A lo largo de los siglos, las relaciones entre
franceses y españoles han sido difíciles, a menudo salpicadas de guerras y
desencuentros. No hemos sabido llevarnos bien ni cuando éramos aliados: Napoleón
quiso colocar a su hermano como rey sin contar con la opinión del orgulloso
pueblo español, y el error de cálculo le costó carísimo. A él, y a nosotros.
Afortunadamente, los tiempos han cambiado, y los conflictos actuales con los
gabachos suelen limitarse a algunos camiones de fruta volcados en la frontera,
o al cierre caprichoso de los túneles que comunican los dos lados de los
Pirineos. El orgullo francés sigue resintiéndose cada vez que un español gana
el Tour de Francia o el torneo de Roland Garros – últimas victorias galas en
1983 y 1985, respectivamente– pero hay que reconocer que saben disimularlo
bastante bien y que se comportan con notable caballerosidad. Recientemente, se
ha dado una circunstancia que va más allá de las rivalidades deportivas y que
demuestra que quizá nuestros vecinos nos tienen en mejor consideración de lo
que habíamos pensado: el actual primer ministro de Francia, Manuel Valls, y la
alcaldesa de París, Anne Hidalgo, son ambos nacidos en España, hijos de
emigrantes que un día cruzaron la frontera huyendo de la guerra o la miseria.
Que dos de los puestos más altos de la administración francesa estén ocupados
por descendientes de españoles, que hablan perfectamente nuestro idioma y que
nos visitan con asiduidad, es una oportunidad política que espero que alguien
esté aprovechando en Madrid. Aunque sean del partido socialista. ¿Qué
pensaríamos los españoles si el caso fuera al revés? ¿Aceptaríamos a un
presidente del gobierno y a una alcaldesa de la capital con raíces tan franchutes?
Uff, qué quieren que les diga. Quiero pensar que sí pero... déjenme que no me
apueste nada.
domingo, 27 de julio de 2014
viernes, 18 de julio de 2014
EL CARISMA HA VUELTO (18/07/2014)
“Carisma: especial capacidad de algunas personas de
atraer o fascinar”, reza el diccionario de la Real Academia de la Lengua. El
recordatorio no está de más, porque la aparición de Pedro Sánchez como nuevo
secretario general del PSOE – y tómese lo de aparición en un sentido casi
milagroso - supone el regreso a la
política española del elemento carismático después de varias décadas de
ausencia. Los comienzos de la democracia fueron época pródiga en individuos de
marcado carácter, que añadían a los presuntos atractivos de sus ideas otras
cualidades más personales: el físico, la forma de ser, de hablar y hasta de
prometer, aptitud imprescindible en todo político que se precie y que Adolfo
Suárez elevó a la categoría de arte. La caída de Felipe González puso fin a
esta etapa de política carismática y como buenos españoles, fieles seguidores
de la ley del péndulo, nos entregamos exactamente a lo contrario. La falta de
carisma pasó a cotizarse como valor seguro en el mercado de los candidatos a la
presidencia del gobierno. Como resultado, los líderes de los dos partidos
mayoritarios han adolecido en los últimos años de una clarísima falta de
atractivo personal, y entiéndase esto sin ningún animus injuriandi. Eran
personas de valía, indiscutiblemente, pero incapaces de activar en el
electorado esos resortes emocionales que los norteamericanos, maestros de la
mercadotecnia política, conocen tan bien. Si Aznar, Zapatero, Rajoy o Rubalcaba
hubieran tratado de hacer carrera en los Estados Unidos, no creo que hubieran
pasado de concejales en algún pueblo perdido. Para bien o para mal, esos
tiempos han pasado. Contra pronóstico, el viejo rey dejó paso a su heredero,
más joven y con mejor imagen. Llegó Pablo Iglesias y ahora Pedro Sánchez. No
serán los últimos. El carisma ha vuelto, y sospecho que para quedarse.
viernes, 11 de julio de 2014
ORGULLO (11/07/2014)
Fiesta del orgullo gay en Madrid y primera
aparición pública del líder de Isis, grupo yihadista irakí que amenaza con
extender la guerra santa a todo el mundo. Las dos noticias ocurrieron el mismo
día y el azar quiso emparejarlas en la sección “última hora” de la aplicación
para móviles que suelo consultar. Dicha sección es habitualmente muy
variopinta; allí se mezcla el rápido y peligroso encierro de los Vitorinos con
varios heridos por asta de toro (me pregunto qué otro tipo de astado deambula
por las calles de Pamplona), la histórica goleada de Alemania a Brasil que
probablemente cambiará nuestra forma de entender el mundo, y sucesos más bien
trágicos procedentes de cualquier rincón del planeta. A pesar de ello, ver esas
dos noticias - la de los gais madrileños y la de los yihadistas irakíes - en un
mismo golpe de vista, me llenó de perplejidad. Que en la vastedad del universo
infinito, en un planeta minúsculo, miembros de la misma especie se dediquen a actividades
tan diferentes e incompatibles parece una broma celestial, como si alguien allá
arriba se estuviera entreteniendo jugando al Risk, pero con muñequitos de carne
y hueso, dolientes y sufrientes. No hay mayor desafío para el ser humano que la
convivencia entre culturas de desarrollo desigual, separadas por siglos. Y no
me refiero ahora al desarrollo tecnológico o económico, sino al desarrollo
moral. Sí, ya sé que esto suena bastante arrogante viniendo de un espécimen de
la cultura occidental, causante de dos guerras mundiales devastadoras y que en
el pasado se hartó de gasear, quemar y guillotinar a sus semejantes por los
motivos más peregrinos, pero me voy a arriesgar. La fiesta del orgullo gay es
una manifestación de una moralidad infinitamente superior al discurso de ese
califa barbado radical. Por tanto, claro que sí. Orgullo.
viernes, 4 de julio de 2014
EL LIMBO (04/07/2014)
Pablo Iglesias ha anunciado que los cinco
eurodiputados de Podemos solo percibirán 1.930 euros mensuales del total de
8.020 que tienen asignados, y que donarán la diferencia a obras sociales.
También ha revelado que los cinco comparten actualmente piso en Bruselas, “para
dar ejemplo de austeridad”, y que cuando tienen que desplazarse a Estrasburgo
pernoctan en un hotel “de las afueras”. No aclara si los cinco comparten
también la misma habitación en el hotel o si se llevarán el bocadillo de casa
cuando acudan al europarlamento para no gastar en la cafetería... La frugalidad
de las gentes de Podemos me recuerda mucho a la que han practicado las órdenes
religiosas desde tiempos inmemoriales. El discurso tampoco le anda a la zaga.
“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en
el Reino de los Cielos”, dicen los evangelios. Cámbiese lo de la monarquía
celestial por una república socialista bolivariana y la frase podría pertenecer
a otro melenudo, esta vez contemporáneo y de apellido eclesiástico. Una de las
mayores debilidades de la izquierda – y no digamos ya de la extrema izquierda –
consiste en creer que el afán de lucro individual es una especie de enfermedad,
una conducta desviada y pecaminosa que debería ser perseguida en una sociedad
ideal, regida por el principio de la solidaridad. Reniego de este integrismo
izquierdista. El deseo de ganar más dinero para uno mismo no es síntoma de una
grave enfermedad social. Tampoco es inmoral. Me pregunto si alguna vez España
dejará de ser un país de predicadores para convertirse en otro liderado por
hombres y mujeres de acción. Porque las exhibiciones de austeridad no crean
puestos de trabajo. Los crean los empresarios. Y el que no entienda esta
realidad, está viviendo en el limbo.
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