viernes, 14 de diciembre de 2012

ORTOGRAFÍA (14/12/2012)

Las reglas de ortografía no pertenecen a ningún texto sagrado. Que una palabra se escriba con b o con v, depende de la decisión más o menos arbitraria de las autoridades de una comunidad parlante, tratando de conseguir la uniformidad estética y sonora en el uso de la lengua. Cuando Miguel de Cervantes escribía que su “Quixote” era hombre de “rozín” flaco y galgo corredor, no estaba cometiendo faltas de ortografía; sencillamente, la ortografía no existía como tal. Hubo que esperar al nacimiento de la Real Academia de la Lengua para que cada españolito dejara de escribir como le viniera en gana. A la vista de esta explicación, podría concluirse que la epidemia ortográfica que azota a nuestros jóvenes no es algo demasiado preocupante, sino una manifestación transgresora –como el botellón o el hip-hop – de su libérrima condición. Grave error. Las faltas de ortografía no son una enfermedad pero sí son un síntoma; un síntoma de que el que las comete no ha leído lo suficiente. Muchos padres no entienden que la lectura no es un capricho intelectual, ni un entretenimiento alternativo a estar todo el día jugando a la Play. Para un niño, aprender a leer bien -es decir, a la suficiente velocidad y comprendiendo lo que lee- es tan importante para su futura capacidad mental como la leche materna lo fue para formar su hígado, su corazón y sus extremidades. Por esta razón, y no para tocarnos la moral, algunas instituciones internacionales realizan periódicos exámenes de compresión lectora en los distintos países. Esta semana, el informe PIRLS, que no decía nada del catalán o la religión en las escuelas, situaba a los alumnos españoles entre los peores de Europa. La próxima reforma educativa también tratará de resolver el problema. No lo apuesten todo a que lo consiga. Por si acaso, hagan que sus niños lean.

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