lunes, 28 de diciembre de 2009

SCHWARZENEGGER (24/12/2009)

Arnold Schwarzenegger, famosa estrella de cine norteamericana, es gobernador de California desde 2003. Desde la distancia y la ignorancia, sólo aliviadas por la providencial Wikipedia, uno podría pensar que dedicarse a la política en aquel estado es sólo un pasatiempo, entre película y película, para el fornido actor. Me temo que no. California tiene 40 millones de habitantes, y allí se localizan algunas de las regiones económicas más importantes de los Estados Unidos. Gobernarla debe ser un lío formidable, no exento de tensiones y broncas políticas. Una de ellas le llevó recientemente a la primera plana de la prensa nacional. En uso de sus competencias, el gobernador había ejercido el veto sobre una ley aprobada por la asamblea estatal. Previamente, uno de los promotores de la ley se había enfrentado agriamente con él, llamándole mentiroso. Schwarzenneger acompañó el documento de veto con una breve nota dirigida a la asamblea y al furibundo promotor, explicando sus razones en tono conciliador. El escándalo vino cuando alguien advirtió que, uniendo las primeras letras de cada línea de la nota, podía leerse: “Que te jodan”. Interpelado el portavoz del gobernador en una multitudinaria rueda de prensa, el hombre hizo el papel de su vida. Con gesto de sorpresa, exclamó: “¡Dios mío! ¡Qué coincidencia!” Ignoro si la concurrencia estalló en una ovación, o si pidió a gritos una nominación para los Globos de Oro. No era para menos. Polémicas aparte, el caso del señor Schwarzenegger es asombroso: está loco, o tiene una vocación política del tamaño de Australia. Ojala muchos de por aquí la compartieran. No sabría juzgar su gestión, pero hay que reconocer que insulta con estilo. Cuando me mude a Hollywood, casi seguro que le voto.

domingo, 20 de diciembre de 2009

MARRUECOS (18/12/2009)

La historia es caprichosa. Marruecos, que convirtió a un muchacho enclenque, a un alfeñique sin brillo, en el general más joven de Europa, le ajustó las cuentas al dictador en los últimos días de su vida. Franco decía que sin Africa, sin las guerras contra los rebeldes rifeños del norte de Marruecos, apenas podía explicarse a sí mismo. Era cierto. Ascendió imparablemente con el sencillo método de practicar una valentía casi suicida. En Marruecos aprendió la eficacia del terror como estrategia de sometimiento: sus legionarios ensartaban las cabezas cortadas de los rifeños en la punta de sus bayonetas. La legión y las temibles tropas moras de regulares fueron decisivas para ganar la guerra civil y le encumbraron a la jefatura del bando rebelde. La historia es irónica. Al parecer, el viejo dictador, en sus últimos tiempos, se echaba a llorar por cualquier cosa. Hassan II, rey de Marruecos, maniobró con habilidad. Con España sumida en una crisis económica y política de dimensiones históricas, ejerció toda la presión para sacar una generosa tajada del Sáhara Occidental, con sus suculentos yacimientos de fosfatos, gas y petróleo. En Madrid se firmó la administración temporal tripartita, pero España se desentendió pronto del problema, abandonando el territorio a la rapacidad de sus vecinos, que lo ocuparon con rapidez. El Frente Polisario declaró la independencia de la República Arabe Saharaui Democrática y comenzó un conflicto armado que se ha prolongado hasta hoy. Mauritania firmó la paz en 1979, pero Marruecos no tiene visos de hacerlo. Soportó nuestra presencia colonial durante décadas, y ahora administra a los saharahuis la misma medicina: la injusticia. Sin embargo, Mohamed VI debería tomar nota del pasado. La historia, caprichosa e irónica, suele repetirse.

viernes, 11 de diciembre de 2009

BORAU (11/12/2009)

Homenaje al cineasta Jose Luis Borau en Zaragoza. Una ocasión irrepetible para confirmar una vieja historia familiar, mil veces escuchada. Una historia cierta, de puro extraña, porque el mejor novelista no hubiera sido capaz de inventarla. A saber: mis padres, en Madrid, allá por el sesenta y tantos, acompañaron a Borau a regar las plantas a casa de Jaime de Armiñán. Luego le invitaron a comer a casa... ¿Los tres solos? - preguntábamos invariablemente. Sí, sí- contestaba mi padre, ufano- mamá, Borau y yo. Y todos nos lanzábamos a imaginar la escena: mis padres, pelo cardado ella, ¡pelo él!, treintañeros, comiendo con el director de “Furtivos”. Poco tiempo después perdieron el contacto, Borau se convirtió en Borau, y mi padre, entre otros hechos de mérito, me concibió a mi. Y allí estaba yo, en un homenaje al octogenario director, dispuesto a desenterrar de su memoria un acontecimiento, quien sabe si providencial. Discursos de las autoridades, elogios asfixiantes al homenajeado. Borau contesta, abrumado. Con una humildad que desarma, se atribuye un único mérito: haberse lanzado a las aguas inciertas del mundo cinematográfico. De pronto comprendo que las personas viejas no son más sabias porque acumulen más experiencias, sino porque ambicionan menos. Termina el acto y acecho al cineasta, entre bandejas de canapés y vino español. Ahora o nunca. Señor Borau... Mientras cuento atropelladamente la historia, el rostro de mi interlocutor va dibujando una respuesta inequívoca: no se acuerda de nada. El torrente de mi discurso va cediendo, rendido ante la evidencia. Borau también sufre. Acabo, y él se acerca a mi oído, todo humanidad: no me acuerdo, pero estoy seguro de que ocurrió así. Qué grande Borau. Qué alivio siento. Qué ricos, los canapés.

viernes, 4 de diciembre de 2009

INOCENTE (04/12/2009)

No luce un rostro angelical. En un hipotético casting para seleccionar al marido perfecto de nuestras hijas, sería rápidamente descartado. Cuando abre la boca, la cosa no mejora. Diego Pastrana, el joven canario injustamente acusado de haber matado y violado a la hija de tres años de su actual pareja, ha hablado por primera vez a los medios de comunicación. “Todos los que han vertido mierda sobre mi, lo van a pagar”. Al leer el titular, no he podido evitar cierta decepción. Sin embargo, ¿qué esperaba? ¿Un análisis de los hechos ponderado, responsable y equilibrado? Es muy probable que si Diego Pastrana hubiera sido un joven exquisitamente educado, impecablemente vestido y de estrato social alto, los médicos que atendieron a la niña le habrían dado unos cuantos repasos al informe antes de hacerlo público, repleto de errores y conclusiones precipitadas. Sin embargo, los individuos que ponen a prueba, de verdad, la efectividad y la solidez de los principios de un sistema, no suelen ser apuestos licenciados universitarios con provechosos estudios de postgrado. Se parecen, más bien, a Diego Pastrana. ¿Hemos aprendido la lección? Porque antes de lanzarnos a degüello sobre los médicos causantes del error, todos, ciudadanía y medios de comunicación, deberíamos hacer examen de conciencia. La presunción de inocencia – todo individuo acusado de un delito es inocente hasta que se demuestre lo contrario en un proceso judicial – no es un capricho de la ley. Fue un principio instituído para evitar la mayor injusticia que un sistema jurídico puede cometer: el castigo de un inocente. El linchamiento del que parece culpable es una vieja tentación, propia de sociedades incivilizadas. ¿Es lo que somos? Demos muestras de mayor altura moral, para empezar a descartarlo.