viernes, 30 de julio de 2010

DE LOS TOROS (30/07/2010)

Es el sueño de un jefe de redacción sustituto en una mañana de verano. El Parlament de Cataluña prohíbe la fiesta de los toros y por unos días se hablará de algo con más chicha que la ola de calor o los incendios forestales. Al asunto no le faltan ingredientes. Desde que a los independentistas les diera por serrar las patas a los toros de Osborne que pastaban junto a las carreteras catalanas, está claro que la fiesta nacional es un asunto político. Pero también algo más. El rechazo creciente que despiertan las prácticas - no sólo taurinas - que provocan sufrimiento en los animales, es un sentimiento que ha penetrado en nuestro ADN y que está por encima de naciones o ideologías. Para compartirlo, la gran mayoría no necesita enseñar sus partes pudendas en la puerta de una plaza, o escenificar las suertes taurómacas entre gritos y litros de colorante. La fiesta de los toros agoniza en Cataluña sin necesidad de ningún colectivo. La única plaza en uso, la Monumental de Barcelona, sólo cuenta con cuatrocientos abonados. El riesgo que corren los abolicionistas es que, a partir de ahora y hasta el comienzo de la prohibición, según la españolísima e inveterada costumbre de llevar la contraria a la autoridad, por sistema, esos cuatrocientos se conviertan en cuarenta mil. Ya se verá. En cualquier caso, el espectáculo taurino está condenado a desaparecer y sus partidarios lo saben. La mejor prueba de ello es que nadie ha caído en la cuenta de que una ley, de la misma forma en que se aprueba, se puede derogar. Hoy se prohíben las corridas y mañana, quién sabe, se vuelven a autorizar y José Tomás, para celebrarlo, se encierra con seis toros en el Nou Camp. No ocurrirá. Porque una corriente más profunda fluye por debajo del alboroto nacionalista. Una que nos aleja de lo primitivo, de lo sangriento. De lo que fuimos. De los toros.

viernes, 23 de julio de 2010

CREPÚSCULO (23/07/2010)

Según la autora, la idea surgió en un sueño. Un vampiro se enamoraba de una chica, mientras luchaba contra la tentación de lanzarse a chupar su sangre. Stephanie Meyer era entonces una joven americana de 30 años, administrativa en una empresa inmobiliaria, que jamás había escrito un relato, ni corto ni largo. A pesar de ello, se puso delante del ordenador y tecleó la palabra mágica que cambiaría su vida para siempre: Twilight, o Crepúsculo. A esa palabra siguieron varios miles, hasta completar las 498 páginas de un best-seller que iba a inaugurar una de las sagas literarias y cinematográficas más aclamadas y rentables de todos los tiempos. 100 millones de libros vendidos en 37 idiomas, y tres películas que han batido récords de taquilla en todo el mundo. Sin embargo, más allá del éxito masivo, la saga Crepúsculo se diferencia de otras que le precedieron por una circunstancia particular: su público son las mujeres, desde las adolescentes a las madres de familia. Según las estadísticas, el 80% de los espectadores de las películas de la saga son mujeres de toda edad y condición. Y creo que se quedan cortos. ¿Mujeres consumiendo, en solitario, historias de vampiros? Crepúsculo no es una historia de vampiros al uso; Crepúsculo es una historia de amor. Al pulsar la tecla misteriosa que ha conmovido los corazones de millones de mujeres en todo el planeta, Stephanie Meyer no sólo se ha hecho rica y famosa. Ha demostrado que ellas tienen una sensibilidad y una concepción del amor romántico de la que los hombres jamás hemos oído hablar. No se si esto es bueno o malo. Ayer mi mujer afirmó muy seria que nuestro primer hijo se llamaría Edward Cullen, como el protagonista vampírico de la saga. Insinué que ni ella ni yo éramos vampiros. Insistió. Le dije que lo pensaríamos.

viernes, 16 de julio de 2010

EL BESO (16/07/2010)

Teníamos el de Gustav Klimt, el de Robert Doisneau, el de Auguste Rodin…y ahora hay que hacer hueco al beso de Iker Casillas y Sara Carbonero. Las imágenes han dado la vuelta al mundo. Después de semanas de críticas y chascarrillos sobre la relación sentimental entre el portero y la periodista, las emociones se desbordaron y el capitán de la selección plantó un romántico beso en los labios de su amada en mitad de una entrevista. Ahora toca recular. La esposa del político británico Nick Clegg, ha invitado a The Times a hacer una rectificación por el titular, con foto incluída, que el diario publicó en su portada tras la derrota contra Suiza: “¿La derrota de España? Culpen a la chica”. El presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid debe estar buscando plaza en algún vuelo a Alaska, después de criticar con dureza la inaceptable situación de que el portero y la periodista ¡eran novios! Pensándolo bien, creo que podríamos fletar un charter: siguiendo la estela del decano, otros columnistas madrileños pusieron a la reportera a caer de un burro. Como no podían con su belleza, que es inatacable, la emprendieron con su desempeño profesional, lo que es una injusticia. Nada como un puñado de paradas decisivas y un título mundial para cerrar unas cuantas boquitas. De pronto, comparar el beso Casillas-Carbonero con obras maestras del arte universal me parece algo bastante serio. ¡Una teoría sostenible! A fin de cuentas, ¿qué es el arte? Emoción. Recuerdo unas cuantas salas de museos con instalaciones y televisores amontonados que me emocionaron bastante menos. Se han expuesto cadáveres humanos, vacas en formol, ¿cuerpos desnudos? Ya sólo nos queda arrancarnos la piel a tiras. ¡Y un simple beso ha sido capaz de emocionarnos! Sincero, espontáneo, desinteresado. Que tomen nota los artistas.

martes, 13 de julio de 2010

NOCHE DE HÉROES (13/07/2010)

La furgoneta atraviesa calles desiertas y sus cinco ocupantes permanecen hipnotizados por la voz ansiosa del locutor que parece estar a punto de anunciar una catástrofe. Empieza la segunda parte de la prórroga. Han visto el comienzo del partido por televisión, en Jefatura, pero a estas alturas nadie recuerda si vestimos de rojo o de azul, ni si Fernando Torres está en el campo pero no rasca bola. “¡Para!” La voz del inspector suena como un trueno, y el agente que conduce a su lado, casi salta del asiento. “¿Dónde quiere que pare, jefe? En el primer bar que veas, para.” El inspector tampoco aguanta más. La furgoneta se detiene y cinco miembros de la Policía Nacional, de servicio en la noche zaragozana de la gran final, salen en tropel hacia el bar más cercano. Están en la avenida del Conde de Aranda, popularmente conocida como la de Marrakech, por la abundante población magrebí que la frecuenta. El grupo de policías entra a la carrera en un bar casi desierto, donde tres gitanos y dos marroquíes apuran sus consumiciones mientras esperan el final del drama que se representa en el televisor. La avalancha de agentes de la ley casi hace que a los parroquianos se les pare el corazón. El inspector reacciona con rapidez. Tiene la experiencia suficiente en el oficio para saber que el uniforme llega mucho antes a los sentidos que la persona que lo viste; que una mirada tranquilizadora no basta para quitar el susto del cuerpo a quien no sabe de qué huye o por qué le persiguen. “Tranquilos, hemos venido a ver el partido”. Durante los primeros instantes no habla nadie, salvo el televisor, y el dueño del bar intenta relajar un poco el ambiente: “¿Les pongo algo, señores?” “Nada, gracias, que estamos de servicio” “¿Una agüita entonces?” En ese momento, la enésima entrada sucia de Van Bommel obra el milagro: “Hombre, por Dios, vaya entrada, ya está bien estos holandeses, qué marranos...” Payos, gitanos, musulmanes y cristianos ya tienen algo en común, se relajan y comentan la jugada. Diez minutos han bastado para que todos deseen lo mismo: que los de la camiseta azul metan el balón en el lugar donde pide la historia, la justicia y 45 millones de personas más. Y llega el momento. Andrés Iniesta para la bola, espera unas décimas de segundo a que descienda a la altura de su bota, y conecta un derechazo que se cuela en la portería holandesa para delirio de los habitantes de un modesto bar de Zaragoza. Es la locura. El inspector se abraza al gitano durante unos segundos interminables, y marroquíes y policías palmean como niños unidos en una piña. Lástima que no haya un buen fotógrafo cerca; nunca ganar el world press photo hubiera sido más fácil. Por desgracia, la arcadia feliz no puede durar siempre y los policías vuelven a ser policías, y los ciudadanos, ciudadanos. El inspector manda a sus hombres que apuren sus aguas. La plaza de España comenzará a llenarse de gente, y deben partir de inmediato para evitar que ocurra una desgracia. Les lloveran miles de insultos, unos cuantos cascos de litrona lanzados por los inevitables descerebrados, y la gente, una vez más, sólo verá los uniformes. Nunca sabrán que por dentro, allí donde la tela toca la piel acalorada, ellos sienten el mismo orgullo. Ellos también son campeones del mundo.

viernes, 9 de julio de 2010

LOA A LA SELECCIÓN (09/07/2010)

Hace 2.500 años, Sun Tzu ya escribió que el arte de la guerra se basaba en el engaño. Contemplando el partido de cuartos de final entre Brasil y Holanda, pensé que el militar chino tenía razón. Como los campeonatos de fútbol han sustituído a las guerras del pasado – alguien debería nominar a la FIFA al premio Nobel de la Paz - es lógico que los partidos más disputados conserven algunos tics bélicos: espionaje en los entrenamientos, guerra de propaganda en la prensa, engaño al árbitro a cualquier precio. No importa si propinó a su rival una patada en la espinilla ante los ojos de mil millones de personas; cuando el árbitro la señale, protestará, y sus brazos parecerán los de un molino manchego. Cuando la pelota salga del campo mirará al señor juez, señalando invariablemente en dirección a la portería rival. Jurará por Dios que no fué el último en tocarla... En esas estábamos entre cariocas y tulipanes cuando tuve una revelación, un pálpito, una taquicardia en código morse: “Estos tipos no pueden ganar el mundial. España ganará”. Me sentí como si acabara de ver al arcángel San Gabriel. Podríamos seguir hablando de Sun Tzu y de metáforas guerreras sobre el fútbol, pero cada uno tiene que ser fiel a lo que es. Y yo soy un romántico. Más que el mismísimo Lord Byron. Por eso creo que los buenos de corazón ganan siempre, que un equipo de fútbol unido, sano de cuerpo y de mente, que respeta al rival, al árbitro, que tiene un entrenador que no manotea, que no insulta, un país que se da cuenta de pronto que unido es más feliz, una generación de deportistas superdotados...debe ganar el mundial. ¿Se van a fiar de un pulpo antes que de mi? El próximo domingo fingiré estar nervioso, para no despertar sospechas. Ahora que lo saben, hagan lo mismo. Disfruten.

viernes, 2 de julio de 2010

SUBASTAS (02/07/2010)

El 4 de mayo de 1821, en la remota isla de Santa Elena, unas manos temblorosas cortaban un mechón de pelo a un hombre agonizante. El nerviosismo estaba justificado. Moribundo o no, aquel hombre seguía siendo Napoleón Bonaparte. Pocos rincones de Europa se habían librado de la megalomanía devastadora de este corso, a Dios gracias irrepetible. Ciento ochenta y nueve años después, aquel gesto de audacia acaba de tener su recompensa. Los descendientes de un capitán británico encargado de la custodia del emperador en sus últimos días de destierro, acaban de subastar el preciado mechón. Un pujador anónimo ha desembolsado 10.800 euros. No sabría decir si me parece caro o una ganga. ¿Para qué sirve un mechón de Napoleón Bonaparte? ¿Y una radiografía pélvica de Marilyn Monroe? El ganador de la subasta de la jeringuilla que mató a Michael Jackson, ¿qué hace cuando llega a casa con el siniestro paquetito envuelto entre algodones? Lo primero, contárselo al vecino. No se puede tener en casa el molde dental de Angelina Jolie, esforzadamente ganado, y que tu vecino no lo sepa. Con cualquier excusa, en el ascensor, donde sea. “¡Cómo está el tiempo! ¡Es que ya no hay primavera! Hace un par de semanas pasando frío…por cierto, no se si sabes que tengo colgados en la pared del salón unos calzoncillos de Marlon Brando. Pásate cuando quieras”. Hay gente pa tó, que diría el torero. Lo que no deja de maravillarme es la visión de futuro del capitán británico de Santa Elena. Un adelantado a su tiempo. Estos días sonreirá, satisfecho, desde el fondo de su tumba. El emperador, siempre tan vanidoso, también estará contento. Seguro que no sabe que la subasta de un mechón de John Lennon alcanzó los 33.800 euros hace unos meses. El triple que el suyo. Este es muy capaz de declararle la guerra a alguien. Más vale que no se entere.