viernes, 26 de marzo de 2010

LA DEMOCRACIA IMPERFECTA (26/03/2010)

Si algunos las matan callando, el presidente del gobierno lo hace a golpe de subcomisión. Como las escaleras imposibles de los grabados de M.C. Escher, Zapatero acaba consiguiendo que no lleven a ningún sitio. Dos años después, la subcomisión sobre reforma electoral ha decidido rechazar las propuestas del Consejo de Estado, que ella misma pidió, con el argumento de que no hay consenso suficiente. El sistema electoral se queda como está. Votan a favor de rechazar la reforma, populares, socialistas y nacionalistas. Como era de esperar, en Izquierda Unida están que trinan. Después de soportar treinta años una ley electoral que les ha discriminado inmisericordemente, se habían hecho la ilusión de que algo podía cambiar. Y es que los rojos han encontrado en las normas electorales un enemigo peor que el mismísimo Franco, que les ha puesto al borde de la desaparición. Dicen que Herrero de Miñón, uno de los padres de la Constitución, anda jactándose por ahí de haberlas inventado para machacarles, recién legalizados allá por el 78, para terror de curas y militares. A fe que lo consiguió. En las últimas generales de 2008, IU obtuvo un millón de votos que le reportaron dos escaños. A Coalición Canaria le bastaron 174.000 votos para conseguir igual resultado. El partido de Rosa Díez, que empieza a sufrir en sus carnes el maquiavelismo electoral, obtuvo el mismo número de votos que el PNV. Para los vascos se tradujeron en seis escaños y para UPyD sólo en uno. Mientras tanto, los partidos mayoritarios y los nacionalistas repiten su mantra contra la reforma: el sistema electoral ha funcionado “razonablemente” bien. Se me disparan las alarmas. Cuando un político califica de razonable una norma que le beneficia descaradamente, habemus injusticia. Y de las gordas.

viernes, 19 de marzo de 2010

THE PACIFIC (19/03/2010)

Esta semana se ha estrenado en Estados Unidos la serie de televisión “The Pacific”, producida por Steven Spielberg y Tom Hanks, sobre la lucha de los norteamericanos contra el imperio japonés durante la II Guerra Mundial. La industria audiovisual americana podrá ser acusada de monopolista o comercialona, pero no de hacer las cosas de cualquier manera. Se han gastado 147 millones de euros en una serie de diez capítulos. Para que se hagan una idea, con ese dinero, el cine español podría haber producido más de cuarenta películas. Sí, ya se lo que están pensando, pero no lo digan. La II Guerra Mundial sigue dando argumentos a Hollywood para sus productos, casi setenta años después. No sorprende demasiado. La lucha contra la Alemania nazi y el Japón imperial, naciones enloquecidas que encarnaron el mal absoluto, constituye un ejemplo casi único de guerra justa, inevitable y necesaria. Aunque la reflexión haga rechinar los dientes a los enemigos del imperio yanqui, no se qué hubiera sido del mundo si los Estados Unidos no hubieran estado allí para hacerles frente. Qué tiempos. Entonces había heroísmo, frentes de batalla y hasta el enemigo era capaz de actuar con honor y dignidad. Había bofetadas por alistarse y las mujeres de los pueblos liberados, bellas francesas con boina y falda de tubo, se lanzaban a besar espontáneamente a sus salvadores. Ahora todo se ha complicado. En Irak y Afganistán no se ven mujeres por ninguna parte. Unos dicen que son guerras injustas y otros que necesarias. No hay dignidad, no hay reglas. Los suicidas se vuelan en pedazos en la puerta de los hospitales. No importa. Hollywood puede con todo. ¿La película ganadora de los Oscars? Una de artificieros en la guerra de Irak. Y encima será buena. Amenábar, sálvanos.

viernes, 12 de marzo de 2010

TIGER (12/03/2010)

Ella le golpeó en la cara y le persiguió con un palo de golf. Un hierro, presumiblemente. El que huía era Tiger Woods, el golfista más grande de la historia, el deportista mejor pagado del mundo y protagonista de uno de los mayores escándalos sexuales de los últimos tiempos. Su mujer acababa de enterarse de una de sus infidelidades y, a juzgar por su reacción, llovía sobre mojado. La prensa sensacionalista clavó sus garras en el incidente, imposible de ocultar a un vecindario puritano de la soleada Florida, lo suficientemente rico para dedicar al chismorreo una gran parte del día si es necesario. El número de amantes de Woods fue creciendo hasta alcanzar la apostólica cifra de doce. Afortunadamente para él, golfo, en inglés, no se traduce por golf, y los redactores de los tabloides tuvieron que pensar un poquito más para elaborar sus gigantescos titulares. El linchamiento ha sido general. Hasta sus mismos colegas, jugadores de golf profesionales, se han declarado decepcionadísimos y lo han puesto a parir. Los americanos, quiero decir. En este lado del Atlántico, aunque estemos igualmente contaminados por el amarillismo, aún se distingue la frontera entre lo privado y lo público. Al menos en el sur de Europa, un deportista profesional cogido en una infidelidad no necesita abandonar su trabajo o convocar una rueda de prensa, lloroso, para pedir perdón al mundo entero. ¡Ay, Tiger! ¡Qué oportunidad perdiste de dar un corte de mangas a todos los que te quieren llevar a la hoguera! ¡Al cuerno con los patrocinadores! Si Gillette no te quiere, ya nos afeitaremos a navaja. En ocasiones así, me congratulo de pertenecer a una cultura apasionada, salvaje a veces, pero sincera como la nuestra. Quizá no decimos “I love you” tan a menudo como debiéramos. Pero somos menos hipócritas.

viernes, 5 de marzo de 2010

BONO (05/03/2010)

A José Bono le sienta bien la presidencia del Congreso de los Diputados. Algunos dirán, perversamente, que todo se debe al exitoso transplante capilar que le ha devuelto el tupé perdido. El kibutz piloso del político albaceteño ha hecho que se tripliquen estas operaciones en España durante el último año. Dicen que la asociación de clínicas de estética lo va a nombrar santo patrón. Pero no. Bono ya estaba encantado de la vida y de sí mismo antes de su pequeño retoque. Lo estaba como presidente de Castilla-La Mancha durante seis legislaturas consecutivas, como ministro de defensa, y lo sigue estando como presidente del Congreso. Como su carrera política ha estado casi siempre adornada de laureles, cabe preguntarse si su “bonho-mía” es resultado del éxito, o la causa directa del mismo. Me inclino por la segunda opción. José Bono es un socarrón, el rey del “ejjee”, que no pierde el sentido del humor aunque esté hablando de los temas más trascendentes o atravesando con su lanza a rivales políticos. Más listo que el hambre, también. Después de ser derrotado por nueve exiguos votos en las elecciones internas del PSOE que encumbraron a Zapatero, Bono tuvo la entereza de encajar el golpe, la generosidad amnésica suficiente para trabajar para su enemigo, y finalmente la inteligencia para abandonarlo cuando comprobó que su proyecto comenzaba a hacer aguas. Hoy José Bono se permite ser católico conspicuo en tierra de ateos, la filigrana dialéctico-estatutaria no va con él, y hace y dice prácticamente lo que le viene en gana. Ultimamente se ha atrevido a opinar sobre la reforma electoral, asunto tabú entre los grandes partidos. Es lo que pasa cuando te pones el mundo por montera, algo reforestada. Que te conviertes en un político con personalidad propia. Más raro que un lince ibérico. En un prodigio, vamos.