viernes, 7 de septiembre de 2012

CECILIA (07/09/2012)

Me temo que no tardará en aparecer algún imitador. Después de ver cómo la noticia de la restauración del Ecce Homo de Borja ha dado la vuelta al mundo, algún desustanciado la emprenderá a brochazos con el santo, virgen o cristo de turno, para conseguir unos días de notoriedad y, de paso, poner a su pueblo en el mapa. En vano; como se descuide, acabará en el pilón o en el cuartelillo de la Guardia Civil. Confieso que cuando vi por primera vez la obra de la octogenaria borjana Cecilia Giménez, reí a carcajadas durante un buen rato. Al día siguiente, volví a reír al ver los rostros de Paquirrín y el presidente Rajoy transfigurados en el del inclasificable Ecce Homo, por obra y gracia del españolísimo y sádico sarcasmo que practican mis compatriotas. Un mes más tarde, cuando Ryanair acaba de ofertar vuelos para visitar la ermita, los telediarios de Nueva Zelanda también han recogido la noticia y la cazatendencias de la edición japonesa de la revista Vogue se ha retratado en plan super-fashion tapándose el rostro con una reproducción de la pintura, yo ya no tengo ganas de reír. Porque tanta risa nos ha hecho pasar por alto algunas cosas importantes. A saber, que Cecilia no ha restaurado una obra de arte, ha pintado una nueva. Que la obra de Cecilia es, como mínimo, turbadora. ¿Han probado a aguantar la mirada a ese rostro huidizo durante un rato? Que si se tratara, simplemente, de una “restauración defectuosa”, el asunto jamás habría alcanzado estas proporciones. Y sobre todo, algo en lo que no habíamos caído, que la fuerza motriz de todo el fenómeno está en la mismísima Cecilia; en su intención y en su sinceridad. Me atrevo a decir que su Ecce Homo es la pintura religiosa española más sincera del último siglo. Por eso nadie será capaz de imitarla. Por eso nadie se atreverá a destruirla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario