viernes, 26 de febrero de 2010

EL RELOJ DEL MUNDO (26/02/2010)

Tomar distancia. Dicen que no hay mejor estrategia para alcanzar al conocimiento. Cuando estamos inmersos en una situación conflictiva, basta dar un paso atrás y contemplarla desde fuera para que todo se aclare. ¿Se imaginan que alguien hubiera fabricado un ingenio en el que se contabilizaran en tiempo real todos los nacimientos, muertes, enfermedades, indicadores de deforestación, de producción de barriles de petróleo, etc... que se van produciendo en el planeta? Desde luego, ayudaría a tomar distancia para comprender qué demonios hacemos en este mundo. Sería como una especie de tablero de mandos en el que Dios se sentaría a comprobar la marcha de su creación diciendo cosas como: “A ver cuántas muertes por enfermedades diarreicas llevamos este mes... ¿Casi ciento veinte mil? ¿No se me habrá ido un poco la mano?” Lo han adivinado. El ingenio existe y, cómo no, está en internet (www.poodwaddle.com/clocks2es.htm). El reloj del mundo, lo han bautizado. En realidad, no es tan difícil. Los contadores en tiempo real no computan casos reales, con nombres y apellidos, sino que están basados en estadísticas anuales sobre fenómenos de lo más variado. Con cierta inclinación hacia el género negro, la verdad: el contador recoge hasta treinta y dos causas de muerte: ahogados, suicidas y enfermedades de todo tipo. Cuantifica los divorcios pero no las bodas. Registra la producción de coches pero no los premios de lotería concedidos. Macabro o no, el invento impresiona. Comprobar a qué velocidad se mueve el contador de fallecimientos en el mundo, más de dos por segundo, invita a la reflexión. A sentirse peón de un juego de dimensiones que le sobrepasan. Insignificante. A no tomarse la vida (y la muerte) demasiado en serio.

viernes, 19 de febrero de 2010

INVICTUS (19/02/2010)

El que no ha sido vencido. La película de Clint Eastwood, estrenada con éxito en todo el mundo hace algunas semanas, ha devuelto a Nelson Mandela al primer plano de la actualidad, y con él, a la extraordinaria historia del fin del apartheid en Sudáfrica. Mandela sigue invicto. Veintisiete años en prisión no consiguieron doblegarlo. Sin embargo, lo que ha convertido a este personaje en el líder político vivo más respetado del mundo, no ha sido estrictamente su capacidad de resistencia. Lo prodigioso, lo inesperado, surge cuando Nelson Mandela abandona la cárcel y es elegido presidente. En 1995, él es dueño absoluto del destino de su país y la mayoría negra, humillada durante décadas, seguirá ciegamente el rumbo que marque su liderazgo indiscutible. En ese momento, para admiración del mundo, Mandela elige el camino de la reconciliación. La revolución del perdón. Un territorio casi inexplorado en el que ya se adentraron personajes como Luther King o Gandhi, pagándolo con sus vidas. La peculiaridad de Mandela es que el sacrificio, su muerte en vida durante casi tres décadas de encierro, se produjo antes de su apuesta revolucionaria, lo que quizá conceda a su caso mayor valor. Ver la película “Invictus” es una experiencia estimulante, en todos los sentidos. Por una lado, da esperanza e inspira buenos sentimientos, pero por otro, invita a pensar en otros conflictos del pasado. En las ocasiones perdidas. Me hubiera gustado que en mi país, que también sufrió una guerra civil atroz, alguien hubiera tenido la visión y la valentía de emplear más a menudo las palabras de Nelson Mandela. Aún hoy, creo que la ley de la memoria histórica hubiera sido mejor comprendida y recibida por los españoles, si se hubiera añadido una sola palabra a su enunciado. Catorce letras. Reconciliación.

viernes, 12 de febrero de 2010

PRISAS (12/02/2010)

Fue una conjunción planetaria muy desgraciada. Las cifras del paro, las dudas despertadas en Europa sobre el futuro de nuestra economía y el batacazo bursátil. Hay que reconocer que la imagen de nuestro presidente haciendo encaje de bolillos teológicos para contentar a un grupo de cristianos conservadores y darse un abrazo con Barak Obama, no ayudaba demasiado. El caso fue que, durante unos días, a los enemigos del gobierno socialista, que ya son legión, les entraron las urgencias. “Estoy preparado para gobernar en cualquier momento”, declaró Mariano Rajoy. En las tertulias reaparecieron fórmulas políticas que no se invocaban desde tiempos remotos. Moción de censura. Gobierno de concentración nacional. De pronto, tuve la sensación de que estábamos en medio de un déjà vu. Cuesta recordarlo, a algunos porque éramos muy jóvenes y a todos porque la memoria histórica es flaca y selectiva, pero Adolfo Suárez, al que estamos hoy a punto de canonizar en vida, fue el político más ferozmente atacado en el ejercicio de su cargo de toda la historia de nuestra democracia. A finales de 1980, Suárez era un apestado. Para la oposición, para el jefe del Estado, y hasta para su propio partido. Había que librarse de él. Todo pasaba por librarse de él. Quedaban dos largos años de legislatura. ¿Dos años más con este inútil? ¡Nos llevará a la ruina!- se decía entonces. ¿Les suena de algo? Afortunadamente, hace años que callaron los ruidos de sables. La sola mención de un gobierno de concentración nacional presidido por un militar, como se planteó incluso por el PSOE en 1980, suena ridícula y despierta un sentimiento de vergüenza que quisiéramos ajena. Sin embargo, algunas lecciones de aquella época siguen siendo válidas: las prisas, en política, son malas consejeras.

viernes, 5 de febrero de 2010

IMPOPULARIDAD (05/02/2010)

Dedicarse a la política tiene sus compensaciones. Cuanto más alta es la responsabilidad a asumir, mayor es la cilindrada del coche oficial, la plantilla de sirvientes que deben procurar que el privilegiado cerebro del político ya no se preocupe de asuntos insignificantes como hacerse la cama o limpiar la taza del retrete es más numerosa, las calificaciones académicas del grupo de abnegados y anónimos asesores que facilitarán su trabajo y le harán atribuirse méritos e ideas geniales que quizá no fueron suyas serán mejores, las recetas del cocinero personal más sabrosas, los vinos de su bodega más aromáticos y persistentes en boca... No me escandalizo. Las cosas son y deben ser así. Ahora bien, lo que ya no me parece tan admisible es que haya políticos que se resistan a aceptar la otra cara de la moneda, el destino fatal que espera a todo el que consagre su vida a la cosa pública: la impopularidad. Aquel que quiera ver su nombre en una lista electoral no puede desconocer esta realidad, y debe estar preparado para aceptarla. Los mismos que hoy aplauden, mañana te crucificarán. A menudo, gobernar consiste en tomar decisiones difíciles, dirimir conflictos, elegir el mal menor. Contemporizar, templar gaitas y querer contentar a todo el mundo, es camino recto hacia la catástrofe: los conflictos no se resolverán y nadie quedará contento. Actuando así, el político no solo pulveriza su prestigio presente, lo que no es demasiado importante ya que el simple paso del tiempo lo acabará arruinando en todo caso, sino que hipoteca la única recompensa a la que puede aspirar: a que pasados los años, apagados los volcanes que su gestión hizo erupcionar un día, la sociedad eche la vista atrás y diga: hizo su trabajo. Y puede que hasta le hagan un homenaje. O una serie de televisión

lunes, 1 de febrero de 2010

CONTROLADORES (29/01/2010)

Cuando a José Blanco, ministro de Fomento, le enseñaron los resultados económicos de Aena, la empresa pública encargada de la gestión de los aeropuertos españoles, su primer impulso fue frotarse los ojos. Una pestaña caprichosa debía haberse salido de su sitio, provocando un curioso efecto óptico de visión doble, multiplicador de ceros. Tenía que ser eso. O las gafas. O un administrativo incompetente. O un poltergeist. Algo. Descartadas todas las opciones racionales y esotéricas, Blanco decidió llamar a su predecesora. Ponme con Magdalena. Era temprano y la señora Alvarez estaba en la cama. Desde que cambió las tormentas de nieve por el plácido escaño europarlamentario, la ex-ministra había redescubierto el placer de dormir de un tirón, y no perdonaba las ocho horas ni en víspera de rebajas. ¿Tu sabías que Aena perdía tanto dinero? Huy, Pepe, guapísimo, y eso no es nada. Espera que te caiga una buena nevada en medio de un puente festivo, que te vas a enterar. Gracias, Maleni. El ministro sacó papel y boligrafo y puso las cifras en claro: 2.300 controladores aéreos españoles ganando de media 334.000 euros al año, el doble que en la Unión Europea. 184 euros por hora ordinaria. 423 euros por hora extraordinaria. 1500 euros por horas especiales navideñas... ¿Por qué no me hice controlador? Rechazó rápidamente la idea. Impropia de un ministro de Fomento, pensó. Convócame a la prensa, haz el favor. Cuidado Pepe. A estos controladores no les hace falta ni ir a la huelga. Se ponen a marear la perdiz con sus radares, y en unas horas tienes la T-4 en pie de guerra y a la oposición pidiendo tu cabeza en bandeja de plata. Me da igual. ¿Sabes a qué se dedicaba mi padre?, continuó el ministro. ¿Maquinista de renfe? No, era peón caminero. Ya. Llámame a la prensa, anda.