viernes, 7 de diciembre de 2012

CASABLANCA (07/12/2012)

Se han cumplido setenta años de su estreno, y continúa siendo una de las películas más memorables de la historia. Filmada durante la II Guerra Mundial, “Casablanca” estaba a medio camino entre el drama romántico y la cinta propagandística – mezcla de géneros que suele conducir al desastre – y era una más entre los centenares de películas que salían cada año de la factoría de Hollywood. Aspiraba, en principio, a no perder dinero; luego, si sonaba la misteriosa flauta de la inspiración, a hacer negocio. Y sonó, vaya si sonó. Como es sabido, cumplió todos sus objetivos con creces, pero durante su realización fueron tantos los contratiempos, que muchos dudaron de que llegara a estrenarse. Hubo cambios de guionistas, de director, y se comenzó el rodaje con el guión inacabado; los actores se paseaban por el plató tratando de averiguar cómo acababa la película, pero nadie lo sabía. Humphrey Bogart andaba enfurruñado porque era cinco centímetros más bajo que Ingrid Bergman, y le obligaban a llevar alzas y almohadones. Los problemas presupuestarios hicieron que el avión de la mítica escena final fuera de cartón, y tan pequeño, que hubo que contratar a actores enanos para que no se notara. La lista sería inacabable. “Casablanca” fue un pequeño milagro y la historia de su realización es casi tan inspiradora como la de Rick, Elsa y compañía; historias de lucha contra la adversidad con final feliz, de esas que hacen falta a carretadas en los miserables tiempos que vivimos. Hoy los malos no son los nazis, ni los ejecutivos del estudio que quieren enredarlo todo, pero la actitud debería ser la misma: sacrificio, coraje y a no desfallecer aunque parezca que el mundo esté a punto de acabarse. Aunque haya que cambiar de director y guionista. Aunque nadie tenga muy claro cómo va a acabar esta película.

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