viernes, 19 de diciembre de 2014

EL PATRIOTA (19/12/2014)

Sorprendo a mi amigo Pablo Marín, excelso guitarrista, economista y alpinista, enfrascado en sus compras navideñas. No me lo encuentro por la calle cargado de bolsas, exhalando vaho por la boca y con un impertinente soniquete de villancicos de fondo tratando de arruinar nuestra conversación. La charla es telefónica porque Pablo está frente a su ordenador, navegando pacíficamente por internet. Como buen músico, Pablo conoce bien todas las tiendas online del sector, pero me aventuro a recomendarle una web alemana con precios muy interesantes. Su respuesta me deja descolocado: si la diferencia de precio no es escandalosamente grande, prefiere comprar en tiendas españolas. “Por un ahorro de 15 euros no me compensa hacer todavía más rico a un empresario alemán”. Tengo que aclarar, para explicar mi sorpresa, que mi amigo no vota a partidos de derechas y que no suele sacar la bandera al balcón cada 12 de octubre. “¡Pero tú eres un patriota!”, exclamo al otro lado del teléfono. Pablo protesta suavemente y no se lo reprocho: el término “patriota” no se cotiza demasiado al alza en los últimos tiempos. “No se trata de patriotismo. Simplemente, si no apoyamos a las empresas españolas, contribuimos a descapitalizar el país.” Aquí ha salido el Pablo Marín economista, y no le falta razón. No tiene mucho sentido que nos pasemos la vida hablando de la tasa de paro y del crecimiento del PIB como cifras que marcan nuestro destino como sociedad, y que luego, a la hora de consumir, nos convirtamos en apátridas, en listillos que buscan el ahorro de unos pocos euros sin tener en cuenta nada más. La situación de nuestra propia economía, por ejemplo; o que el país de origen del producto sea una dictadura despreciable. A partir de hoy, me propongo ser un consumidor más responsable. Y de paso, un patriota mejor.

sábado, 13 de diciembre de 2014

TIEMPOS DE CAMBIO (12/12/2014)

Vivimos tiempos de cambio. Muchos hablan de que hemos iniciado una nueva Transición, pero a diferencia de la primera, donde todo el mundo sabía hacia dónde queríamos ir, en esta andamos algo perdidos. Todos los partidos quieren cambiar algo, pero a ciencia cierta no saben el qué. El gobierno del Partido Popular quiere cambiar de maquillaje. Un nuevo ministro por acá – su anterior titular ha dimitido por corrupción – una campaña cosmética de transparencia por allá, y a ver si las encuestas empiezan a remontar. El Partido Socialista está empeñado en cambiar la Constitución. A día de hoy no sabemos exactamente en qué, pero al parecer las palabras mágicas “Estado federal” van a resolver todos nuestros problemas. Luego están Pablo Iglesias y compañía. Aquí el problema no consiste en saber qué quieren cambiar sino todo lo contrario: ignoramos qué quieren dejar después de pasar el rodillo revolucionario y bolivariano por la democracia española. Izquierda Unida ya no aspira a cambiar nada y se conforma con despertar; despertar de la pesadilla de un partido político salido de la nada que amenaza con quitarle la clientela y condenarle a la extinción. Los nacionalistas... en fin, para qué seguir. ¿Y qué quiere el sufrido ciudadano? No pide demasiado, el pobre. El ciudadano se conforma con tener a alguien decente a quien votar cada cuatro años, que represente sus ideas políticas y que tenga alguna posibilidad real de llegar a gobernar. Y lo tiene realmente crudo. Porque vivimos en una partitocracia secuestrada por una ley electoral injusta e ineficiente, y mientras esta no cambie, nada podrá cambiar. El sistema de partidos es como un gran charco de agua estancada. Por favor, que alguien tire de la cadena, a ver si desagua toda la mierda. Porque el olor empieza a ser insoportable.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Ctrl + Z (05/12/2014)

Odio las infusiones con azúcar. Eché dos cucharadas en la taza pensando que era café y mi mente ordenó a la mano izquierda acudir rauda a las teclas Ctrl + Z para deshacer el entuerto. El problema es que estaba en medio de la cocina y no frente a una pantalla de ordenador, y mis dedos teclearon ridículamente el vacío. Si mi mujer me hubiera visto, le habría dicho que estaba recordando una bonita sonata de Chopin. Para no preocuparla, vamos. Esta anécdota real prueba dos cosas: primera, que quizás me esté volviendo un poco majareta; y dos, que la informática está cambiando nuestra forma de percibir e interactuar con la realidad. Y eso que esta tecnología está todavía en fase primitiva. ¿Se imaginan lo que ocurrirá dentro de unos años cuando todos vayamos con nuestras gafas de realidad virtual? Que ya no sabremos si nos estamos preparando una valeriana o si estamos dentro de un anuncio de cocinas que no hemos podido evitar porque no tenemos contratada la versión de pago... Al hilo de estas disquisiciones, ha levantado mucho revuelo esta semana la noticia de que los colegios de Finlandia, cuyo modelo educativo es la envidia de toda Europa, va a sustituir la caligrafía por la mecanografía como asignatura obligatoria en su programa. Sí, la medida parece algo radical pero no falta de argumentos. Porque la escritura manual se está quedando para apuntar teléfonos – cuando no puedes utilizar el tuyo porque estás hablando – y para hacer la lista de la compra. Esta gigantesca revolución tecnológica lo cambia todo. Nuestra forma de elaborar las ideas, ordenarlas, memorizarlas o incluso redactarlas. Estoy seguro de que hasta la propia estructura física de nuestro cerebro está cambiando por el fenómeno de teclear. En todo caso, no se preocupen. Siempre nos quedarán esas teclas mágicas. Ctrl + Z.

EL TREPA (28/11/2014)

Ascender, mejorar social y profesionalmente, es la aspiración legítima y honesta de cualquier persona. La diferencia con el trepa es que este tiene mucha prisa en conseguirlo y utiliza la adulación o la exageración de sus méritos para atajar por el camino. El trepa no persigue necesariamente la desgracia ajena – su principal preocupación es él mismo – pero su promoción le lleva a menudo a ocupar el puesto de otros candidatos mejor preparados, porque han pasado por la formación y cumplido los plazos para alcanzarlo. Así se gana el desprecio de sus semejantes. En las últimas semanas ha saltado a la palestra pública un personaje inclasificable, conocido como “el pequeño Nicolás”, que es probablemente la versión más sofisticada de trepa que haya existido nunca. Este jovenzuelo de veinte años, sin oficio ni beneficio conocidos, ha protagonizado uno de los casos más insólitos de ascenso social de la historia de España, lo que es mucho decir en esta tierra pródiga en validos, enchufados y encaprichamientos de todo tipo. Del pupitre del colegio a alternar con la élite política – casa real, ex-presidentes, ministros, alcaldes – y ocuparse de algunos de los dossieres más sensibles de la actualidad, como la imputación de la Infanta o el problema catalán. Claro, todo esto según su increíble versión, protegida por el secreto sumarial del proceso que se instruye contra él por varios delitos, entre ellos el de usurpación de identidad. Algunos le diagnostican megalomanía y delirios de personalidad. Otros le acusan de ser un simple estafador. Después de ver su entrevista en televisión y comprobar su extraordinario aplomo, reconozco que no sé con qué quedarme. Ya no sé si trabaja para el CNI o si intercambia guachaps con el rey Juan Carlos. Solo tengo una cosa clara: no es un trepa cualquiera. Es el campeón del mundo de todos los trepas.

LOTERÍA NAVIDEÑA (21/11/2014)

El anuncio de la lotería de Navidad del año pasado, con Raphael haciendo juegos de muñeca y Monserrat Caballé provocando más miedo que otra cosa, nos metió en un agujero del espacio-tiempo del que había que salir a toda costa. Los creativos publicitarios encargados este año lo tenían claro: dejar a las estrellas mediáticas para el champán y volver a poner los pies en el suelo, en la calle, porque a fin de cuentas es allí donde viven los que sueñan con que el Gordo les cambie la vida. Hay que reconocer que han dado en el clavo. El anuncio se abre con la estampa de un hombre doliente, que se lamenta de su mala suerte. “¡Para una vez que no compro!” Empezamos a sospechar por donde van los tiros. Su comprensiva mujer, en lugar de darle un sartenazo en la cabeza, le empuja cariñosamente a bajar a felicitar a alguien. ¿A quién? No lo sabemos pero la sospecha empieza a convertirse en una certidumbre insoportable. El hombre atraviesa como alma en pena la desolada estepa navideña, nevada, como Dios manda, hasta llegar al bar de Antonio. En efecto, la peor pesadilla del individuo español de clase media que no sabe si seguirá teniendo trabajo el año que viene, acaba por consumarse: ha tocado el Gordo en su bar de toda la vida, en ese donde el camarero le conoce por el nombre, y él no ha comprado su décimo. “Todos celebran los millones menos yo, maldita sea mi suerte”, parece pensar el protagonista con cara de ecce homo. No contentos con atizar los más profundos miedos del hombre moderno, los guionistas llegan al climax del spot tratando de tocar la fibra sentimental del espectador. ¡Y lo consiguen, los bastardos! Apuesto a que la venta de lotería va a superar todos los récords este año. Porque después de secarnos las lágrimas vamos a ir todos corriendo a por nuestro décimo. Porque este magnífico anuncio no se lo cree nadie.

JUNCKER (14/11/2014)

Dos semanas después de tomar posesión de su cargo como presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker está contra las cuerdas. Una investigación periodística ha revelado que Luxemburgo pactó con cientos de poderosas multinacionales acuerdos fiscales a la carta, mientras Juncker era jefe de gobierno y ministro de finanzas del Principado. Empresas como Pepsi, Ikea o Deutsche Bank, lograban reducir el tipo del impuesto de sociedades al 2%, frente al 28% que rige oficialmente en Luxemburgo o al 21% de la media europea. Es imposible que el político más poderoso del país durante casi dos décadas no supiera nada del asunto. Juncker no tiene intención de dimitir pero desde el Parlamento Europeo piden su cabeza en una bandeja. Quizá la edad me esté volviendo un cínico sin remedio, pero creo que es un error. ¿No es Jean Claude Juncker un pillo? Sin duda. Pero para encabezar el órgano ejecutivo más importante de la Unión Europea prefiero a alguien como él, experimentado conocedor de las triquiñuelas de la alta política, que a un idealista atiborrado de buenas intenciones. El quid de la cuestión está en decidir si el luxemburgués es digno de confianza y estoy convencido de que es así. En estos momentos defiende nuestros intereses, los de todos los europeos, y si eso implica ir en contra de medidas que defendió en el pasado, lo hará sin pestañear. De momento ya ha prometido que trabajará por la armonización fiscal europea y para acabar con la competencia desleal que practican en este terreno, no solo Luxemburgo, sino también Holanda e Irlanda. Si supera el escándalo, es muy posible que hasta se nos vuelva algo más idealista. Que desde su nuevo puesto comprenda que lo legal no siempre es lo más justo. Entonces Juncker se habrá convertido en el gobernante perfecto.

POR LA BOCA MUERE EL PEZ (07/11/2014)

Las últimas encuestas sobre intención de voto, que dan a Podemos un ascenso casi prodigioso, han puesto a la clase política de los nervios. El CIS parece compartir esa inquietud: no ha incluido a Pablo Iglesias en su encuesta de valoración de líderes políticos con el peregrino argumento de que no tiene representación parlamentaria. No es la única maniobra contra la cabeza visible de Podemos que hemos visto últimamente. Los informativos de Antena 3 recurrieron directamente a la manipulación al editar torticeramente una entrevista y poner en su boca cosas que jamás quiso decir. “La televisión le ha aupado y la televisión le hará caer”, parecen pensar algunos. No les falta razón. El error – y la inmoralidad – consiste en recurrir a la mentira para conseguirlo. Una mentira que resulta innecesaria. El éxito de Pablo Iglesias es consecuencia de su innegable talento político, pero también de un nuevo modelo televisivo, descentralizado y viral, que viaja por internet casi sin limitaciones. El joven profesor ha hablado, conferenciado y polemizado tanto en estos nuevos medios, que cabría pensar que hay varios coletas por ahí, sembrando el evangelio de la próxima revolución. Pero claro, tanta verborrea, por mucha listeza que se tenga, acaba volviéndose contra uno. Estoy convencido de que el techo electoral de Podemos ya está fijado, no por lo que diga su líder a partir de ahora - que a buen seguro se encaminará hacia la moderación - sino por lo que ya ha dicho. El catálogo de barbaridades que han salido por boca del camarada Pablo en los últimos años es tan completo, que valdría para acabar con la carrera política de cinco o seis como él. Y seguro que saldrán a la luz muchas más. La mayoría de los españoles todavía no las conoce, pese a que circulan ampliamente por internet. Ya se encargará alguien de que eso cambie.

INSUMERGIBLES (31/10/2014)

En tiempos de bonanza económica abundaban las entidades que se creían insumergibles. Con la agudeza propia del armador del Titanic, sus gestores pensaban que era posible gastar ilimitadamente, porque la estructura del barco lo aguantaría todo antes de hundirse. Tómese, por ejemplo, los clubs de fútbol. Hasta hace poco se pensaba que eran eternos, porque representaban a una ciudad y debían ser sostenidos, perdonadas sus deudas y reflotados, cada vez que el presidente de turno los llevase al borde del abismo. Que se lo digan ahora a la Unión Deportiva Salamanca, club fundado en 1923 y disuelto por resolución judicial el año pasado. Las cajas de ahorros son otro buen ejemplo. Casi 40 entidades financieras de este tipo han desaparecido en los últimos años, víctimas de fusiones y liquidaciones. En este caso, en lugar de fichar a jugadores carísimos que nunca marcaban goles, muchos de sus directivos se dedicaban a proveerse de planes de pensiones millonarios, de tarjetas black, o a otorgar créditos de dudosísimo cobro que han llevado a estas bienintencionadas instituciones a la ruina caracolera. La lista de las compañías presuntamente insumergibles continuaba con las aerolíneas de bandera, las televisiones públicas, los astilleros... Todas compartían la misma falsa creencia: que alguna administración pública acudiría siempre a lanzarles un salvavidas cuando el agua les llegara al cuello. No puede haber un concepto más nefasto para la gestión de una empresa ni más apropiado para atraer a gestores corruptos. El estado, lo público, son los únicos entes verdaderamente insumergibles, y de la manera de gobernarlos depende la categoría de un país. De primera división, o de tercera. Es responsabilidad fundamental de los políticos, pero también de los ciudadanos. Para algo existen las elecciones cada cuatro años.