domingo, 18 de octubre de 2009

FEISMO (16/10/2009)

Por fin alguien le ha puesto nombre. Esta semana, un telediario informaba sobre la amenaza que se cierne sobre el Camino de Santiago, la ruta de peregrinación espiritual y cultural declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El Feísmo. Dícese de aquella edificación o acción urbanística que destroza estéticamente todo lo que le rodea. Un poste de alta tensión en medio de un paisaje bucólico. Una gigantesca antena de telefonía móvil sobre el caserío de un pueblo pequeño. Un palacio renacentista remendado con bloques de hormigón. Por desgracia, el feísmo no es un mal que afecte exclusivamente al delicioso arte románico del Camino de Santiago. ¡Ojala fuese así, con permiso del apóstol! La cutredad estético-constructiva, en España, es una verdadera epidemia. El nuestro es un país recio, desaconsejado para espíritus demasiado sensibles, no sólo en cuestiones arquitectónicas: si uno acude a visitar un rincón natural maravilloso o un monumento que le alimente el espíritu, debe preparar el ánimo para encontrar también un montón de colillas, un graffiti o una bolsa vacía de patatas Lays. Es lo que hay. El que quiera un país civilizado que aprenda idiomas, se eche al camino y no pare hasta dejar de ver escupitajos, cacas de perro o chalets modernos con columnas griegas. ¿Por qué somos así? Siempre ha sido una cuestión de prioridades. En primer lugar, había que intentar que el vecino no te fusilara por liberal, carlista, rojo o facha. Después estaba el estómago: mayormente, había que intentar llenarlo como fuera. Las preocupaciones estéticas eran la guinda del pastel, y los españoles hemos estado castigados sin postre durante varias generaciones. Hasta ahora. Tenemos las neveras llenas de petit-suisse. Mejoraremos. En siglo y medio, esto parecerá Suiza. Espero que quede algo que conservar para entonces.

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