viernes, 28 de septiembre de 2012

FILETES EMPANADOS (28/09/2012)

¿Otra vez filete empanado? A los signos de interrogación habría que añadir exclamaciones, porque la pregunta era en realidad un alarido de tipo existencial, un grito de Dolores que no esperaba respuesta y que rebotaría infinitamente en las alicatadas paredes de la cocina familiar hasta extinguirse. Porque uno era muy consciente de la realidad: la alternativa al filete empanado era el plato vacío, la nada, y si uno prolongaba demasiado la protesta, corría el riesgo de ver a uno de sus voraces hermanos capturar el filete y hacerlo desaparecer a velocidad de vértigo. De nuevo el plato vacío, la nada. ¡Yo quería un filete de verdad! ¿Tan difícil era de entender? Y llegó un día en que lo entendí todo: la gigantesca proeza de criar a siete hijos y darles una educación, de estirar el sueldo de forma casi mágica para poner cada día un plato en la mesa y muchas cosas más, de concebir la vida como una entrega total a los demás, de quedarte siempre con la peor parte, con el filete más chamuscado... Extraordinaria lección: el que sirve, se queda siempre con el filete empanado más chamuscado de la bandeja. Al abrir hoy el periódico, descubro que el ejemplo de mis padres, como el de tantísimos otros, no cunde para nada entre algunos de nuestros servidores públicos. Al parecer, el gobierno de Aragón ha retirado la subvención a los comedores escolares, pero ha mantenido la del comedor de las Cortes. Como resultado, un diputado autonómico come por menos de la mitad de lo que paga un niño de cuatro años. ¿Quién comerá entrecot y quién filete empanado? Hagan sus apuestas. El principio básico que debería inspirar la labor de un político es el de servicio a su comunidad, y sé que muchos lo entienden así. Por ello, señores diputados, hagan el favor de cuidar las formas. Acuérdense de sus padres. Escojan el filete chamuscado.

viernes, 21 de septiembre de 2012

QUIZÁS (21/09/2012)

Hace quinientos años, una noticia como ésta habría provocado una conmoción inimaginable. Se habrían convocado concilios, dictado bulas, y es más que probable que, para dar carpetazo al asunto, la Santa Inquisición habría acabado aplicando el tormento a un buen puñado de infelices. Cómo cambian los tiempos. Ante el descubrimiento de un pequeño trozo de papiro del siglo II que afirma que Jesús estaba casado, y que su esposa/discípula se llamaba María, el Vaticano ha reaccionado de la misma forma en que lo haría cualquiera de las estatuas de mármol que habitan su micro-estado: con un silencio sepulcral. No le faltan razones para ello. Esta vez no se trata de un best-seller o de una película con Tom Hanks, productos de consumo de masas fácilmente desacreditables. En esta ocasión, la información proviene de una reputadísima investigadora de la Universidad de Harvard, Karen L. King, y ha sido publicada por The New York Times. Me pongo en el lugar de los actuales padres de la Iglesia y no me cuesta esfuerzo comprender su reacción: después de 2.000 años de defensa del celibato y de la marginación absoluta de la mujer de cualquier instancia de poder dentro de la institución, iniciar un debate sobre la justificación de estas prácticas debe dar, como mínimo, una pereza brutal. A quien tenga tiempo y ganas, le recomiendo la lectura del informe sobre el manuscrito, que es fácil de encontrar en internet. A lo largo de sus cincuenta páginas, la profesora King analiza el hallazgo con extremada prudencia y precisión científica. Sin embargo, en el último párrafo, ya no es capaz de contenerse y se pregunta: ¿es posible que ese trozo de papiro acabara en el cubo de la basura porque contradecía las verdades que, en un momento dado, se decidió “establecer”? La respuesta es otra vez prudente, pero reveladora: quizás.

viernes, 14 de septiembre de 2012

CARTA A UN INDEPENDENTISTA CATALÁN (14/09/2012)

Estimado... francamente, no sé ni cómo empezar. Te llamaría compatriota, pero a lo mejor te cabreabas ya, de primeras, y dejabas de leer. No me andaré por las ramas: tus ideas políticas no me gustan nada, aunque las respete y te reconozca el derecho a expresarlas en pacífica libertad. Me considero una persona tolerante. Cuando alguien me habla de la Diada, no se me va la mano al sable, y tampoco soy dado a las amenazas apocalípticas con las que muchos intentan asustaros: ¡No entraréis en Europa! ¡El Barca jugará la liga con la Gimnástica de Tarragona! ¡El cava lo beberá vuestra santa madre! Trato de ser un poco más civilizado y realista. Con sinceridad, decir que el independentismo que profesas es una afirmación, en positivo, de tu identidad catalana, creo que no se sostiene. Cataluña, como parte de España, ya tiene lengua propia, gobierno, parlamento, bandera, himno, policía, televisión... Ya perdonarás pero, más que un “somos”, tu independentismo me parece una negación, un “no queremos”: no queréis ser españoles, ni compartir nada con nosotros. ¿Ese carácter negativo le quita legitimidad a vuestro sueño? En absoluto, pero tiene una consecuencia que a lo mejor has pasado por alto. Vuestra aspiración separatista, además de un corte de mangas al Estado, ese ente difuso, madrileño y cercenador de libertades, es también un rechazo a millones de personas concretas, con nombres y apellidos. Españoles que viven en Zamora, Albacete, Asturias o Las Palmas de Gran Canaria. Yo soy uno de ellos y te diré algo: duele. Duele que alguien que consideras de la familia te diga que no te quiere. Que su deseo más profundo es que llegue el día en que pueda llamarte “extranjero”. Qué quieres que te diga. Espero que fracases. Que haya muchos más catalanes que no piensen como tú. Estimado, a pesar de los pesares.

viernes, 7 de septiembre de 2012

CECILIA (07/09/2012)

Me temo que no tardará en aparecer algún imitador. Después de ver cómo la noticia de la restauración del Ecce Homo de Borja ha dado la vuelta al mundo, algún desustanciado la emprenderá a brochazos con el santo, virgen o cristo de turno, para conseguir unos días de notoriedad y, de paso, poner a su pueblo en el mapa. En vano; como se descuide, acabará en el pilón o en el cuartelillo de la Guardia Civil. Confieso que cuando vi por primera vez la obra de la octogenaria borjana Cecilia Giménez, reí a carcajadas durante un buen rato. Al día siguiente, volví a reír al ver los rostros de Paquirrín y el presidente Rajoy transfigurados en el del inclasificable Ecce Homo, por obra y gracia del españolísimo y sádico sarcasmo que practican mis compatriotas. Un mes más tarde, cuando Ryanair acaba de ofertar vuelos para visitar la ermita, los telediarios de Nueva Zelanda también han recogido la noticia y la cazatendencias de la edición japonesa de la revista Vogue se ha retratado en plan super-fashion tapándose el rostro con una reproducción de la pintura, yo ya no tengo ganas de reír. Porque tanta risa nos ha hecho pasar por alto algunas cosas importantes. A saber, que Cecilia no ha restaurado una obra de arte, ha pintado una nueva. Que la obra de Cecilia es, como mínimo, turbadora. ¿Han probado a aguantar la mirada a ese rostro huidizo durante un rato? Que si se tratara, simplemente, de una “restauración defectuosa”, el asunto jamás habría alcanzado estas proporciones. Y sobre todo, algo en lo que no habíamos caído, que la fuerza motriz de todo el fenómeno está en la mismísima Cecilia; en su intención y en su sinceridad. Me atrevo a decir que su Ecce Homo es la pintura religiosa española más sincera del último siglo. Por eso nadie será capaz de imitarla. Por eso nadie se atreverá a destruirla.