viernes, 27 de marzo de 2009

LUCHA DE CLASES (Mayo 2006)

Desde que Bill Gates y Paul Allen salieron de un garage con el invento de Microsoft entre las manos, nada volvió a ser lo mismo. Si un par de estudiantes eran capaces de levantar la mayor empresa del mundo, Marx y su lucha de clases descansarían para siempre en los libros de historia. El conocimiento y la creatividad podían vencer al capitalismo tradicional. En España, sin embargo, pese a la apariencia de modernidad y progresismo, las cosas no han cambiado tanto. Si el desarrollo tecnológico consigue hacer desaparecer las tradicionales diferencias de clase, aquí nos inventamos rápidamente otras. Dos trabajadores, con igual capacitación, idéntico puesto y sueldo, pueden pertenecer a dos clases sociales completamente diferentes: la de los piso-propietarios y la de los sin-piso ¿Cuál es el origen de esta nueva estructura social? ¿El apellido familiar? ¿El talento? No, algo todavía más arbitrario. Los primeros tuvieron la suerte de asomarse al mercado inmobiliario con unos pocos años de antelación sobre los segundos, cuando los pisos valían la mitad. Los que han accedido a la clase favorecida no suelen tener demasiado interés en cambiar la situación, aunque ésta sea injusta. Alguien que pagará durante toda su vida los 80 millones que le costó el piso, no quiere oir hablar de políticas enérgicas para hacer descender el precio de la vivienda. Menos aún si es un inversor. Los bancos siguen incrementando beneficios, perdonando aquí y allá algún crédito a los partidos políticos. ¿Hasta cuándo? Carlos Marx se despereza y algunos jóvenes empiezan a ensayar el “¡A las barricadas!” La injusticia social, tarde o temprano, siempre pasa factura. Si Bill Gates fuera español, el sistema Windows no existiría. No por falta de talento sino por falta de garage donde inventarlo.

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