Sorprendo a mi amigo Pablo Marín, excelso
guitarrista, economista y alpinista, enfrascado en sus compras navideñas. No me
lo encuentro por la calle cargado de bolsas, exhalando vaho por la boca y con
un impertinente soniquete de villancicos de fondo tratando de arruinar nuestra
conversación. La charla es telefónica porque Pablo está frente a su ordenador,
navegando pacíficamente por internet. Como buen músico, Pablo conoce bien todas
las tiendas online del sector, pero me aventuro a recomendarle una web alemana
con precios muy interesantes. Su respuesta me deja descolocado: si la
diferencia de precio no es escandalosamente grande, prefiere comprar en tiendas
españolas. “Por un ahorro de 15 euros no me compensa hacer todavía más rico a
un empresario alemán”. Tengo que aclarar, para explicar mi sorpresa, que mi
amigo no vota a partidos de derechas y que no suele sacar la bandera al balcón
cada 12 de octubre. “¡Pero tú eres un patriota!”, exclamo al otro lado del
teléfono. Pablo protesta suavemente y no se lo reprocho: el término “patriota”
no se cotiza demasiado al alza en los últimos tiempos. “No se trata de
patriotismo. Simplemente, si no apoyamos a las empresas españolas, contribuimos
a descapitalizar el país.” Aquí ha salido el Pablo Marín economista, y no le
falta razón. No tiene mucho sentido que nos pasemos la vida hablando de la tasa
de paro y del crecimiento del PIB como cifras que marcan nuestro destino como
sociedad, y que luego, a la hora de consumir, nos convirtamos en apátridas, en
listillos que buscan el ahorro de unos pocos euros sin tener en cuenta nada
más. La situación de nuestra propia economía, por ejemplo; o que el país de
origen del producto sea una dictadura despreciable. A partir de hoy, me
propongo ser un consumidor más responsable. Y de paso, un patriota mejor.
viernes, 19 de diciembre de 2014
sábado, 13 de diciembre de 2014
TIEMPOS DE CAMBIO (12/12/2014)
Vivimos tiempos de cambio. Muchos hablan de que hemos
iniciado una nueva Transición, pero a diferencia de la primera, donde todo el
mundo sabía hacia dónde queríamos ir, en esta andamos algo perdidos. Todos los
partidos quieren cambiar algo, pero a ciencia cierta no saben el qué. El
gobierno del Partido Popular quiere cambiar de maquillaje. Un nuevo ministro
por acá – su anterior titular ha dimitido por corrupción – una campaña
cosmética de transparencia por allá, y a ver si las encuestas empiezan a
remontar. El Partido Socialista está empeñado en cambiar la Constitución. A día
de hoy no sabemos exactamente en qué, pero al parecer las palabras mágicas
“Estado federal” van a resolver todos nuestros problemas. Luego están Pablo
Iglesias y compañía. Aquí el problema no consiste en saber qué quieren cambiar
sino todo lo contrario: ignoramos qué quieren dejar después de pasar el rodillo
revolucionario y bolivariano por la democracia española. Izquierda Unida ya no
aspira a cambiar nada y se conforma con despertar; despertar de la pesadilla de
un partido político salido de la nada que amenaza con quitarle la clientela y
condenarle a la extinción. Los nacionalistas... en fin, para qué seguir. ¿Y qué
quiere el sufrido ciudadano? No pide demasiado, el pobre. El ciudadano se
conforma con tener a alguien decente a quien votar cada cuatro años, que
represente sus ideas políticas y que tenga alguna posibilidad real de llegar a
gobernar. Y lo tiene realmente crudo. Porque vivimos en una partitocracia
secuestrada por una ley electoral injusta e ineficiente, y mientras esta no
cambie, nada podrá cambiar. El sistema de partidos es como un gran charco de
agua estancada. Por favor, que alguien tire de la cadena, a ver si desagua toda
la mierda. Porque el olor empieza a ser insoportable.
domingo, 7 de diciembre de 2014
Ctrl + Z (05/12/2014)
Odio las infusiones con azúcar. Eché dos cucharadas en la
taza pensando que era café y mi mente ordenó a la mano izquierda acudir rauda a
las teclas Ctrl + Z para deshacer el entuerto. El problema es que estaba en
medio de la cocina y no frente a una pantalla de ordenador, y mis dedos
teclearon ridículamente el vacío. Si mi mujer me hubiera visto, le habría dicho
que estaba recordando una bonita sonata de Chopin. Para no preocuparla, vamos.
Esta anécdota real prueba dos cosas: primera, que quizás me esté volviendo un
poco majareta; y dos, que la informática está cambiando nuestra forma de
percibir e interactuar con la realidad. Y eso que esta tecnología está todavía
en fase primitiva. ¿Se imaginan lo que ocurrirá dentro de unos años cuando
todos vayamos con nuestras gafas de realidad virtual? Que ya no sabremos si nos
estamos preparando una valeriana o si estamos dentro de un anuncio de cocinas
que no hemos podido evitar porque no tenemos contratada la versión de pago...
Al hilo de estas disquisiciones, ha levantado mucho revuelo esta semana la
noticia de que los colegios de Finlandia, cuyo modelo educativo es la envidia
de toda Europa, va a sustituir la caligrafía por la mecanografía como
asignatura obligatoria en su programa. Sí, la medida parece algo radical pero
no falta de argumentos. Porque la escritura manual se está quedando para
apuntar teléfonos – cuando no puedes utilizar el tuyo porque estás hablando – y
para hacer la lista de la compra. Esta gigantesca revolución tecnológica lo
cambia todo. Nuestra forma de elaborar las ideas, ordenarlas, memorizarlas o
incluso redactarlas. Estoy seguro de que hasta la propia estructura física de
nuestro cerebro está cambiando por el fenómeno de teclear. En todo caso, no se
preocupen. Siempre nos quedarán esas teclas mágicas. Ctrl + Z.
EL TREPA (28/11/2014)
Ascender, mejorar social y profesionalmente, es la
aspiración legítima y honesta de cualquier persona. La diferencia con el trepa
es que este tiene mucha prisa en conseguirlo y utiliza la adulación o la exageración
de sus méritos para atajar por el camino. El trepa no persigue necesariamente
la desgracia ajena – su principal preocupación es él mismo – pero su promoción
le lleva a menudo a ocupar el puesto de otros candidatos mejor preparados,
porque han pasado por la formación y cumplido los plazos para alcanzarlo. Así
se gana el desprecio de sus semejantes. En las últimas semanas ha saltado a la
palestra pública un personaje inclasificable, conocido como “el pequeño
Nicolás”, que es probablemente la versión más sofisticada de trepa que haya
existido nunca. Este jovenzuelo de veinte años, sin oficio ni beneficio
conocidos, ha protagonizado uno de los casos más insólitos de ascenso social de
la historia de España, lo que es mucho decir en esta tierra pródiga en validos,
enchufados y encaprichamientos de todo tipo. Del pupitre del colegio a alternar
con la élite política – casa real, ex-presidentes, ministros, alcaldes – y
ocuparse de algunos de los dossieres más sensibles de la actualidad, como la
imputación de la Infanta o el problema catalán. Claro, todo esto según su
increíble versión, protegida por el secreto sumarial del proceso que se
instruye contra él por varios delitos, entre ellos el de usurpación de
identidad. Algunos le diagnostican megalomanía y delirios de personalidad.
Otros le acusan de ser un simple estafador. Después de ver su entrevista en
televisión y comprobar su extraordinario aplomo, reconozco que no sé con qué
quedarme. Ya no sé si trabaja para el CNI o si intercambia guachaps con el rey
Juan Carlos. Solo tengo una cosa clara: no es un trepa cualquiera. Es el
campeón del mundo de todos los trepas.
LOTERÍA NAVIDEÑA (21/11/2014)
El anuncio de la lotería de Navidad del año pasado, con
Raphael haciendo juegos de muñeca y Monserrat Caballé provocando más miedo que
otra cosa, nos metió en un agujero del espacio-tiempo del que había que salir a
toda costa. Los creativos publicitarios encargados este año lo tenían claro:
dejar a las estrellas mediáticas para el champán y volver a poner los pies en
el suelo, en la calle, porque a fin de cuentas es allí donde viven los que
sueñan con que el Gordo les cambie la vida. Hay que reconocer que han dado en
el clavo. El anuncio se abre con la estampa de un hombre doliente, que se
lamenta de su mala suerte. “¡Para una vez que no compro!” Empezamos a sospechar
por donde van los tiros. Su comprensiva mujer, en lugar de darle un sartenazo
en la cabeza, le empuja cariñosamente a bajar a felicitar a alguien. ¿A quién?
No lo sabemos pero la sospecha empieza a convertirse en una certidumbre
insoportable. El hombre atraviesa como alma en pena la desolada estepa
navideña, nevada, como Dios manda, hasta llegar al bar de Antonio. En efecto,
la peor pesadilla del individuo español de clase media que no sabe si seguirá
teniendo trabajo el año que viene, acaba por consumarse: ha tocado el Gordo en
su bar de toda la vida, en ese donde el camarero le conoce por el nombre, y él
no ha comprado su décimo. “Todos celebran los millones menos yo, maldita sea mi
suerte”, parece pensar el protagonista con cara de ecce homo. No contentos con
atizar los más profundos miedos del hombre moderno, los guionistas llegan al
climax del spot tratando de tocar la fibra sentimental del espectador. ¡Y lo
consiguen, los bastardos! Apuesto a que la venta de lotería va a superar todos
los récords este año. Porque después de secarnos las lágrimas vamos a ir todos
corriendo a por nuestro décimo. Porque este magnífico anuncio no se lo cree
nadie.
JUNCKER (14/11/2014)
Dos semanas después de tomar posesión de su cargo como
presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker está contra las cuerdas.
Una investigación periodística ha revelado que Luxemburgo pactó con cientos de
poderosas multinacionales acuerdos fiscales a la carta, mientras Juncker era
jefe de gobierno y ministro de finanzas del Principado. Empresas como Pepsi,
Ikea o Deutsche Bank, lograban reducir el tipo del impuesto de sociedades al
2%, frente al 28% que rige oficialmente en Luxemburgo o al 21% de la media
europea. Es imposible que el político más poderoso del país durante casi dos
décadas no supiera nada del asunto. Juncker no tiene intención de dimitir pero
desde el Parlamento Europeo piden su cabeza en una bandeja. Quizá la edad me
esté volviendo un cínico sin remedio, pero creo que es un error. ¿No es Jean
Claude Juncker un pillo? Sin duda. Pero para encabezar el órgano ejecutivo más
importante de la Unión Europea prefiero a alguien como él, experimentado
conocedor de las triquiñuelas de la alta política, que a un idealista
atiborrado de buenas intenciones. El quid de la cuestión está en decidir si el
luxemburgués es digno de confianza y estoy convencido de que es así. En estos
momentos defiende nuestros intereses, los de todos los europeos, y si eso
implica ir en contra de medidas que defendió en el pasado, lo hará sin
pestañear. De momento ya ha prometido que trabajará por la armonización fiscal
europea y para acabar con la competencia desleal que practican en este terreno,
no solo Luxemburgo, sino también Holanda e Irlanda. Si supera el escándalo, es
muy posible que hasta se nos vuelva algo más idealista. Que desde su nuevo
puesto comprenda que lo legal no siempre es lo más justo. Entonces Juncker se
habrá convertido en el gobernante perfecto.
POR LA BOCA MUERE EL PEZ (07/11/2014)
Las últimas encuestas sobre intención de voto, que dan a
Podemos un ascenso casi prodigioso, han puesto a la clase política de los
nervios. El CIS parece compartir esa inquietud: no ha incluido a Pablo Iglesias
en su encuesta de valoración de líderes políticos con el peregrino argumento de
que no tiene representación parlamentaria. No es la única maniobra contra la
cabeza visible de Podemos que hemos visto últimamente. Los informativos de Antena
3 recurrieron directamente a la manipulación al editar torticeramente una
entrevista y poner en su boca cosas que jamás quiso decir. “La televisión le ha
aupado y la televisión le hará caer”, parecen pensar algunos. No les falta
razón. El error – y la inmoralidad – consiste en recurrir a la mentira para
conseguirlo. Una mentira que resulta innecesaria. El éxito de Pablo Iglesias es
consecuencia de su innegable talento político, pero también de un nuevo modelo
televisivo, descentralizado y viral, que viaja por internet casi sin
limitaciones. El joven profesor ha hablado, conferenciado y polemizado tanto en
estos nuevos medios, que cabría pensar que hay varios coletas por ahí,
sembrando el evangelio de la próxima revolución. Pero claro, tanta verborrea, por
mucha listeza que se tenga, acaba volviéndose contra uno. Estoy convencido de
que el techo electoral de Podemos ya está fijado, no por lo que diga su líder a
partir de ahora - que a buen seguro se encaminará hacia la moderación - sino
por lo que ya ha dicho. El catálogo
de barbaridades que han salido por boca del camarada Pablo en los últimos años
es tan completo, que valdría para acabar con la carrera política de cinco o
seis como él. Y seguro que saldrán a la luz muchas más. La mayoría de los
españoles todavía no las conoce, pese a que circulan ampliamente por internet. Ya se encargará alguien de que eso cambie.
INSUMERGIBLES (31/10/2014)
En tiempos de bonanza económica abundaban las entidades
que se creían insumergibles. Con la agudeza propia del armador del Titanic, sus
gestores pensaban que era posible gastar ilimitadamente, porque la estructura
del barco lo aguantaría todo antes de hundirse. Tómese, por ejemplo, los clubs
de fútbol. Hasta hace poco se pensaba que eran eternos, porque representaban a
una ciudad y debían ser sostenidos, perdonadas sus deudas y reflotados, cada
vez que el presidente de turno los llevase al borde del abismo. Que se lo digan
ahora a la Unión Deportiva Salamanca, club fundado en 1923 y disuelto por
resolución judicial el año pasado. Las cajas de ahorros son otro buen ejemplo.
Casi 40 entidades financieras de este tipo han desaparecido en los últimos
años, víctimas de fusiones y liquidaciones. En este caso, en lugar de fichar a
jugadores carísimos que nunca marcaban goles, muchos de sus directivos se
dedicaban a proveerse de planes de pensiones millonarios, de tarjetas black, o
a otorgar créditos de dudosísimo cobro que han llevado a estas
bienintencionadas instituciones a la ruina caracolera. La lista de las
compañías presuntamente insumergibles continuaba con las aerolíneas de bandera,
las televisiones públicas, los astilleros... Todas compartían la misma falsa
creencia: que alguna administración pública acudiría siempre a lanzarles un
salvavidas cuando el agua les llegara al cuello. No puede haber un concepto más
nefasto para la gestión de una empresa ni más apropiado para atraer a gestores
corruptos. El estado, lo público, son los únicos entes verdaderamente
insumergibles, y de la manera de gobernarlos depende la categoría de un país.
De primera división, o de tercera. Es responsabilidad fundamental de los políticos,
pero también de los ciudadanos. Para algo existen las elecciones cada cuatro
años.
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