viernes, 27 de marzo de 2009

RECUERDA QUE ERES MORTAL (Mayo 2006)

Cuando un general romano desfilaba después de una campaña victoriosa, el esclavo que sostenía la corona de laurel sobre su cabeza le susurraba al oído: “Recuerda que eres mortal”. Sabio aforismo o amenaza de muerte, esas palabras no podían ser más oportunas. Nuestro cerebro cuenta con todo un arsenal químico para hacer frente a las grandes decepciones, a las derrotas amargas y a las pérdidas irreparables. Sin embargo no parece estar tan preparado para asimilar la adulación y el halago en dosis elevadas. Después de todo, hasta fechas muy recientes, la fama y la notoriedad estaban reservadas a los dioses y a los emperadores. Hoy, Fernando Alonso, al dar la vuelta de honor a un circuito de Fórmula 1, es aclamado por millones de personas de todo el mundo a través de la televisión e internet. A su lado, un emperador romano palidecería de envidia. El asturiano, que es hombre inteligente, ha empezado a comprender amargamente los sacrificios y los peligros menos evidentes de la clase de vida que ha elegido y por la que tanto ha luchado. La fama es una droga destructiva, que se aborrece cuando se tiene en abundancia y se desea cuando se ha perdido. Ha acabado con la salud física y mental de tanta gente que parece incomprensible que algunos la persigan con tanto ahínco. Los que saben mantener la cordura a pesar de ella son los verdaderamente grandes. No es aconsejable que Fernando Alonso suba a su bólido a un empleado (la esclavitud hace tiempo que no se lleva) para que le susurre al oído en los momentos de éxtasis. Pero seguro que necesitará a alguien a su lado que, quizá con palabras menos dramáticas, le diga quién es y de dónde viene, justo en el momento en que menos esté dispuesto a recordarlo.

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