viernes, 23 de noviembre de 2012

DESAHUCIADOS (23/11/2012)

Ultimamente, cada vez que alguien me pregunta qué tal me va, le explico que me siento como en un mar embravecido, agarrado a un flotador y tratando de que la siguiente ola no me arrastre hacia el fondo. Como la persona que me escucha suele quedarse sin saber qué decir, me apresuro a tranquilizarle: “Pero sigo pataleando y moviendo los brazos, no te preocupes”. El gobierno, a quien hace tiempo que se le acabaron los flotadores, nos dice que la tormenta no durará siempre. La consigna es resistir. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, algunos han empezado a rebelarse. Para espanto de la sociedad española, unos cuantos desesperados han dejado de patalear y se han dejado ir hasta el fondo, poniendo al descubierto la verdadera dimensión de una tragedia cotidiana: la de los desahucios. La noticia del suicidio de varias personas que iban a ser expulsadas de sus casas, ha tenido un efecto casi instantáneo; como si despertáramos de un atontamiento colectivo, de pronto hemos caído en la cuenta de la extraordinaria injusticia del régimen hipotecario español, que favorece de forma escandalosa al banquero mientras se ensaña cruelmente con el hipotecado. Muchos habrán sentido vergüenza, si todavía les quedaba. Entre ellos, los políticos que en el pasado se negaron repetidamente a aprobar medidas que hicieran frente al problema. O la mayoría de los banqueros, por ejercer un oficio favorecido por reglas amañadas que les hacen ganar siempre. En medio de la feroz crisis que nos azota -ese oscuro mar de aguas revueltas- algunos viajan en yate, otros en frágiles barquichuelas, mientras un buen puñado de compatriotas sienten las aguas heladas en sus carnes, agarrados a lo que sea para no hundirse. Luchan. Lo aguantan casi todo. Pero algunos no pueden soportar la injusticia.

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