viernes, 25 de junio de 2010

OBSESIONES (25/06/2010)

Prometo que lo he intentado. Aleccionado por un amigo lector, me había propuesto desterrar los temas políticos de este faro que habito, y sustituirlos por materias más superficiales en apariencia, convencido de que la esencia de la vida se encontraba más cerca de la mirada de un gasolinero en Siétamo (Huesca) que del incesante diálogo de besugos en que se ha convertido la política española. Sin embargo, esto parece no tener cura. Empiezo a sospechar que las personas hemos venido al mundo con un paquete de obsesiones incrustado en los helicoides del ADN, al que no podemos oponer ninguna resistencia. Por suerte para la especie humana, las obsesiones de algunos individuos escogidos llevan al descubrimiento de vacunas o a la invención de aparatos maravillosos como la televisión o el microondas. En mi caso, las expectativas son bastante más modestas. De mis tres obsesiones reconocidas – la lucha contra los pises de perro en las calles, lograr la supresión del primer saque en las reglas del tenis y conseguir la reforma del sistema electoral español – creo que es esta última la que más puede aportar al progreso y la felicidad de mis congéneres. Hace tiempo que sé que las normas que rigen las elecciones al Congreso de los Diputados son defectuosas, injustas y antidemocráticas. Sin embargo, mis investigaciones más recientes me han llevado a conclusiones mucho más dramáticas. Todos los grandes males de la política española – la permanente crispación entre las dos Españas, el nacionalismo separatista, el menguante nivel intelectual y moral de la clase política, el creciente abismo entre la ciudadanía y sus representantes – tienen su origen directo en las normas electorales. ¿Me estaré volviendo loco? Sí es así, por favor, que alguien me avise. Otra forma de hacer política es posible. No pienso rendirme.

viernes, 18 de junio de 2010

EN EL MISMO VARCO (18/06/2010)

Al corrector de estilo del periódico La Comarca: querido compañero, ¡detente! Ya se que te tomas muy en serio tu trabajo y que ese vehículo flotante que se utiliza para transportar por el agua personas, animales o cosas se denomina “barco”, con b, desde mucho antes de que nuestros antepasados cambiaran la túnica por los pantalones. Por tanto, respira hondo y haz el favor de envainar tu rotulador rojo, que acabarás manchando a alguien. Esto ha sido un simulacro. O mejor dicho, un aperitivo de lo que se nos viene encima. Cuando Paulina Rubio descubrió que estaba embarazada, arrebatada por la emoción, corrió hacia el computer. ¡Tenía que contárselo a alguien! ¿A quién mejor que a sus dos millones de amigos del Twitter? Queridos followers, comenzó, y a esas palabras apocalípticas siguieron otras, y patada a patada, el diccionario acabó en el fondo del golfo de México preguntándose para qué demonios Cervantes había escrito el Quijote, que vaya pérdida de tiempo. Cuando algún assistant le advirtió de los americanismos y las faltas ortográficas, Paulina volvió al computer a disculparse y, de paso, a cometer un par de docenas más... Juro que pese al tono irónico, no lo llevo demasiado mal. Más me vale. Se aproxima una epidemia de faltas ortográficas para los próximos años tan mortífera, que los estómagos delicados, los puristas de la tilde, lo van a pasar mal. ¿A quién reclamar? A Bill Gates, al inventor de Facebook o al maestro armero. Cuando nos echamos en brazos de la informática, alegres y despreocupados, no sabíamos que estábamos entregando a cambio un pedazo de nuestro ser. La intimidad, la identidad, la ortografía. Por suerte o por desgracia, no se admiten devoluciones. Después de todo, una v, una b, el paraíso o el infierno, ¿qué más da? Se que todo es para bien. Todos viajamos en el mismo...barco.

viernes, 11 de junio de 2010

SCHIAVONE (11/06/2010)

Su apellido ha entrado en la historia. Francesca Schiavone se ha convertido en la primera tenista italiana en ganar el torneo de Roland Garros. Aunque ha compartido honor con nuestro Rafa Nadal, las carreras deportivas de ambos no han tenido muchas semejanzas. Durante sus primeros diez años como jugadora profesional, la Schiavone alcanzó ocho finales y las perdió todas. En 2007, después de contratar a un psicólogo deportivo, logró al fin conquistar un torneo. Luego siguieron dos títulos más. En vísperas de viajar a París, a punto de cumplir los treinta años y con la precoz jubilación de los deportistas profesionales en el horizonte, la italiana podía sentirse satisfecha. Sin embargo, una extraña idea brotó en su mente; una idea descabellada, un desatino: ganar Roland Garros antes de retirarse. La cosa no empezó demasiado bien – perdió el primer set en su primer partido – pero para sorpresa general, ya no se le escapó ninguno más hasta llegar a la final. Allí se encontró a una australiana, Samantha Stosur, que partía como indiscutible favorita. La estampa de las dos rivales llamaba la atención. A Francesca, la suma de la tensión y el desgaste a su constitución no muy agraciada, la había llenado de arrugas y huesos. La australiana, por el contrario, lucía un figura proporcionada, musculosa, rematada por un bello rostro de ojos verdes. Francesca luchó, corrió y desplegó toda la picardía milanesa para acabar venciendo en dos sets, después de un tie-break antológico. Besó la tierra roja, lloró, rió, alabó a su rival -“eres una gran, gran persona”- y se mostró con una naturalidad y una simpatía arrolladoras. Y entonces, pasó. De pronto, Francesca Schiavone era la persona más guapa de todo el estadio. La más atractiva. Ilusión óptica, dirán los escépticos. Belleza interior, contesto yo. Imposible de esconder. Más eficaz que un bisturí.

viernes, 4 de junio de 2010

LA VENTANA (04/06/2010)

Es la tienda más grande del mundo. En ella es posible comprar un salmón recién pescado en las frías aguas de Alaska, un delicado jarrón de la dinastía Ming, o los servicios de una madre de alquiler, todo sin levantarse de la silla. Una fuente de conocimiento equivalente a millones de bibliotecas, desde lo más sofisticado a lo más mundano. Cómo montar una cabeza nuclear, estudiar la carrera de arquitectura o descubrir que hay más de cincuenta nudos de corbata distintos. Todas las posturas, todas las aberraciones, hombres y mujeres de todas las razas, desnudos, con la deliberada intención de excitar nuestras libidos. Entretenimiento ilimitado, tan accesible, que a veces añoramos los tiempos en que se pagaba por él. Redes sociales, foros, chats, bálsamos para la soledad en todos los idiomas. El freaky descubre que no está tan solo y que quizá los freakies seamos todos los demás. Internet, el invento más revolucionario de la historia de la humanidad... El discurso no le ha convencido. Mi jefe dice que pierdo mucho el tiempo, que desde que llegó el ADSL mi productividad ha caído por los suelos. Que c´est fini. Que me lo corta. Me he puesto trascendente- “¿no deberíamos sentirnos afortunados por haber asistido a su nacimiento en el minúsculo lapso de nuestras humildes vidas?”- poético- “una ventana abierta a todos los paisajes del mundo, ¿y me pide usted que no me asome?”- práctico- “mientras navego mejoro muchísimo mi inglés”. Inútil. Mi jefe se ha puesto borde. Dice que si quiero ventanas, que me asome a la de la oficina, que da a un lavadero de coches precioso. ¿Saben lo malo del asunto? Que mi jefe soy yo. ¿Y algo todavía peor? Que desde que no tengo internet en el trabajo, rindo tanto que se me está poniendo cara de oriental. Va a resultar que mi jefe tiene razón.