitud de telegramas que los orgullosos pasajeros del trasatlántico querían transmitir, contestó desabridamente a su colega: “¡Cállate! ¡Estoy ocupado!”. Ofendido, el operador del Californian apagó la radio y se echó a dormir. Cuarenta minutos después, el Titanic chocaba contra un iceberg y lanzaba una desesperada llamada de socorro. El Californian no acudió al rescate.

jueves, 12 de abril de 2012

PREOCUPACIONES (06/04/2012)

La tierra tiene un norte geográfico y un norte magnético. El norte geográfico es el lugar al que acuden las expediciones polares con una banderita (los aventureros españoles tienen que llevar un montón de banderitas) para clavarla en el hielo y hacerse fotografías. El norte magnético es el punto al que señalan las brújulas por efecto del campo magnético que rodea la tierra, y suele estar cerca del norte geográfico. El norte magnético se desplaza constantemente; a mediados del siglo XX lo hacía diez kilómetros por año pero en la actualidad va camino de Siberia a cincuenta kilómetros/año, y nadie sabe si se detendrá ahí o seguirá bajando hasta llegar a una playa de Tahití, por ejemplo. ¿Las brújulas apuntando a Tahití? Sí, cada 300.000 años de media, el campo magnético de la tierra se invierte, y durante ese proceso, la protección que nos brinda contra la radiación cósmica disminuye drásticamente. La última vez que esa inversión tuvo lugar fue hace 780.000 años. ¿Se está invirtiendo – y debilitando – el campo magnético de la tierra ahora mismo? Nadie lo sabe. ¿Acabaremos fritos por la radiación cósmica? Al parecer, las tortugas ya presenciaron el último gran cambio, por lo que cabe deducir que metidos en un caparazón y embadurnados de crema solar factor 50 podríamos sobrevivir. ¿Qué les pasaría a los satélites, a las redes eléctricas y a los equipos electrónicos? Ni Obama, ni los rusos, ni los chinos lo saben. A lo mejor regresábamos de golpe a la Edad Media... Bueno, y luego está la situación de la economía española, que se contraerá un 2% este año y seguirá estancada en el 2013, obligando a cerrar muchos negocios entre ellos el mío... Como ven, preocupaciones no faltan; sírvanse ustedes mismos. O mejor, elijan no preocuparse. Es posible que no sirva para nada.