sábado, 28 de marzo de 2009

¡CUÁNTO PESA LA VIDA DE UN HOMBRE! (Marzo 2007)

El 9 de agosto de 1932, el general Sanjurjo se levantaba en armas contra la II República Española. La rebelión fue pronto sofocada y su protagonista detenido. Un tribunal militar le condenó a la pena capital. En aquellos días, España todavía quedaba lejos de la insensibilidad y el desprecio a la vida que se adueñaron del país pocos años después: el debate sobre el indulto a Sanjurjo comenzó inmediatamente después de conocerse la sentencia. En la calle, un clamor popular pedía al gobierno firmeza con los rebeldes y que se ejecutase la pena. En el parlamento, pocos se atrevían a hablar en favor del indulto. En el seno del gobierno, que tenía en sus manos la vida del militar, las cosas se veían de forma distinta.
El caso del etarra De Juana Chaos tiene algo en común con el del general Sanjurjo. En ambos, un gobierno tiene la posibilidad de salvar la vida de un hombre. La inacción significa su muerte. De Juana es un cruel asesino que ha puesto su vida en peligro voluntariamente. De Juana es un suicida, con sólidas razones para serlo: el recuerdo de sus 25 víctimas nunca abandonará su mente atormentada. Pero dejarlo morir cuando ha cumplido los 18 años de prisión dictados por sus crímenes de sangre, y los dos tercios de una condena por delito de amenazas, es fácil de decir. Mucho más difícil de hacer.
Finalmente, a Sanjurjo se le conmutó la pena de muerte por una de prisión. Manuel Azaña, que tenía fama de hombre insensible, pudo convencer a la mayoría de los miembros de su gobierno. Aquél día, al llegar a casa, Azaña se dejó caer en un sillón y dijo a su mujer, aliviado: “Cuando la tienes en tus manos, ¡cuánto pesa la vida de un hombre!”

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