viernes, 31 de enero de 2014

HABAS BRITÁNICAS (31/01/2014)

En todas partes cuecen habas. A menudo lamentamos la incapacidad de la sociedad española para superar de una vez por todas la guerra civil, desgraciadísimo conflicto que asoló el país hace casi 80 años y cuyas cicatrices se estremecen periódicamente cuando alguien menta la memoria histórica o cae en la cuenta de que el individuo que da nombre a su calle fue un militar franquista y no el inventor de la penicilina o un virtuoso del violín. Sin embargo, en esa dificultad para digerir acontecimientos históricos trágicos no estamos solos. En la prensa británica ha surgido estos días un acalorado debate sobre la conveniencia de la participación del país en... la Primera Guerra Mundial (1914-1918) Para los españoles, esta mortífera guerra de trincheras, barro y máscaras de gas es algo bastante lejano; en un insólito arranque de sensatez nos declaramos neutrales y aprovechamos la coyuntura para despegar económicamente. Para los británicos, en cambio, el trauma fue brutal. La cifra de pérdidas humanas – 715.000 – prácticamente dobla la de la Segunda Guerra Mundial, bombardeos nazis incluidos. Cada familia británica tiene un abuelo que sufrió o murió a causa de la Gran Guerra. A la vista de los datos, no es extraño que la boutade del historiador Niall Ferguson afirmando que la entrada en guerra de Gran Bretaña en 1914 “fue el mayor error de la historia moderna”, haya levantado ampollas. Un miembro del gobierno conservador le ha contestado diciendo que “ciertos mitos izquierdistas sobre la Primera Guerra Mundial solo buscan disminuir a Gran Bretaña y absolver a Alemania de su culpa”. Como ven, la conmemoración del centenario viene calentita: fuego cruzado entre ideologías políticas, juicios históricos, controversia. Imagínense la que montarían si lo que se recordase fuese una guerra civil. A veces somos demasiado exigentes con nosotros mismos. Quizás los españoles no lo estemos llevando tan mal.

viernes, 24 de enero de 2014

AGUSTÍN SANZ (24/01/2014)

A la gran mayoría de lectores, el nombre no les dirá mucho. O quizá sí, porque siendo un apellido tan común, a lo mejor alguien tiene un amigo o un vecino que se llama así. El Agustín Sanz del que hoy escribo vivió en el siglo XVIII, en esa época de esplendor de las ideas llamada Ilustración, y fue el arquitecto aragonés más grande de su tiempo. Zaragozano, de origen humilde, pasó por todos los estadios de la profesión: primero aprendiz, luego oficial, hasta alcanzar el grado de maestro de obras con cerca de cuarenta años, una edad en la que la mayoría de sus contemporáneos comenzaba el declive, dejando atrás las realizaciones más importantes de la vida. Trabajador infatigable, las de Agustín Sanz llegaron tarde pero se prolongaron durante tres fecundas décadas sin interrupción. El mismo día de su muerte, a los 76 años, se desmontaban los andamios de la que fue su última obra: la cúpula sobre el coro en el templo del Pilar de Zaragoza. Sin embargo, la historia es caprichosa. Después de alcanzar la fama y el reconocimiento en vida, su nombre cayó en el olvido. La mayoría de sus obras importantes se levantaron en localidades pequeñas, y por ello han permanecido casi ignoradas por el gran público de la capital. Entre ellas, tres en la comarca del Bajo Martín: las iglesias de Urrea de Gaén, La Puebla de Híjar y Vinaceite. Hace dos años, una visita a la primera de ellas me llevó a embarcarme en la quijotesca idea de realizar un documental que divulgase ese valioso patrimonio e hiciera justicia a su creador. De la mano del historiador Javier Martínez Molina, que ha dedicado cinco años de su joven vida a estudiar la obra del artista, emprendí un camino que ahora llega a su fin. El documental se estrenará próximamente, con protagonismo especial en el Bajo Aragón Histórico. Va por ustedes.

domingo, 19 de enero de 2014

L´AFFAIRE (17/01/2014)

Las revelaciones sobre el presunto affaire sentimental del presidente de Francia con una actriz, han sido primera página en todo el mundo. Un culebrón a escala planetaria. Para que algo así ocurra, se tienen que dar dos requisitos. El primero, que el país del presidente en cuestión tenga músculo en la escena internacional. Si mañana saltase la noticia de que el presidente de Bulgaria tiene un lío con una bailarina de strip-tease, no creo que llegáramos a enterarnos. El segundo, que tenga el suficiente glamour. Cambien a François Hollande por el presidente de Japón, tercera potencia económica mundial, y en lugar de un jugoso chascarrillo tendríamos algo tirando a desagradable. Ciertamente, a la Francia de los maletines nucleares y Christian Dior le sobran poder y razones para argüir que el glamour es producto de su invención. A la actriz Julie Gayet, protagonista femenina del escándalo, belleza y sofisticación. ¿Que Hollande parece más un tendero de ultramarinos que un galán? Es posible, pero Francia no se acaba en los Campos Elíseos. El país galo ha presumido siempre de una especial permisividad con los deslices privados de sus dirigentes, y la prensa ha sido consecuente con ello. ¿Francia ha dejado de ser Francia? No del todo. La delicada situación del presidente peor valorado de los últimos tiempos ha despertado una corriente de simpatía y comprensión, según las encuestas. Tanto es así, que hay quien dice que fue el propio Hollande quien filtró la noticia para mejorar su imagen. Y romper la baraja, desde luego. Su actual pareja, Valérie Trierweiler, está ingresada en un hospital a causa de un supuesto shock. Años atrás, fue ella quien tomó el relevo de Ségolène Royal, ex-candidata presidencial, en las preferencias del irresistible François. Un feuilleton en toda regla. Une spécialité française. Insuperable.

viernes, 10 de enero de 2014

NOCHE MALA (10/01/2014)

Me pregunto si en el Palacio de la Zarzuela vieron el discurso del rey antes de sentarse a cenar, como hacen tantas familias españolas el día de Nochebuena. Si tuviera que apostar, diría que no. Frente a frente estaban los Reyes, las infantas Elena y Cristina, y... Urdangarín. Demasiada tensión. Es más probable que la velada transcurriera sin la menor alusión a temas de actualidad, y que todos los presentes hicieran el esfuerzo de actuar como si nada hubiera pasado. O, más bien, como si nada estuviera pasando. Por cierto, voy a romper una lanza por el yerno más desgraciado de España y convertir a esta santa cabecera en el primer medio escrito que publica algo favorable sobre él en los últimos tres años: hay que echarle valor. Con la que está cayendo, sentarse a la mesa junto a un suegro nervioso, recién operado y presumiblemente cabreado, que ve la misión de toda su vida ¡y el prestigio de una dinastía! puesto en peligro por la imprudencia y la codicia del yerno en cuestión, es un acto de valentía más que notable. Según el diario El País, en esa mesa navideña faltaron los Príncipes de Asturias, que no querrían juntarse con el ex-balonmanista ni para comer turrón. Según ABC, la familia estuvo al completo, y vieron juntos el discurso de Don Juan Carlos antes de ser felices y comer perdices. Vaya usted a saber. Además del drama familiar, están las consecuencias políticas, que nos afectan a todos. El suspenso que ha recibido la institución en las últimas encuestas, por primera vez desde la llegada de la democracia, deja bien clara la situación: la monarquía ha cometido graves errores en los últimos tiempos y el pueblo español no está para bromas. Es tiempo de repararlos y de sacar valiosas lecciones para el futuro. Otras Casas Reales europeas lo hicieron en el pasado. Y salieron reforzadas por ello.